Una noche para la historia, la Salsa Vive hizo de Bogotá su casa | El Nuevo Siglo
Diana Rubiano/ Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Agosto de 2019
Gilberto Rojas

El Movistar Arena se transformó por ocho horas en la pista de baile más grande de América Latina

Hacia mediodía del domingo las entradas para el concierto más grande del año en la ciudad capital ya estorbaban en el bolsillo de los bailadores, el almuerzo de las más de 13 mil personas que se disponían a ir horas más tarde al Movistar Arena tenía más salsa de lo acostumbrado y las ganas de ver una presentación digna de los más grandes del género caribeño por excelencia comenzaban a ser incontrolables.

Con una boletería agotada, invitados llegando y la prensa ansiosa a las afueras del “primer coliseo de la salsa de América Latina”, como lo bautizaría Rey Ruiz más adelante al Movistar Arena, comenzaba a ponerse el sol en lo que se convertiría -por una noche- en la capital de la salsa, y es que el corazón de Bogotá desde hacía rato ya destilaba ansiedad, esperanza y orgullo de ser latino.

Mientras los bancos, sillas y palcos cogían calor a la llegada de sus huéspedes la tarima iba recibiendo miradas desesperadas para que comenzara, sí, que comenzara ya. “Ya hemos esperado demasiado” decía un hombre moreno con acento claramente caleño con boina y camisa blancas, zapatillas de baile y pantalón negro ajustado al borde de los palcos que sin lugar a dudas no dejaría espacio de tiempo para bailar como es debido.

Entre su tertulia con su esposa, “rola de nacimiento y caleña de corazón”, como así mismo se presentó, los nombres de Willie Colón y Oscar de León resaltaron entre los demás hasta que llegó el padre del primero a decir, “hay una sola universidad de la salsa y hoy tú y tú tendrán el placer de aprender algo de ella”, palabras que perduraron toda la noche hasta que el pentagrama de El Gran Combo de Puerto Rico se dispuso a repartir sabiduría.

Salió el sol en la noche

La noche confiada de que arroparía con su seco frío los cuatro rincones de “la nevera” no vio salir un sol radiante en la tarima, uno erguido, vestido de saco y camisa, de jeen y zapatillas de salsa, con un micrófono en la mano y magia en sus cuerdas vocales. Porque sí, acababa de comenzar Viva la Salsa y Tito Nieves era el encargado de llevar calor a la fría noche bogotana, prender la llama que no se apagaría sino ocho horas más tarde y que perduraría en el recuerdo de los asistentes, seguramente, para la posteridad.

tito

El intérprete de Señora Ley, Fabricando Fantasías y De mí enamórate llenó el escenario con su presencia y su intrépida voz para darle un bálsamo de satisfacción a los colombianos y extranjeros que se presentaron en el Movistar Arena para disfrutar precisamente de eso, de lo más grande que aún se mantiene en el género y para darse cuenta en carne viva que sí, la salsa vive, aún lo hace.

“Dicen que los bogotanos son gente de altura”, decía entre risas Nieves haciendo un notorio esfuerzo para sobreponerse a la falta de oxígeno en sus pulmones consecuencia del gran esfuerzo que hacía por mantenerse a la altura de las expectativas, logrado y por mucho, y por la diferencia de altura que corresponde estar en Bogotá y no es San Juan, Puerto Rico.

Las parejas y su dulce momento

Con un palo tras otro y por 35 minutos exactamente sonando, el ‘Pavarotti de la Salsa’ se despidió al coro de “Tito, Tito, Tito” que gritaba el corazón de Bogotá palpitando en el Movistar Arena, pero ahora era que faltaba, y tras el sabor característico del puertorriqueño se le dio la entrada a las timbas cubanas y a la nueva voz de La Habana ¡Rey Ruiz apareció en escena!

“Ese sigue teniendo cara de niño” se escuchó en uno de los palcos en palabras de una señora que se le veía en las canas -que no tapaba- el peso de los años, pero que en sus movimientos de cintura al son de los timbales tenía todo lo que a muchas de 20 les falta.

Amiga, de la propia voz de su autor, despertó pasiones y el amor comenzó a rondar los tres pisos del coliseo. El romanticismo se apoderó de las parejas y las manos tendidas a las chicas comenzaron a aparecer, y ahí, precisamente ahí, fue que comenzó el Movistar Arena a mutar de espacio de conciertos a la más grande pista de baile de Bogotá.

Los ojos de los caballeros comenzaron a cerrarse al hombro de sus parejas y el piso retumbó al son que querían y que un Rey en el escenario ayudaba a motivar. Mi media mitad, a todo pulmón entonaba con su micrófono el nuevo ‘niño de la salsa’ y ya no había quien parara de bailar. Ya no había frío y los abrigos comenzaron a caer en las sillas y el suelo, porque no hacían más que redundar en un calor que salía del corazón de todos los salseros presentes.

Un idilio perduró ya llegada la noche

38 minutos exactos más tarde los enamorados se separaron para aplaudir y agradecerle al cubano que había dejado el alma en la tarima. No obstante, quien tranquilamente podría haber cerrado el espectáculo y todos se habrían quedado solo por verlo a él, se disponía a subir los escalones a un escenario que quedaría en shock al verlo entrar con su característico estilo del Bronx, con sus lentes oscuros y con su trombón y trompeta de bajo de lado y lado.

