"¡Oh, Joy!". En un salón de exposiciones en el corazón de Manhattan, en plena Fashion Week, una hermosa mujer negra con turbante hace una entrada llamativa, armada de un teléfono y una gran sonrisa. Es Joy, la bloguera de moda.
"La reconocería entre mil", ríe uno de los invitados.
Usa unas botas altas marca "Guess", viste un suéter Alexander "Wang para H&M", una falda azul claro "Lulu" y unos lentes de sol redondos de inspiración vintage "Mercura".
Se trata de Joy Adaeze, una estadounidense-nigeriana de 31 años. La exestudiante de medicina que dejó el vecino estado de Nueva Jersey para mudarse hace cinco años a Nueva York después de una pasantía en un diario referencia de la moda.
Para una bloguera de moda, existir es mostrarse. Sea un accesorio original, una pieza de joyería, unos escarpines fabulosos, un color vivo, una nueva tendencia o un estilo de época, no hay reglas definidas: la clave es llamar la atención. Y ella consigue ese objetivo.
Su pequeño mundo transcurre en la primera fila de un desfile, en el taxi, en una velada o en su blog, una marca, un nombre o una tendencia: es un trabajo a tiempo completo.
"¿Cuál es el nombre de tu blog? El mío es Joylovesfashion", se presenta Joy, cuando su mirada, delineada con lápiz negro en ojos de gato, se cruza con la de otra fashionista en la caza de los pequeños tesoros de esta nueva edición de la Fashion Week. Y como ella, la rubia Anastasia, una ucraniana, también ha puesto la mira en un anillo de la marca Diaboli Kill.
"¿Tú sabes quién lo lució en la revista W?", interviene otra joven, a cargo de las relaciones públicas. "Rihanna".
"Ah, sí, eso es un anillo muy Rihanna, seguro", sonrió Joy, quien se apresura a compartir este hallazgo con sus seguidores en Instagram. Para que su foto sea mejor apreciada por sus casi 7.000 admiradores en la red social, la reviste de un filtro "Aden", muy de moda en estos días. "Amo Adén", dice divertida Joy en voz alta.
La bloguera, que es también estilista en un estudio de televisión y en sesiones de fotos, recorre con su mirada toda la sala, donde se exhiben las últimas creaciones de una docena de jóvenes diseñadores. Aparte del anillo, otras pocas joyas, como un laurel de plata estilo Julio César, un par de aretes de oro, y a veces -muy raramente- alguna prenda logra capturar su atención.
- Entre gente de la moda -
En la puerta: "¿Me puedes tomar una foto? Gracias. Espera, hazla de nuevo, con mi bolso. Quiero de verdad sostenerlo", explica con una sonrisa la elegante neoyorquina a su interlocutora.
Una vez afuera, con la facilidad de una habitual en los desfiles de la jungla urbana, Joy salta entre los charcos helados, haciendo todo lo posible para que las temperaturas polares no la obliguen a hacer muecas.
"Es la Fashion Week, donde uno tiene que dar lo mejor de sí, mostrar sus mejores prendas. Pero hay que sentirse cómodo, si no una se irrita y adquiere mala fama".
Entre cada espectáculo o evento, hasta cinco al día durante la Fashion Week, encontrar un taxi disponible es un gran reto. A menudo las mujeres jóvenes los comparten.
En una velada, un rencuentro de blogueras organizado por el sitio de compras en línea Lulu's Fashion, entre aperitivos, manicura, masajes, las participantes, casi todas mujeres, se dan consejos de belleza y comparten sus datos. Joy está con su marido, con quien creó una marca de extensiones de cabello.
De vuelta a "su escritorio", en Harlem, a veces acompañada por un pasante, la fashionista revisa su agenda, sus trabajos, sus fotos y las actualizaciones de su blog. Es tiempo también de agradecer a los fotógrafos de calle, para quienes ha paso en todo momento del día.