‘Trece cálamos’, una oda íntima a Allah | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Septiembre de 2013

Marcela Madrid Vergara

Especial para El Nuevo Siglo

 

“Luego dehaber paseado por gentes y caminos, este cierto hombre descubre en frente de sí, una montaña inmensa de la cual no puede apartarse por muy lejos que se encuentre de ella. El cier­to hombre le acaricia los contornos a la montaña desde la distancia, cumpliendo su deseo de penetrarla. Se da cuenta de que sus dedos no cumplen la función de coger, o agarrar; sus dedos no poseen, bordean: Primer Cálamo”.

El cierto hombre es Juan Carlos Castrillón, un antropólogo que hace 14 años llegó al Islam a través de su música y sus artes sagradas. Desde el día que escuchó recitaciones del Corán en Medellín empezó un viaje de 13 cálamos, 13 momentos que dejó consignados en un cuento que resume sus experiencias por Turquía y por el sufismo, la vía espiritual de la religión musulmana.

Los salmos creados por santos y santas para alabar a Allah provocan en aquel país asiático unas fiestas sagradas en las que, durante días, semanas o meses los creyentes se reúnen en pekkes (lugares de encuentro religioso) para cantarle a su Dios con voz, música y giros. En esos pekkes, donde viven los santos, se congregan discípulos para interpretar la flauta ney, el kudum, el daf, el bendir, el riq, la voz o hacer giros con su cuerpo.

En Estambul, mientras investigaba en su tesis, Juan Carlos pudo conocer esta música que refleja la experiencia mística de los santos y crea una relación íntima con Dios. De la mano de los intérpretes pertenecientes a los linajes de la ciudad, aprendió a dominar la flauta ney para producir melodías que “hacen que la cercanía con Dios le arranque la música a uno”.

Tras dos años de inmersión en una cultura que cuida con recelo que sólo se escuchen los sonidos que exalten la belleza de Dios, este fiel volvió a su tierra natal para hacer esa música que el describe como “delicada y bella, sin ser sensual”. Así, en 2009 se conforma en Colombia en grupo de música turco-otomana Al Baqa, que reúne a 5 artistas en torno a la exaltación del Corán.

Con el tiempo, Al-baqa pasó a tener sólo dos integrantes: Nicolás Pulido y Juan Carlos Castrillón, y a llamarse Trece Cálamos, en honor a los cuentos que recopilan las experiencias místicas, y al instrumento más importante de la música sufí: la flauta ney, hecha de cálamo. Un músico no creyente y un antropólogo practicante se han dedicado a musicalizar esos salmos de la manera más fiel posible. “Es una música innovadora. Como Juan Carlos estuvo en Turquía tocándola, tratamos de tocarla lo más cercano a como lo hacen en allá”, asegura Nicolás.

Este grupo se ha presentado en varios escenarios no religiosos del país. este miércoles estará en la Universidad de La Sabana como parte del Festival de Música Sacra, que reúne durante dos semanas a intérpretes de todas las religiones del mundo en torno a la diversidad de cultos. Aunque estas presentaciones no se dan en los pekkes o en el contexto religioso de los países asiáticos, para Juan Carlos siempre será una manifestación de su fe: “una cosa es hacer una interpretación histórica de la música, que es muy válido, y otra es hacer que la propia vida de uno cante la música. Para los maestros, si hay una concordancia entre lo que se interpreta y la vida espiritual, eso es música sufí”.

En la tarima, Nicolás toca algunos instrumentos, mientras en algunas canciones que lo requieren Juan Carlos Ibrahim (por su nombre en la fe musulmana) realiza los giros que le permiten llegar a una conexión más cercana con Dios. Juan Carlos explica que “no inventamos el repertorio. Como no hacemos el concierto en un contexto religioso, entonces hicimos una adaptación de esa música para que las personas pudieran acercarse a la ella”.

De esta manera, la música sufí de Turquía se convirtió para este musulmán en un medio para mantener la religiosidad aún más viva y preservar esos momentos íntimos con su Dios. “El Decimotercer Cálamo es el Cálamo de Fuego. No lo posee ninguna mano. Fluye en el trazo, entre el oído, el corazón, la mano y los cuerpos. No sólo en la montaña, sino en todos los paisajes. Ese cálamo es cuando se le deja ser. Simplemente aparece cuando el amor le guía. Siempre”.