Mucho se ha hablado sobre el estrés, las consecuencias que genera en nuestra agitada vida moderna y la forma de combatirlo. Pero qué pasaría si alguien nos dice que muchas de las cosas que creemos alrededor de esta enfermedad no son ciertas. Pues algunos expertos sostienen que la información sobre este padecimiento se ha ido distorsionando, puesto que más del 80% de la población mundial que ha sufrido o sufrirá de esta, atribuyen otros síntomas al estrés.
Con el objetivo de ayudarte a discernir mitos de realidades alrededor del estrés, e incluso los que van más allá de los síntomas, le contamos siete conceptos equivocadamente creemos que son 100% ciertos sin serlos.
Siempre es malo
De acuerdo con este mito, no sufrir estrés nos hace personas sanas y felices, sin embargo, la Asociación Psicoanalítica Americana, APA, sostiene que esta emoción para los humanos es como “la cuerda de un violín”, ya que al haber muy poca tensión, el sonido es “apagado y sin afinación”, pero de existir demasiada se vuelve “estridente” y la cuerda podría romperse. La clave es saber manejarlo, porque cierto grado de estrés nos impulsa a sentirnos productivos y de buen ánimo pero, si no se lo controla, es nocivo y potencialmente mortal.
Una forma positiva de tomar el estrés y poderlo enfocar a nuestro beneficio, es utilizarlo como motivación o empujones que a veces nos hace falta para realizar una tarea.
Está en todos lados
Este punto se puede modificar con un poco de voluntad, todo depende de la forma que queramos llevar nuestras vidas. La clave está en tomar los problemas pequeños y solucionarlos para poder atacar los más grandes, teniendo toda la atención en ellos y así evitar sentirnos abrumados y colapsados.
Hacer un listado con las prioridades de nuestras tareas diarias también ayudan a mantener el orden y bajar los niveles de estrés, ya que al saber que todo está fríamente calculado nos da la tranquilidad necesaria para disminuir los nervios y por tanto el estrés.
Sin síntomas no hay estrés
Esta es otra falsa creencia que puede atentar contra el correcto manejo de la emoción. Ocultar los síntomas con medicamentos podría privarnos de identificar las señales del padecimiento y así reducir los trastornos en sistemas fisiológico y psicológico.
Por eso es tan importante que prestemos atención a los síntomas llamados “secundarios”, como el dolor de cabeza o la acidez estomacal, ya que cuando estos se presentan sin causa aparente son indicadores claros de que el estrés está presente.
Síntomas físicos, los más graves
Los síntomas “secundarios” son de suma importancia, ya que si optamos por esconderlos con tratamientos o medicamentos, podríamos estar ignorando los gritos desesperados de nuestro cuerpo, que nos alerta que algo anda mal en nuestro organismo, sentimientos y mente. Por lo que en algunos casos se podría desatar enfermedades que atentan a nuestra vida.
Técnicas infalibles
No existen técnicas de reducción de estrés que sean eficaces para todo el mundo. Todos somos diferentes, nuestras vidas son diferentes, nuestras situaciones son diferentes y nuestras reacciones son diferentes. Lo único que funciona es un programa integral adaptado a las necesidades de las personas es el hecho de estar tranquilos y estar consiente que todo tiene una situación, ya sea a largo o a corto plazo.
Comer y beber en exceso, ¿alivios?
No obtener la nutrición adecuada puede afectar la forma en la que el cerebro procesa la información. Para lograr un cambio positivo, los expertos sugieren fijar metas que otorguen beneficios en el tiempo en lugar de las recompensas al corto plazo, las cuales pueden ser dañinas. Es por eso que se recomienda incorporar frutas y verduras, y otros alimentos que aporten a una dieta balanceada, además de mantenerse lejos del café y por supuesto de las bebidas alcohólicas.
Si las cosas mejoran, el estrés se va solo
A veces, lo que parece una tensión momentánea que depende del contexto, puede provenir de un problema más grave, como por ejemplo, un trastorno de estrés postraumático, un trastorno obsesivo compulsivo o un ataque de pánico. Tras descartar que síntomas como frecuencia cardíaca, respiración acelerada, sudoración, temblores y mareos no posean un origen orgánico y si persiste por más de cuatro semanas, se debe recurrir a un especialista.