Por: Pamela López
Periodista de EL NUEVO SIGLO
Con la muerte del maestro Leandro Díaz se fue el último de los juglares vallenatos de una generación que inspira las letras de varios artistas actuales. Sin embargo, para algunos la juglaría como tradición de esos hombres que iban de pueblo en pueblo interpretando el acordeón, cantando sus composiciones, parrandeando y dejando huella en la historia con su talento, desapareció.
Pero Celso Guerra, historiador e investigador musical, en diálogo con EL NUEVO SIGLO dijo que tan solo se transformó, “Leandro dejó un gran legado, pero todavía quedan juglares porque está el maestro Calixto Ochoa, que es poseedor de más de mil canciones, está Nafer Durán, hermano de Alejandro Durán, que es compositor y acordeonero; y también está José Vicente Munive, que aunque están en condiciones propias de su edad mantienen vigente el legado”.
Amantes de la música vallenata recordaron el sábado, con la partida del maestro Díaz, aquel día de 2009 en el que Rafael Escalona se despidió; el 2005, fecha en la que Emiliano Zuleta también le dijo adiós a esta tierra; y 1989, cuando Alejo Durán respiraba por última vez. Para muchos la juglaría llegó a su fin no solo por la muerte de estos grandes intérpretes, sino por el vago recuerdo y el poco sentido de pertenencia que tienen las nuevas generaciones hacia esta tradición que hace parte del folclor nacional.
La pregunta ahora es ¿Qué pasará con la juglaría?, el maestro Leandro Díaz en entrevista con este diario en febrero, aseguró que para no dejar perder esta tradición hay que “seguir produciendo buena música, pero eso es muy difícil porque a los artistas locales no se les tiene en cuenta, se valora más a los de otros países. Por ejemplo: ya no escuchamos la música de los Corraleros del Majagual, ni de Lucho Bermúdez o Pacho Galán, gente que dejó aires para que se siguiera, pero todo ha cambiado por la falta de aprecio”.
Por otro lado, para Celso Guerra “En Valledupar sí tenemos ese sentido de pertenencia por esa tradición, además por la cantidad de juglares que hay; pero con el paso del tiempo esa práctica fue cambiando y como dijo José Alfredo Jiménez “las edades pierden las costumbres” entonces la juglaría no es lo de antes, porque ahora cada quien tiene su especialidad. Lo que pasa es que los juglares antes tocaban acordeón, componían y cantaban; ahora, esa juglaría se ha dividido en cinco ramas, porque está el que toca acordeón y solo se dedica a su instrumento, está el que compone y está el que canta, mejor dicho: cada quien ejerce su papel. Además, la música vallenata antes era de pueblo y ahora es más urbana, pues antes los compositores eran iletrados, en cambio ahora son médicos o abogados. Por estas razones decimos que la juglaría se transformó.
Para Arminio Mestre, profesor de la Universidad Distrital y conocedor del folclor caribe, “el concepto de juglares está en discusión, pero sin lugar a dudas la partida de Leandro Díaz deja un gran vacío en la música de la región Caribe y en la composición vallenata, porque Díaz fue un gran compositor de merengues, de paseos y es quizás el cantautor que pudo crear esos temas bajo la construcción de la descripción, que hoy en día es muy difícil de encontrar. Es que Leandro, en palabras de Gabriel García Márquez, era una especie de patriarca mítico, pues puso en alto la poesía”, le comentó a EL NUEVO SIGLO.
Es seguro que en Colombia aún quedan grandes compositores, como los nombrados por Guerra, que ya no se ve a ese “poeta de canciones” de pueblo en pueblo dando a conocer sus composiciones y que son pocos los temas con ese aire característico de la juglaría. Lo único seguro, tal vez, es el hecho de que el folclor nacional y los colombianos deben reivindicar sus lazos con esta práctica antes de que desaparezca definitivamente, “la radio y la tv colombiana solamente hablan de nuestros artistas cuando mueren e incluso algunos personajes que están encargados de programar música vallenata no saben quién es Calixto Ochoa o Héctor Zuleta, y hacen pensar que lo único que vale ahora es lo que cantan los músicos actuales. Por otro lado, para mí llegará el día en que los cantautores interpreten sus propios temas, porque como le dijo alguna el mismo Leandro Díaz a Alberto Salcedo Ramos: si esos compositores solo inventarán las historias no habría problema, pero es que ellos quiere reemplazar las verdaderas historias por canciones que son un invento…Yo no crítico a los que inventan, después de todo cada quien elige como hacerlo. A mí, particularmente, no me importa un tema que no ha sucedido” concluyó Mestre.