Una selección de piezas que refutan, juegan, interpelan y reflexionan sobre la estabilidad de las imágenes es (In) visible: El umbral de lo sublime, una exposición fotográfica que reflexiona sobre el entorno, la experiencia, la realidad.
La muestra presenta una serie de obras que exaltan estética y teóricamente elementos como el desenfoque, lo borroso, la borradura, la mancha, la bruma, el marco, el píxel, lo efímero e incluso la negación visual. Estará abierta al público desde el 22 de septiembre hasta el 21 de octubre en la Galería Bernal Espacio.
La exposición se articula a partir de las características formales de las obras y la experiencia estética que suscitan, anudadas desde dos conceptos – lo liminal y lo sublime-. Por lo liminal hacemos referencia a la propia materialidad que proponen las piezas seleccionadas donde se generan puentes entre lo que vemos y no vemos, detonando en una misma imagen un amplio espectro de contenidos simbólicos.
Lo sublime, por su parte, se refiere a una experiencia estética sobrecogedora. Si bien este segundo es un concepto que ha estado en permanente evolución desde los inicios de la filosofía y son muchas las lecturas que puede motivar, consideramos que denota la exaltación de esos encuentros mudos que se generan ante todo aquello que excede los límites de nuestra comprensión y que está particularmente presente en las visualidades transitorias que la exposición recoge.
La muestra es parte del trabajo de artistas que, a lo largo de sus carreras, exploraron las posibilidades del “error” fotográfico, como sucedió en la producción de Francesca Woodman (EstadosUnidos 1958 – 1981) y Miroslav Tischy (República Checa, 1926 – 2011).
Se incluyen piezas de Thomas Ruff (Alemania, 1954) que generan diálogos entre lo pictórico, lo fotográfico y las propiedades de la imagen digital, forjando visualidades inciertas. También se presentan obras que apelan a un encuentro entre el artista, su realidad y su proceso creativo, como sucede en los casos de José Antonio Suárez Londoño (Colombia, 1955) y Tacita Dean (Inglaterra, 1965), y en cuyas obras son comunes gestos como el enborronar, manchar, superponer o matizar.
Se aprecian visualidades efímeras, a partir del trabajo de Oscar Muñoz (Colombia, 1951), y visualidades espectrales, como sucede con las fotografías de Hiroshi Sugimoto (Japón, 1948) y el trabajo de Marina Abramovic (Serbia, 1946). Finalmente, la exposición presenta obras que generan un juego entre la negación visual, el dentro y fuera del marco fotográfico y la percepción del espectador, como puede verse en los trabajos de Isidoro Valcárcel Medina (España, 1937) y Olafur Eliasson (Islandia 1967).
A partir de distintas estrategias visuales y conceptuales, cada una de las piezas seleccionadas destaca las posibilidades de la visualidad a la hora de velar y revelar aspectos sobre la realidad y la naturaleza de lo real. De este modo, las piezas despiertan exaltación, asombro y una fuerza irresistible - en palabras de Edmund Burke -, que no deja a los espectadores inadvertidos.
La ciencia y la tecnología se han dedicado durante siglos a la búsqueda incesante por alcanzar los más altos grados de nitidez a partir de distintos dispositivos visuales. Artefactos como la cámara lúcida, el daguerrotipo, la cámara fotográfica, la cámara cinematográfica, los proyectores, las pantallas o los televisores son solo algunos de los inventos que conforman parte de la carrera tecnológica de la visualidad, dedicada a alcanzar imágenes limpias, claras e impolutas.
Esta búsqueda, que permanece en continuo desarrollo y se despliega de manera masiva, ha llegado incluso a sobrepasar la propia capacidad del ojo humano, normalizando imágenes - en high-definition o ultra high-definition - que no necesariamente se corresponden a la experiencia óptica que tiene una persona sobre su entorno. Esta precisión visual se ha vinculado históricamente a la posibilidad de alcanzar realidades irrefutables. En este sentido, la imagen ha sido entendida como información, hecho o verdad. Sin embargo, tanto en dispositivos de representación (por ejemplo, imágenes trucadas) como en la experiencia óptica (desde la alteración cognitiva, hasta la enfermedad oftalmológica), encontramos numerosos contraejemplos que dan cuenta de la maleabilidad e inestabilidad del terreno visual.