Primera gran exposición del ‘guayanés universal’ en Nueva York, tras su retrospectiva en Salomón Guggenheim Museum en 1974.
Cuando Jesús Soto se mudó a París en 1950, la abstracción geométrica era un territorio casi que inexplorado y no pocos vieron con escepticismo sus experimentos con ‘rayitas’. Pero el maestro venezolano no desertó. Trabajó hasta que sus rayitas le dieron un lugar central en el arte latinoamericano, al revolucionar la forma en que interactúan espectador y obra.
Como muchos artistas de la región, Soto (1923 – 2005) emigró a París después de la Segunda Guerra Mundial. “Para mí la meta ideal era Francia. Allí habían nacido el impresionismo, el cubismo y allí, creía yo, debían germinar las nuevas corrientes del arte (…)”, explicó para el catálogo de su exposición de 1971en la caraqueña Galería de Arte Inciba.
Allí desarrolló la mayor parte de su obra, en la que el movimiento y la interactividad tienen un papel protagónico. Comenzó con pinturas que, a través de la repetición de formas geométricas simples, producen una sensación dinámica en quien las observa.
Esa sensación de movimiento se incrementa en sus relieves, que tiene como base el principio de la superposición. En 1953 empieza a usar el plexiglás para crear objetos tridimensionales. Sobre dos láminas de este material transparente y flexible pintó motivos abstractos en colores vibrantes y las superpuso de tal manera que los motivos de una parecieran deslizarse sobre la otra a medida que el espectador se desplaza alrededor de la obra.
Estos relieves llamaron la atención de la galerista francesa Denise René, quien en 1955 lo invitó a participar en la exposición El movimiento, que muchos toman como hito fundacional del movimiento cinético.
Al final de la década, deja de lado el plexiglás y empieza a incorporar a sus obras otros materiales extrapictóricos. A manera de principio, concibe finas estructuras metálicas que ubica sobre fondos rayados o irregulares. De la fusión de estructura y fondo resulta cierta impresión, un sutil movimiento. Nacen sus Escrituras y Cuadros vibrantes.
Durante los años sesenta se dedica a estas series, en las que también incorporó elementos colgantes –como cables que fluctúan en el especio–, hasta que concibe sus primeros Penetrables: ambientes creados a partir de tiras de plástico o metal suspendidos, a los que el espectador literalmente puede acceder. Más que antes, Soto brinda al espectador una experiencia incluyente e interactiva.
Esos primeros años del maestro en Francia son el foco de Soto: París y más allá 1950 – 1970, retrospectiva de su obra que presenta Grey Art Gallery de New York University. Esta sería su primera exhibición individual en un museo neoyorquino, tras la que organizó Salomón Guggenheim Museum en 1974.
“Disponemos de una oportunidad única para redescubrir obras pioneras del maestro, desde sus inicios hasta su consagración”, explica la curadora de la muestra Estrellita Brodsky.
La exposición resalta cómo Soto creó nuevas formas en que el espectador percibe e interactúa con la obra, logros que lo sitúa como uno de los más influyentes artistas latinoamericanos del Siglo XX y entre los más importantes del movimiento cinético a nivel internacional.
Además de delinear la “visionaria” trayectoria de Soto, la exposición muestra su influencia y dialogo con otros importantes artistas de la época, como el francés Yves Klein y el suizo Jean Tinguely.
Para ello se reunieron 50 de sus obras –entre pinturas y esculturas–, cinco de las cuales hacen parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Ciudad Bolívar, puerto con poco menos de 500 mil habitantes en la Guayana venezolana que lo vio nacer.
Este es el momento correcto, según Brodsky, para revaluar a los principales artista de la región en un contexto internacional. Nueva York ha comenzado por el más universal de los guayaneses: “Esperamos –concluye la curadora– que esta exposición contribuya a incrementar la apreciación crítica de Soto, quien es una figura central del arte de América Latina”.