Por: Esteban Lugo
Periodista EL NUEVO SIGLO
Daniel Pasarella es de los pocos en el continente que, tras acabar su carrera como futbolista, logró ocupar los otros dos cargos más notorios a nivel mediático del mundo del fútbol: dirigente y técnico. En Colombia, el único caso comparable es el de Eduardo Pimentel, aunque de una manera muy distinta al argentino, pues tras haber sido un recio y polémico jugador de Millonarios y América de Cali en los 80s y comienzos de los 90s, creó junto a Mariano Díaz al Boyacá Chicó, lo entrenó y lo hizo ascender de la segunda división en el 2003 y a partir de ahí lo presidió hasta 2008, año en que el equipo salió campeón por primera y única vez después de que el “Bochica”, habitualmente enfrascado en polémicas por sus ácidas críticas a los árbitros fuera reiteradamente sancionado por la Dimayor, significándole al ente rector de la primera división recibir más de 50 millones de pesos en multas.
Aunque nunca realmente se fue, porque siempre estuvo tras bambalinas en la parte dirigencial, el “Bochica” ahora volvió a la raya ante la crisis económica que aquejaba al Chicó, y hasta el momento con grandes resultados, pues lleva cuatro victorias y solo una derrota en Ibagué contra el Tolima. Una de las claves de su éxito fue montar una amplia estructura técnica, quizás inspirada en el cuerpo técnico de la Selección Colombia, en la que a Pimentel lo asisten José “Chepe” Torres, Ricardo “Chicho” Pérez, Jersson González, entre otros.
La nueva sangre
Óscar Córdoba, Iván Ramiro Córdoba, Ricardo “El Gato” Pérez y Víctor Marulanda representan esa generación gloriosa de los 90s que prefirió seguir en el fútbol pero con el saco y la corbata, lejos de los banquillos. Tras ellos, viene también formándose Agustín Julio como gerente deportivo del Independiente Santa Fe, misma institución con la que colgó los guantes. De todos ellos, Iván Ramiro Córdoba ha sido sin duda el de mayor proyección internacional, pues luego de retirarse del Inter de Milán, se quedó en el club lombardo como team manager, cargo equivalente al de director deportivo. En días pasados, además se supo que pretende adquirir junto a su padre un nuevo club en el municipio de Rionegro y ponerlo a competir en la primera B, después que el actual se trasladara a Bello.
Por su parte, Óscar Córdoba, pese a que se ha dedicado más a su exitosa carrera como comentarista televisivo y su rol como imagen publicitaria de un banco español, lo intentó como presidente del Atlético Bucaramanga durante el 2012, al ser la cara visible de un grupo inversor que pasó por el club de la “ciudad bonita” con el objetivo de regresarlo a la primera división, el cual no se logró. Si bien parece que al final la comodidad de estar ante las cámaras parece que sedujo al exarquero vallecaucano, no se puede descartar que en el futuro, con más experiencia y capacitación, le pique de nuevo el “bichito” de la dirigencia.
Víctor Marulanda y Ricardo Pérez han vivido experiencias algo opuestas en cuanto a sus caminos como directivos. El otrora defensor central de Atlético Nacional ha tenido durante toda su carrera el respaldo de la Organización Ardila Lulle para desempeñarse en el cuadro verde tanto como presidente, como posteriormente en su actual rol de director deportivo. Por su parte, el exatacante de Millonarios y el América de Cali tuvo que arrancar prácticamente con las uñas, con el Fortaleza fútbol club que tras aparecer en la categoría B, a los tres años ascendió a la primera división, en la que comenzó también sufriendo, pues todavía no gana en cinco fechas.
Pero sea en equipos chicos o grandes, con presupuesto o sin él, tanto Marulanda como el “Gato” Pérez han tenido que sortear dificultades aún más serias que las que enfrentaban en la cancha, en medio de un gremio lleno de viejas mañas y donde no siempre se terminan tomando las decisiones más acertadas para mejorar.
El más polémico
Si se creía que las polémicas de Pimentel eran amplias, nada como las de José Fernando Salazar, actual presidente del Itagüí, y quien una vez fue grabado llamando “prostitutas” a los jugadores de fútbol, profesión que él mismo tuvo de 1984 a 1989, pasando por Cúcuta, Quindío y Millonarios. Salazar explicó recientemente que tras el fútbol, se dedicó a manejar una empresa de camiones transportadores de cerveza, con la cual consiguió su capital que le permitió invertir en las Águilas Doradas.
Cuestionado en sus manejos con los entrenadores, envuelto en controversias por las declaraciones en su cuenta de Twitter, y en ocasiones retrasado en el cumplimiento de sus obligaciones salariales hacia sus dirigidos, Salazar a menudo tiene actitudes más acordes con la dirigencia tradicional del fútbol colombiano, que con la nueva sangre de futbolistas- dirigentes que en algún momento, más temprano que tarde, llevarán sobre sus hombros los destinos de nuestro balompié.