El mundo siguió girando ayer pese a la angustia de unos y a las bromas de la mayoría por los pronósticos apocalípticos que surgieron de un cambio de Era en el calendario maya que, al final, se celebró, entre la espiritualidad y la curiosidad turística en sitios arqueológicos de Centroamérica y México.
Con los primeros rayos del sol, sacerdotes mayas celebraron la ceremonia del fuego en lugares sagrados y majestuosas ruinas como Tikal, en el norte de Guatemala, y Chichén Itzá, en el sureste de México, en saludo a una nueva Era, tras concluir un ciclo de 5.200 años, 13 baktun, en el complejo calendario maya.
Ante unos 3.000 espectadores, reunidos en torno a un círculo en el centro de la Plaza Mayor de Tikal, unos 560 km al norte de la capital guatemalteca, los sacerdotes prendieron el nuevo fuego y pidieron por la unidad, la paz, el fin de la discriminación y el racismo.
"Esperamos verdaderamente un nuevo amanecer, sin divisionismos, discriminación y exclusión hacia nosotros", dijo Fortunato Mendoza, un indígena de 55 años, quien recorrió 1.000 km en dos días para hacer una ofrenda a los dioses en Tikal, una de las ciudades más representativas del imperio maya.
Los descendientes de los mayas, una civilización milenaria que se asentó en el sur de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice, viven este solsticio con la esperanza de un "nuevo amanecer" y un despertar para la humanidad.
"Para nosotros no es un show y no es turismo, es algo espiritual y personal", dijo Sebastiana Mejía, de la Conferencia de Ministros Mayas de Guatemala, al criticar la puesta en escena de la ceremonia oficial que organizó el gobierno en Tikal, encabezada por el presidente Otto Pérez.
La ceremonia atrajo jefes de Estado, invitados especiales y turistas, entre los cuales no faltó el cantante puertorriqueño Chayanne, que ayer se paseaba por las ruinas con cierta discreción y el propósito "de conocer más sobre la civilización maya".
Casi 4.500 km al sureste, muy lejos de la zona maya y en pleno corazón de las civilizaciones incaicas, un rito ancestral de purificación del ambiente dio inicio en la madrugada en la boliviana Isla del Sol, sobre el Lago Titicaca, como saludo al solsticio de verano austral.
Paranoia mundial
Como se sabe, este cambio de Era dio lugar a interpretaciones catastrofistas, animadas en gran parte por películas de Hollywood. Una supuesta profecía maya, que los mismos mayas han desmentido hasta el cansancio, impulsó a algunos alrededor del mundo a refugiarse en montañas y en curiosos refugios anti-cataclismos, tan costosos que sólo el que tiene una buena billetera podría salvarse.
Muchos que temían que el mundo podía acabar ayer viajaron a Alto Paraíso, en el centro de Brasil, convencidos de que este pueblo de tradición esotérica y antiguo refugio de hippies sería un búnker natural contra la catástrofe.
Otros fanáticos subieron a montañas de Serbia o Francia. Y en Argentina cundió el temor a suicidios colectivos en una montaña de reputación mística. En la India, China, Australia, Turquía, Holanda... miles se prepararon para este 21 de diciembre.
La locura apocalíptica contagió tanto al mundo que gobiernos como los de Estados Unidos y Rusia, y científicos, incluso de la agencia espacial estadounidense NASA, debieron salir a explicar una y otra vez que, al menos por ahora, la Tierra seguirá girando.
"Nuestro planeta se las arregla bien desde hace más de 4.000 millones de años, y científicos competentes de todo el mundo aseguran que no hay ninguna amenaza relacionada con el año 2012", señaló la NASA en una página de internet.
La gran mayoría, escéptica, se lo tomó con serenidad y buen humor. Las redes sociales se atestaron de chistes, algunos bastante ingeniosos, sobre el tan manoseado tema del apocalipsis.
El apocalipsis vende
Lo que sí ha sido real es el lucrativo negocio del fin del mundo. Gobiernos y empresarios de México y Centroamérica lanzaron campañas para atraer turistas a sitios arqueológicos como Tikal, Copán (Honduras) o Chichén Itzá.
Ayer unos 135.000 turistas estaban congregados en las zonas del Caribe mexicano, donde hay muchos sitios arqueológicos y solamente en Chichén Itzá se esperaban para este 21 de diciembre unos 30.000 visitantes.
Mientras muchos empresarios engrosaron la billetera en torno al turismo apocalíptico. Pero los mayas, cuyos descendientes se estima en unos nueve millones en Centroamérica y México, viven en la cruda pobreza y sufren del desprecio y la discriminación.
Aunque ya estaban en decadencia cuando llegaron los conquistadores españoles, su vasto legado a la humanidad está ahí: en la arquitectura, la ciencia, la cultura, la astronomía. Y, según sus líderes, siguen aportando al mundo, con un mensaje de paz y armonía con la naturaleza. Nunca de cataclismos./AFP