Los amantes de las joyas aprecian los colores irisados y el lustre sin igual de la perla de Tahití. Pero esta bolita de nácar, pilar de la economía de la Polinesia Francesa, es vulnerable al cambio climático.
"Seríamos mucho más felices si no tuviéramos que gestionar el calentamiento climático: la naturaleza se adapta siempre pero vamos a tener que tomar medidas", suspira Teva Rohfritsch, ministro polinesio de la "Economía Azul".
La perla llamada "de Tahití", por pura voluntad de "marketing", nace a varios centenares de kilómetros de esta isla del archipiélago de la Sociedad: la "pinctada margaritifera", especie de ostra perlera, se cultiva en las lagunas de las Islas Tuamotu-Gambier.
Si bien oficialmente 1.300 personas trabajan en las granjas de perlas, el sector comprendería más bien entre 5.000 y 8.000 personas y permite que estos atolones aislados conserven su población.
La perla ha reportado unos 73,7 millones de euros a la Polinesia Francesa en 2014, equivalentes a un 69% de sus ingresos por exportaciones de bienes. Ventas realizadas esencialmente a Hong Kong (49%) y Japón (46%).
La amenaza que pesa sobre esta actividad la toma muy en serio el Gobierno polinesio, que ha lanzado un programa de investigación y desarrollo cofinanciado por los actores privados del sector.
Los científicos se concentraron en la "pinctada", primero hace unos 15 años para trabajar la calidad y los tonos de la perla (rosado, berenjena, azul, verde, champán y gris) y desde hace poco para encontrar remedios contra el cambio climático.
Este cambio provoca "una subida de la temperatura y una acidificación del agua: ¿podrá sobrevivir la especie?", se pregunta Gilles Le Moullac, investigador en Vairao del Centro del Pacífico del Instituto Francés de Investigación para la Exploración del Mar (IFREMER).
En las instalaciones del centro, las ostras se sumergen en baños que corresponden a las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución Climática (IPCC, por sus siglas en inglés) en términos de evolución del PH marino de aquí a 40-50 años y de aquí a un siglo.
- ¿Desplazarse hacia el sur? -
Los resultados son alentadores: "No se ha comprobado ningún impacto en el crecimiento de la perla", asegura el fisiólogo, que "piensa que potencialmente se encuentra a resguardo en la bolsa perlera" aunque la concha de la ostra se fragilice.
En cambio, la subida de la temperatura del agua parece más inquietante. La "pinctada margaritifera" registra su mejor funcionamiento fisiológico con 28,7°C, "es su punto óptimo", subraya el científico. También en este caso, las previsiones del IPCC se someten a prueba y "a +2°C de calentamiento del agua, las ostras pasan la mayor parte del tiempo por encima del punto óptimo y eso no es bueno", resume, y recuerda que la temperatura mortal se sitúa a 34°C.
Y "la temperatura del agua es fundamental: el agua en las Islas Gambier es más fresca y eso da una calidad de lustre superior a las de Tuamotu aunque la fabricación de la perla tarde más, entre 22 y 24 meses contra 16 a 18 meses", explica por su parte Aline Baldassari, presidenta de la asociación de promoción de la perla y negociante.
A estas amenazas se suman episodios de crecimientos de algas que han asfixiado literalmente lagunas y han resultado fatales para las madreperlas, como en el atolón de Takaroa en 2013-2014.
Las investigaciones arrancaron en Vairao después de esta hecatombe que conmocionó el sector del cultivo de perlas para llegar a determinar si esta proliferación de microalgas está relacionada con el cambio climático o a la actividad de los cultivadores de perlas, entre explotación excesiva y mala gestión de los residuos en las lagunas.
Entre las adaptaciones barajadas emerge la idea de trasladar la actividad de las Tuamotu -"si se han calentado demasiado"- a las Islas Australes, más al sur. "Las aguas tienen algunos grados menos y las lagunas están disponibles", avanza Bran Quinquis, consejero interministerial para cambio climático.
Otra solución menos drástica podría venir de las Islas Marquesas, a unos 1.600 km de Tahití, en el noreste de la Polinesia Francesa. El Centro de Investigaciones Insulares y Observatorio Medioambiental (CRIOBE) encontró allí una subespecie de la "pinctada margaritifera" adaptada a aguas más cálidas. "Esto da mucha esperanza", dice Quinquis.