Como elemento de catarsis, ventana para la denuncia o recordatorio de la historia, pintores alrededor del mundo tomaron lienzo y pincel para relatar la guerra que vivieron en carne propia. En el color (y en algunos casos en la ausencia de este), se contó la brutalidad, la injusticia, el dolor y el sacrificio que la violencia sembró a su paso.
Muchos buscaron las pinceladas para expresar lo que querían decir a gritos y no les era permitido para que la historia no olvidara los excesos de guerras con más tragedias que victorias, dejando así un legado artístico poderoso, cargado de sentimientos y dispuesto a reflexionar sobre los actos humanos.
Barbarie en el cubismo – Pablo Picasso
En 1937, en el marco de la Guerra Civil Española, Villa Vasca de Guernica sufrió un bombardeo de las fuerzas de aviación alemanas. No hubo registro de la cifra de muertos, algunos informes declararon 200, otros 1600, la única certeza era que aquel territorio no poseía defensas antiaéreas y carecía de importancia militar y estratégica, lo que provocó un fuerte rechazo por parte de la opinión pública internacional contra el sacrificio absurdo de inocentes.
Las terribles imágenes de la ciudad devastada que circulaban por la prensa llegaron a Picasso, quien ante la barbarie hizo uso del cubismo y el expresionismo para exhibir, como un mensaje político, la desmesurada violencia que azotó la región.
En el momento de elaboración de la obra, una de las más icónicas del pintor, este señaló: “Mi trabajo es un grito de denuncia de la guerra y de los ataques de los enemigos de la República establecida legalmente tras las elecciones del 31 (...). La pintura no está para decorar apartamentos, el arte es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo. La guerra de España es la batalla de la reacción contra el pueblo, contra la libertad. En la pintura mural en la que estoy trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas obras, expreso claramente mi repulsión hacia la casta militar, que ha sumido a España en un océano de dolor y muerte.”
Recuerdos tormentosos – Otto Dix
Con un poco más de 20 años, el artista Otto Dix se alistó voluntariamente para participar en la Primera Guerra Mundial, pero aquel hombre que partió al campo de batalla no fue el mismo que regresó, pues lo vivido en el frente de lucha lo invadió de tormentosos recuerdos.
Para liberar esas abrumadoras imágenes que aún lo perseguían, plasmó en un tríptico las fases de aquel conflicto resumido en soldados que se perdían en una tierra en ruinas, cuerpos baleados y destrozados y hasta a él mismo sacando a uno de sus compañeros heridos, todo rodeado de ceniza y desolación.
Con la subida de los nazis al poder, su trabajo fue declarado como “arte degenerado”, el cual fue confiscado y exhibido como “sabotaje al espíritu militar de las fuerzas armadas” para desprestigiar esas pinturas que reflejaban, con brutal honestidad, la guerra vista a través de sus ojos.
Un 2 de Mayo en Madrid – Francisco de Goya
Como denuncia del poderío francés y con el fin de resaltar la valentía del pueblo de Madrid sin importar cuan cerca estuviera de la muerte, Goya relató dos días de la violencia desatada tras los levantamientos que se produjeron en Madrid el 2 de mayo de 1808, los cuales dieron paso a la guerra de la independencia española.
En 1814 el pintor se dirigió por escrito al cardenal Luis de Borbón y Vallabriga, manifestando “sus ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”.
Fue así como inició la representación de “La lucha con los mamelucos”, la batalla que se libró aquel día donde mujeres y hombres decididos, ardientes y agresivos, hicieron uso de navajas y cuchillos para enfrentarse a la caballería del ejército francés de Napoleón.
A la par de esta pintura que retrataba un triunfo, también surgió otra que narraba el sacrificio: “Los fusilamientos” que tuvieron lugar al día siguiente. En ella se ve las represalias del ejército contra los rebeldes y se observa los cuerpos ensangrentados de algunos compatriotas mientras otros más esperan la inminente muerte.
La tierra de la violencia – Alejandro Obregón
En Colombia, la violencia se convirtió en materia prima de las artes, cuya crudeza fue exhibida en la literatura, el cine, la fotografía, el teatro y la pintura. En este último campo, pintores como Alejandro Obregón obraron como cronistas de los hechos devastadores que azotaron al país.
En un óleo titulado ‘Masacre (10 de abril)’, el artista mostró la catástrofe del estallido del Bogotazo que logró captar cuando, al día siguiente de la muerte del caudillo del pueblo, se dirigió al Cementerio Central e hizo bocetos de los cadáveres que se apilaban por todo el lugar.
Años después, con el terror aun latente en cada rincón del territorio nacional, Obregón realizó en 1962 otra obra y le dio el nombre de aquello que tan bien conocían los colombianos: Violencia. De aparente sencillez y sin ningún despliegue de colores, se aprecia en el lienzo el cadáver de una mujer cuya figura se mezcla con el paisaje, como si su muerte hiciera parte de nuestra geografía.
Sobre esta icónica obra de Obregón, Marta Traba escribió: “Que la mujer esté muerta 'reposando'; que su vientre distorsionado tenga también mucho de paisaje, de colina tremenda; (...) que su sangre caiga en tierra sin la menor espectacularidad y que ese crimen haya sido amortajado por el gris denso de tierra y cielo como para amortiguar cualquier estridencia; todas son increíbles virtudes en el manejo del tema".