El Movistar Arena se iba a caer, Willie Colón estaba en Bogotá con parte de su orquesta y un Idilio de Amor arrasó con la poca cordura que podría haber quedado hasta el momento. Un señor que hace ya varias décadas llegó a cantar codo a codo con señores como Héctor Lavoe, Cheo Feliciano e Ismael Miranda estaba dando lo mejor de sí ya a sus 60 y tantos años (69). Tanto fue así que tuvo que darse un brake a mitad de su presentación porque el esfuerzo que exige su calidad es enorme y la edad, inevitablemente, pasa factura.

Luego de dos canciones de su autoría pero cantadas por su coro, volvió ‘el tipo malo del Bronx’ para ofrecerles a todas las sonrisas de satisfacción que ahí permanecían una Gitana que definitivamente está muy lejos de pasar de moda. Acto seguido Sin poder hablar sacó lágrimas y desde la parte baja del coliseo se podía ver cómo en las gradas altas todos se las arreglaban nuevamente para agarrar a la mujer o al hombre que los acompañaba para arroparse en brazos y soltar todo el sabor salsero que tenían que dejar a cada paso.

“Y yo sin poderte hablar”, ese coro no hubo quien no lo cantara, el personal de seguridad de espaldas al escenario se notaba nervioso, sudando, temblorosos y claro, con el coro también en sus bocas. Así pasaron casi 53 minutos de la presentación de Colón y mató su lapso nada más y nada menos que con El Gran Varón.

Un brake y a clase

Luego de tanta emoción y de ya haber presenciado a Tito Nieves, Rey Ruiz y Willie Colón, los encargados decidieron dar un descanso para que los vasos se volvieran a llenar con el néctar amarillo y gaseoso de las noches de salsa, y para que los asistentes pudieran respirar y sentarse un poco antes de que se montara en la tarima del Movistar Arena un gran monstruo del género, un grupo que pone a Temblar el alma cuando se les ocurre invocar un Aguacero a plena noche.

salsa vive

Con su característico vestuario y con caras nuevas a ‘La Universidad de la Salsa’ le quedó pequeño el escenario. Cada canción sonaba más y más duro, cada coro era cantado a todo pulmón por uno y cada uno de los que ahí estaban. No importaba la edad, todos coreaban, bailaban y daban gracias por presenciar lo que podría ser la última gira de muchos de los que hoy llevan puesta la chapa de pertenecer a la historia del Gran Combo de Puerto Rico, una historia que ya llegó a sus 55 años.

Trampolín de Amor, Aguacero y Me Liberé cerraron la presentación de esos maestros, el sudor corría por la frente de los bailadores, pero nadie, absolutamente nadie quería que se fueran. Claro, la suerte no estuvo del lado de los bailadores en este sentido, ya que el Gran Combo se despidió más rápido de lo que se suponía.

La madrugada comenzó romántica

Quizá por temas logísticos, pero luego de la salsa dura del Gran Combo de Puerto Rico, llegó a la tarima Andy Montañez con temas mucho más suaves, con su romanticismo y clásicos de la salsa baúl queriendo pintar la madrugada de desamor y pasión. Por ende, los decibeles bajaron al extremo de que gran parte del público se limitó a disfrutar y dedicar sus canciones sentados en sus sillas.

Casi te envidio, Me gusta, Dulce veneno y Se le ve hicieron palpitar los corazones de los enamorados y fue una presentación digna de su talla. Imágenes de su hijo mayor, recientemente fallecido, cruzaron los monitores y con palabras de aliento Bogotá le rindió homenaje junto a su padre.

Un cierre corto pero lleno de clásicos

Ya con la sabida ausencia de Nacho Acero, el cierre, pensaban lo más conocedores de la salsa, estaba servido para ser de Oscar de León, pero no, salió de penúltimo para cantar no más de 25 minutos, algo que provocó el reclamo de la hinchada salsera que esperó por él poco más de seis horas y que tuvo que sacarle el jugo a cada una de las estrofas de sus cuatro canciones y dos improvisaciones que tuvo el tiempo de hacer.

Con su carisma particular y compartiendo con el público el León Vinotinto, nacido y crecido en La Guaira, estado Vargas, Venezuela, de nuevo puso a bailar a todo el Movistar Arena, Llorarás sonó como un himno en el mundo de la sala, asimismo Detalles, dedicada especialmente “a los hombres que no cumplen con su deber”, dijo entre risas.

Apurados, suponemos por el tiempo, Oscar de León se despidió del Movistar Arena para darle paso a Tito Rojas. ‘El Gallo’, quien contó con el doble del tiempo que el anterior, comenzó con uno de sus mejores temas, Ella se hizo deseo, y tras ese metió palo tras palo: Siempre seré, Ayer me dijeron, Señora de Madrugada, Usted y Es mi mujer.

Cuando terminó de cantar, dar las gracias y despedirse, ya el Movistar Arena había madrugado la salida. Eran las 3:00 de la mañana y ya el concierto había terminado. Un sueño hecho realidad para muchos de los que ahí estuvieron, en una sola noche vieron a Tito Nieves, Rey Ruiz, Willie Colón, El Gran Combo de Puerto Rico, Andy Montañez, Oscar de León y Tito Rojas.

Los vasos vacíos se encontraban en el piso, anécdotas de las ocho horas de concierto se hallaban en el aire entre los grupos, y una frase quedó para catapultar la noche. Una chica salía con un chico del recinto mientras le decía: “Gracias, hacía años no bailaba tanto y tan rico, gracias por traerme, en serio”.