A CUATRO décadas de su muerte, las fotografías logradas por Sady González continúan como piezas de excepción para conocer los lugares, situaciones e historias de Bogotá, esas que inmortalizó con su lente cuando la ciudad conservaba su rústica belleza, así como comenzó su paulatina transformación y la destrucción que sufrió cuando el Bogotazo.
La historia de Sady, antes de su trabajo, contiene datos cruzados de los cuales se asume que nació en 1913 en Bogotá, con el nombre de Salvador Isidro González, de padre venezolano y madre boyacense.
El registro de sus primeras imágenes se remonta a mediados de los años 30 cuando se desempeñó como fotógrafo de cédulas del Partido Liberal, por lo que tuvo que recorrer Cundinamarca y luego Antioquia, donde conoció a la mujer que sería su esposa y aquella que ejercería una influencia determinante en su carrera: Esperanza Uribe.
Hacia los años 40 adoptó el nombre de Sady y escogió a Bogotá como la musa de sus fotos en las que registró los momentos cotidianos de esa capital de antaño, donde los protagonistas eran niños en el Parque Nacional, tranvías atestados de gente, plazas de mercado, carreras de caballos, peluquerías, procesiones de Semana Santa y partidos de fútbol, entre otros.
En aquellos escenarios, a través de su estilo propio, definido por el fotógrafo Jorge Múnera como maduro y tradicional, logró dejar para el recuerdo esa ciudad que se asemejaba a las urbes europeas con las fuentes iluminadas en la Plaza de Bolívar, el estilo italiano del Teatro Colón y el ambiente paradisiaco en los alrededores donde se situó originalmente la polémica escultura La Rebeca.
Así inició, retratando la vida que transcurría en la ciudad que se transformaba a pasos acelerados y que le demandó la creación de un estudio fotográfico que fundó junto a su esposa bajo el nombre de Foto Sady, siendo éste uno de los pocos laboratorios de fotografía de la ciudad y la primera empresa independiente de reportería gráfica en Colombia.
Sady, ante la ausencia de imágenes y el aumento de hechos, se convirtió en el pionero de la fotorreportería en el país al surtir fotos a periódicos como El Siglo, La Razón, El Liberal, El Tiempo y la revista Cromos. También a medios internacionales como Life y Time.
Años más tarde fue presidente del Círculo de Reporteros Gráficos de Bogotá y ejerció como fotógrafo oficial de la Casa de Nariño durante 16 años, donde se encargó de registrar, en exclusiva, hechos históricos como la visita del papa Pablo VI a Bogotá durante el gobierno de Carlos Lleras.
El icónico registro
En los comienzos de abril de 1948 se realizó la IX Conferencia Panamericana en la que se reunieron delegados, ministros de relaciones exteriores y presidentes de las distintas naciones de América. Para aquella visita, la ciudad se engalanó en su papel de anfitriona, inaugurando y haciendo remodelaciones a grandes obras como la prestigiosa Avenida de las Américas, que con cien metros de ancho unía el Aeropuerto de Techo con el centro de la ciudad; el Palacio de San Carlos, entonces sede gubernamental; el Capitolio, lugar destinado a las sesiones de la Conferencia, y los nuevos equipos con los que se adecuó la Radio Nacional de Colombia.
Pero esta monumental reunión fue rápidamente opacada el 9 de abril cuando la violencia política estalló en lo que se bautizó como el Bogotazo. Y Sady, que cubría en ese momento la Conferencia, salió a esas calles que tanto conocía, armado con nada más que su cámara para documentar todo el horror que se vivía en la ciudad.
Fue así como logró el registro más emblemático de la época sobre el hecho que dividió en dos la historia colombiana, y dejó impactantes fotos que incluían el cuerpo sin vida de Jorge Eliecer Gaitán, tranvías incendiados, edificios destrozados, soldados atrincherados y lo que quedó de Juan Roa, el señalado autor material del asesinato del caudillo, que se muestra desnudo, masacrado y apeñuscado en un ataúd, sin tapa, bajo la mirada de la multitud.
También quedaron plasmados los hombres que con una mano sostenían una botella de licor y en la otra todo aquello que les sirviera de arma: machetes, palos, sacacorchos, cuchillos y hasta tijeras de podar, con las que manifestaban su rabia por la muerte del líder popular. Además de las imágenes de los días y noches de toque de queda posteriores al Bogotazo, las hileras de cadáveres apilados en el Cementerio Central y las personas que tuvieron la valentía de salir a las calles días después, corriendo y con las manos en alto.
Con esas icónicas fotografías, todas ellas a blanco y negro, Sady González hizo historia, probablemente sin saberlo, y se convirtió en uno de los más grandes fotógrafos de Colombia, dejando un vasto y rico legado que es, sin duda, una ventana para conocer la memoria de Bogotá.