Al oír la palabra "vikingo" se piensa inmediatamente en una horda de bárbaros escandinavos sembrando el terror, pero al penetrar en la gran exposición que les dedica el museo Británico de Londres lo primero que se ve es un delicado broche de cobre.
"Vikingos: vida y leyenda", que abre sus puertas el jueves y hasta el 22 de junio, busca matizar el estereotipo de los barbudos rubios, saqueadores y violadores instalado en la cultura popular, sobre todo en los lugares en que sufrieron sus incursiones, como Gran Bretaña.
"Son las criaturas más asquerosas de Dios. No se limpian tras orinar o defecar, ni tras practicar el sexo. No se lavan las manos después de comer. Son como burros", escribió en 921 el diplomático árabe Ibn Fadlän.
Es cierto que en el museo Británico se muestra una esplendida espada de hierro, hachas y lanzas, pero le siguen joyas, collares refinados y hasta un peine.
Es más, al parecer trataban bien a sus esclavos, en parte para mantener su valor. Y cuando, finalmente, aparece la reconstitución de una fosa común en territorio enemigo que podría confirmar todos los prejuicios, resulta que está llena de vikingos.
- "Los vikingos no ganaban siempre" -
"Eso demuestra que los vikingos no ganaban siempre y no creo que fueran más violentos que los demás en aquella época tan brutal", explicó a la AFP el comisario de la exposición, Gareth Williams. "Una de las razones de su reputación es que eran los únicos que atacaban iglesias cristianas y que la mayoría de los testimonios escritos de esa época son de monjes cristianos. Se dice a menudo que los vencedores escriben la historia. En este caso, fueron los perdedores. Y resulta que no eran muy buenos perdedores", afirmó.
A riesgo de decepcionar a los amantes de las sensaciones fuertes, la exposición insiste en el lado amable de los vikingos: la de exploradores y comerciantes que navegaron "de Canadá a Asia central y al círculo polar, pasando por Marruecos", sin destrozarlo todo a su paso.
En el centro de sus peripecias está el barco vikingo, el "drakkar", cuya silueta afilada como una cuchilla inspiró tanto miedo cuando se asomó por París navegando el río Sena o al aparecer en el mar Negro.
Fue un instrumento de conquista y de comercio, un arma de guerra y una obra de arte, esculpida, pintada en oro y plata, deslumbrante bajo el sol.
La embarcación está representada en el Museo Británico con el "Roskilde 6", el drakkar más grande nunca hallado. Tiene 37 metros de eslora, es una reconstrucción metálica a la que se le han dejado los fragmentos originales.
"Tuvo que ser construido para un rey o un gran jefe, es un barco muy prestigioso", subrayó Gareth Williams. Elegante e intimidante a la vez, constituye, según el comisario, "la pieza central de la exposición, tanto en el plano físico como conceptual". Vestigio de una "sociedad más compleja de lo que parece", en la que el vikingo también apreciaba un poco de dulzura en un mundo de bestias.