La exposición del manito Gabriel de la Mora, se estará presentando desde mañana hasta el 15 de diciembre en la galería NC-arte.
Este proyecto de carácter intervencionista trata más bien de una introspección historiográfica. Tal estrategia hasta ahora poco usual en la obra de Gabriel de la Mora, parte de la investigación de archivo con la intención de encontrar narrativas culturales que enlacen Colombia y México.
El tema elegido para el despliegue de la memoria deviene del suceso político conocido como Bogotazo, en el cual fuera asesinado el líder político del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. En medio de tal coyuntura social en la que la protesta violenta irrumpiría en las calles durante tres días, Fernando Gamboa, afamado museógrafo mexicano, perpetrará un acto épico entre el heroísmo de un valiente y la virtud humanista, al colocar en riesgo su propia vida por salvaguardar el patrimonio de valor universal de su pueblo. Tal evento lo podemos constatar en la entrevista que Gamboa diera a su regreso a México, en la que narra elocuentemente su peripecia.
La entrevista se presenta en esta obra como documento: un testimonio sonoro que nos coloca incuestionablemente en relación con un hecho histórico. Sin embargo, la hazaña del narrador en colaboración con otros intelectuales colombianos, puede fácilmente inducirnos a interpretarla desde la perspectiva mítica. Desde esa óptica, la sospecha de la veracidad del testimonio nos incita a reinscribirlo tanto en un gesto poético y literario.
Las obras salvadas por Gamboa eran parte de la selección de arte mexicano que se presentaría en el marco del programa de la IX Conferencia Internacional Americana, momento fundacional de la OEA. En ese contexto el gobierno de México pretendía exhibir una significativa exposición titulada, Exposición Panamericana, en el Palacio de Comunicaciones de Bogotá.
Cuenta la historia que dicho recinto fuera incendiado durante el Bogotazo, razón por la cual sabemos que las ocho cajas con las obras de arte fueron rescatadas a tiempo. Debido a tales sucesos la Exposición Panamericana nunca se llevó a cabo. Las 138 obras seleccionadas por Gamboa nunca salieron de las cajas, y fueron devueltas a México unas semanas más tarde. Para conmemorar este hecho si no verídico cuando menos simbólico, en la exposición de los 100 años del natalicio del museógrafo, Fernando Gamboa el arte del riesgo, se incluyó en el montaje un conjunto de documentos y fetiches archivísticos relativos a la destreza del promotor cultural. Contrariamente a este despliegue expositivo tipificado por el marco oficial, el uso que de la Mora hace de este relato, alude más bien al vacío estético del evento fallido que al repertorio simbólico de los protocolos nacionalistas.
Al desplegar esta narrativa socio-cultural, Gabriel de la Mora elude el tema obvio cuando lo que se pretende es trazar relaciones estéticas y políticas entre México y Colombia: el fenómeno del narcotráfico. Tal hazaña, al revés del heroísmo del artista comprometido, trastoca lo político desde el aspecto mítico de lo fallido. En relación a la pericia de Gamboa, podríamos decir que este proyecto, más que reproducir el valor grandilocuente del gesto patriótico, recupera es aspecto invisible del sin lugar, del vacío histórico que la memoria permite imaginar. Al utilizar la “exposición que nunca fue” esta obra se vuelve un anti-monumento, ya que no celebra la destreza de la voluntad humanista, ni tampoco el valor del patrimonio salvado.
En todo caso, los símbolos que entran en juego con este proyecto historiográfico son aquellos que a nadie le importa celebrar, pues operan desde el aspecto negativo del heroísmo. Al cierre de la exposición, los documentos aquí presentados se colocaran en la caja metálica para luego empotrarla en la pared, de tal suerte que el símbolo conmemorativo de lo fallido pase de la contingencia histórica a la invisibilidad eterna.