“La gente no tiene ni idea de lo que pasa por aquí”, dice Christian Montoya, director artístico y bajista de la agrupación Omacha de Leticia, Amazonas; y es cierto. Leticia es una ciudad al sur de Colombia que queda justo en el punto donde se unen las fronteras con Perú y Brasil.
“Estamos ubicados en una frontera muy especial porque es una triple frontera habitada. Muy pocas hay así en el planeta. Aquí confluyen las culturas de los tres países, se mezclan y forman una sola nación, que es la Amazonía, y lo que busca nuestra música es contar esas historias", señala Christian, quien agrega que pese a estar tan cerca de Perú y Brasil, esa especie de isla rodeada de selva, en vez de mar, es como una sola nación. “Te sientes más como ciudadano de la Amazonía que busca exportar sus productos al interior de cada país”.
Fusión transfronteriza
Omacha es un grupo de nueve personas que se ha convertido en el símbolo de la música amazonense. Nació en un formato más moderno y con el objetivo claro de sonar en el interior de los tres países en 2018, luego de ganar el Festival Internacional de Música Popular Amazonense Pirarucú de Oro. Ese año decidieron cambiar al grupo y agregarle nuevos instrumentos como un bajo eléctrico, los vientos (saxofón y trombón) y cambiar su imagen.
Antes de eso, la agrupación solo ensayaba para este reconocido festival y se consolidó como grupo de murga amazonense. La murga es un formato que tuvo auge en los años sesenta en esta región. “Era una especie de laboratorio donde los músicos amazonenses experimentaban con la música que llegaba por el río Amazonas. Las murgas buscaban replicar esos sonidos, pero usando los instrumentos que se tenían a mano, como la dulzaina o armónica, la guacharaca y la caja vallenata”, explica Christian.
Por el río llegó la música caribeña colombiana: los porros y las cumbias que sonaban en las galas de la Armada. También llegaron ritmos selváticos del Brasil, como el carimbó y el xote, y los valses del Perú. Omacha busca traspasar las fronteras musicales, así como lo hacen sus habitantes entre los límites de cada país. “Queremos contarle al mundo lo que pasa acá. Cómo se puede desayunar en Brasil, almorzar en Perú y cenar en Colombia. O una persona puede tener su papá peruano, su mamá brasileña y él ser colombiano. Eso hace muy especial la música de este territorio y es lo que tratamos de difundir”, asegura Christian.
Por ejemplo, Selva Encantada, el sencillo que lanzaron a finales de noviembre de este año, es una canción de Welton Reis, un reconocido cantante brasileño de la región, a quien ellos mismos de pequeños escuchaban en la radio y veían en los festivales. Durante la pandemia del coronavirus le plantearon la idea de crear una versión más moderna y de fusión transfronteriza. La letra está tanto en portugués como en español, la guitarra lleva el ritmo de carimbó brasileño y el bajo tiene influencia del porro colombiano.
Mitología tikuna versión pop
Omacha quiere decir “delfín rosado” en lengua tikuna y hace referencia a la especie endémica de delfines del río Amazonas, que está en peligro de extinción y que se ha convertido en símbolo de la región. Según la tradición mitológica del Amazonas, el delfín rosado se transforma en un hombre elegante, al que llaman Yacuruna, que encanta a las indias más bellas para embarazarlas en el fondo del río. Cuenta la leyenda, además, que este personaje por arte de magia puede convertir una mantarraya en su sombrero, para ocultar el orificio que tienen los delfines en la parte superior de la cabeza.
Las canciones La leyenda del Bufeo y Misterios del Amazonas narran la historia de este ser mitológico. De este tipo de fábulas tratan las letras de las canciones de Omacha. Por ejemplo, La isla de la fantasía cuenta cómo una isla que está en el río en realidad es el lomo de una serpiente, tal vez la misma que se abrió paso entre la selva y trazó el cauce del río más largo y caudaloso del mundo. “La música popular amazonense se caracteriza por la cotidianidad, por contar esas historias”, explica Christian.
Montoya nació en esta selva, pero desde muy pequeño se fue al interior de Colombia a estudiar. Volvió cuando culminó sus estudios universitarios para ser parte de una gira de los mejores grupos amazonenses por todo el territorio colombiano que lo llevó hasta San Andrés y Providencia, las islas más al norte en el mar Caribe. Generalmente cuando terminaban de tocar, siempre les preguntaban dónde podían escuchar su música, y la respuesta era la misma: “En Leticia o cuando volvamos”.