Gran parte de sus 65 años de vida artística los ha dedicado a la escritura de historias y la construcción y el manejo de los muñecos desde las sombras
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No creo ser el único que recuerda con cariño el haber estado alguna vez frente a esos curiosos teatrinos de títeres durante la infancia. Esas rudimentarias estructuras generalmente de cartón, pintadas por algún profesor de colegio o quizá por los miembros de una compañía de recreacionistas para cumpleaños, eran capaces de transportarnos a otros mundos por un buen rato. Me acuerdo claramente cuando mis amigos y yo nos exaltábamos con las aventuras de los personajes fantásticos de los cuentos y nos aliábamos con los héroes cuando les gritábamos frenéticamente que tuviera cuidado porque la bruja o el dragón se les estaban acercando por la espalda. Tengo claro en mi memoria que no podía mantenerme sentado, y cuando me ponía de pie para ver mejor los títeres; para responderles sus curiosas preguntas y para advertirles del peligro, siempre sentía dos o tres pequeñas manos jalándome de la ropa para que me sentara rápido y dejara de estorbarles la magia inocente del espectáculo.
Hace unos días me crucé de nuevo con el Maestro Jaime Manzur, una de las figuras icónicas de la cultura y el arte colombiano. Fue gracias a una exposición nacida del esfuerzo conjunto entre el Ministerio de Cultura y la Universidad de los Andes para realizar una tarea exhaustiva de investigación, inventario, registro fotográfico y valoración del diverso conjunto de bienes culturales sobre los que se edifica la fundación Jaime Manzur. Estas tres instituciones expusieron diferentes aspectos de la obra de este polifacético marionetista.
Al ver fragmentos de la exposición tuve un flashback inmediato. Me encontraba con mis compañeros de primaria sentado sobre las sillas rojas del teatro de Manzur. Me acuerdo del murmullo antes de la función, del chocorramo que me comí en el bus de venida, de la niña que me empezaba a gustar sentada junto a mi y de la voz aguda de Jaime preparándonos para la función. Era más o menos la mitad de la década de los 90s y estábamos a punto de ver algo que nunca habíamos visto: la representación de Pinocho a través de las marionetas de un Maestro.
Algo de historia
El teatro de muñecos no es algo reciente, de hecho, ha estado acompañando a la civilización humana y a la expresión de su espíritu desde antes de lo que podríamos pensar. Quizá uno de las más antiguas piezas arqueológicas encontradas referentes al teatro de marionetas sea un diminuto teatro de figuras articuladas encontrado en Antinoé, una antigua ciudad construida a orillas del río Nilo por el Emperador Adriano. Es una cabina montada sobre una barca de manera con dos puertas de marfil que se abren para revelar una escena interior. Todavía se pueden ver restos de cuerda que servían para mover las figurillas articuladas de marfil. Ese teatro estaba destinado a expresar ritos mágicos y religiosos dentro de la cosmología egipcia.
Otros referentes de este arte están en los escritos de historiadores y pensadores griegos y romanos. Luciano de Samosata habla de una estatua móvil de Júpiter que hacía participar al público en los misterios de los dioses. Se cuenta que Herón de Alejandría tenía un teatro con mecanismos capaces de representar un incendio, una tempestad y un naufragio que narraban el regreso de la flota griega desde Troya. Jenofonte, 400 años antes de cristo, relata que algunos ciudadanos de Atenas contaban con marionetistas para entretener a sus huéspedes. Aristóteles por otro lado, mencionaba a los marionetistas para explicar la simplicidad con la que el creador gobierna el universo. El filósofo sostenía que todo lo que es necesario es un acto de voluntad, y lo mismo que sucede en el universo ocurre como cuando se tiran los hilos a voluntad del marionetista. Platón ve en la analogía de las marionetas el empuje al igual que el conflicto que vive el hombre al enfrentarse a sus pasiones. Horacio, al igual que Marco Aurelio, reconocían tanto en sus sátiras como en sus reflexiones la falta de voluntad del hombre representada en la sumisión de la marioneta que obedece a los caprichos de su manipulador.
Existen numerosas referencias a este arte siglos atrás de la era cristiana, solo comentaré uno más, quizá el origen más honroso que se ha dado a este arte. Se trata de la historia de la primera marioneta: Adi - Nat. En la mitología hindú, Adí-Nat sale de la boca de Brama, la fuerza creadora del universo. En la cultura hindú antigua el teatro humano era tabú ya que se relacionaba con presagios de muerte. Es por esto que los misterios religiosos y las narraciones se transmitían a través de marionetas inspirándose en los poemas épicos sánscritos el Mahabharata y el Ramajana.
Toda una vida en el arte
La tradición del teatro de marionetas ha estado inmerso en diferentes manifestaciones del pensamiento, el arte y la espiritualidad humana en todos los continentes de planeta. Esta diversidad de campos y contextos históricos y socioculturales han impulsado a esta manifestación de las artes a convertirse en un ejercicio multidisciplinario, y la trayectoria y formación de Jaime Manzur dan cuenta de ello. Con más de 65 años de vida artística Manzur ha incursionado en el teatro como actor y director, en la pintura y escultura; que le han permitido realizar cientos de marionetas y escenografías; en la literatura, por medio de la adaptación de cuentos y obras de la literatura universal; en la música y el baile, especialmente la lírica, el ballet, la zarzuela, opera y folklore. Abre los ojos reconocer la historia y sobre todo la experiencia y formación de Manzur ya que permiten redimensionar lo que ha estado impreso en su labor desde hace tantas décadas.
Jaime Manzur es un artista que ha tenido numerosos reconocimientos por su labor, tanto nacionales como internacionales. En sus más de seis décadas ha intentado mantener y nutrir las disciplinas que maneja enseñando a más de 25 mil estudiantes. Tanto tiempo y esfuerzo atravesado por una convicción: “uno viene al mundo a hacer un servicio a la comunidad y el mío es el teatro y el arte”¨ dice. Un detalle interesante es que a diferencia de muchos otros artistas que están sobre escena y en primer plano, gran parte de la labor del marionetista se da tras bambalinas: El diseño y construcción de los muñecos y escenografías, escritura de las historias y el manejo de las marionetas se hace desde las sombras. La labor del marionetista me hace sentir una especial manifestación de la entrega y el compromiso en el arte que sin lugar a dudas deja marcas muy significativas, especialmente en los niños que tanto aprecia este maestro de un arte poco común.