Contra viento y marea. Porque las condiciones para algunos artistas nacionales -los que no le simpatizan al director del Teatro Colón- no pueden ser más inadmisibles.
¿A quién se le ocurre que un espectáculo como la Carmina Burana del grupo Danza experimental de Bogotá que se presentó el pasado sábado 28 de octubre, no cuente siquiera con un día para trabajar el montaje de una obra?
O es que, acaso, ¿Las producciones millonarias del teatro trabajan en las mismas condiciones: llegan por la mañana y el mismo día que suba el telón?
Esto es, desde luego, una falta de respeto y profesionalismo con los artistas nacionales. Hasta tiene tufo a sabotaje. Ojalá me equivoque. Porque no voy a cometer el disparate de afirmar que el Colón de Bogotá -cuya remodelación va costándonos más que el Taj-Mahal- sea un teatro del cual puedan prescindir los nacionales, de la misma manera que los internacionales no pueden prescindir del de Buenos Aires. Al fin y al cabo carga sobre su escenario la carga simbólica e histórica más importante de la historia musical de este país, y de ser verdad que es Patrimonio de los colombianos, habría que actuar en consecuencia. ¿O no?
Pero, a pesar de todo, Danza experimental de Bogotá, que dirige Ana Consuelo Gómez, se presentó la noche del sábado y llenó por completo el aforo de la sala con el estreno de Carmina Burana. Sólo una presentación, porque el todopoderoso director del teatro –por cierto el gran ausente- no convino en permitir, al menos dos presentaciones. Si eso es favorecer a los nacionales, pues que me cuenten una de vaqueros.
Lleno completo del aforo, decía, entre otras cosas porque la Carmina Burana (1937) ejerce un inefable atractivo sobre el público. La obra de Carl Orff, todavía no termina de convencer a un sector de la musicología; Claude Rostand por ejemplo, creía que «de hecho no superaba el estadio de una experiencia paramusical», pero aceptaba que «sus ostinati interminables producían un efecto de hechizo seguro en el público», aunque luego lo tildaba de «poco atento».
Con todo, los grandes directores de orquesta adoran dirigirla. Aún más los coreógrafos, porque esos ostinati, sus efectivos contrastes dinámicos, los picantes textos medievales de los “clerigi vananti” y su orquestación parecen predestinarla para el escenario dancístico y Ana Consuelo no ha sido la excepción.
Sólo una escena de la producción ya habría justificado con creces, presenciar el espectáculo. Hablo de esa aparición de la bailarina envuelta en una monumental madeja de tul, como si estuviera flotando sobre una nube, para instalarse en el centro de escenario y unos segundos más tarde resultar asediada por los bailarines que con sutileza fueron introduciéndose entre la nube que, poco a poco, lentamente, fueron desplegando hasta inundar todo el espacio con la tela mientras al ritmo de la música giraban en círculo alrededor de esa especie de elegida: estéticamente fue hermoso, dancísticamente resultó impecable y dramáticamente de una fuerza extraordinaria.
La propuesta de la coreógrafa de insertar en la segunda parte de la Carmina fragmentos de Catulli Carmina, también del grupo de los «Triunfos» de Orff, resultó acertada. Por afortunada tradición, en el mundo de la danza esas libertades, para llamarlas de alguna manera, no escandalizan a nadie y los textos del romano Catulo sirvieron para darle una dimensión más amplia a la sensualidad de la Taberna.
Gran desempeño de la compañía. Respecto de otras actuaciones de Danza Experimental de Bogotá es evidente que el grupo de bailarines se ha fortalecido y esa es una buena noticia.
Luces impecables y una producción por fuera de cualquier sombra de duda.
El único “per”» estuvo en la versión seleccionada para el “Fortuna Imperatrix mundi”, no la más brillante e imponente de las existentes, cuando justamente decía que la partitura ha sido abordada por la inmensa mayoría de los grandes.
Y que el director del teatro no olvide que “el Colón es el teatro de los colombianos”.
Síganos en nuestras redes sociales:
elnuevosiglo en Instagram
@Elnuevosiglo en Twitter
Diario El Nuevo Siglo en Facebook