En el norte de Europa cada vez nacen menos bebes, un problema que en el futuro afectará su productividad
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"¡NORUEGA necesita más niños! No creo que necesite haceros un dibujo". Bromas aparte, la primera ministra noruega ha puesto el foco en un problema grave: cada vez nacen menos niños en el norte de Europa.
Otrora un territorio de fertilidad en el Viejo Continente, que nunca antes había merecido con tanta razón ese apelativo, la región nórdica está afectada por una bajada de la tasa de natalidad. Un fenómeno que amenaza a su preciado modelo social, vertebrado por la solidaridad entre generaciones.
"En las próximas décadas, tendremos problemas con este modelo", advirtió Erna Solberg en su discurso de Año Nuevo a los noruegos. "Habrá menos jóvenes para soportar el peso, cada vez más pesado, del Estado del bienestar".
Tanto en Noruega como en Finlandia o en Islandia, la fecundidad cayó a su mínimo histórico en 2017, con entre 1,49 y 1,71 hijos por mujer. Unos años antes, esa tasa rozaba el nivel requerido (2,1) para que se renueven las generaciones.
"En todos los países nórdicos, empezó a bajar en los años que siguieron a la crisis financiera de 2008", señaló Trude Lappegård, socióloga en la universidad de Oslo. "Hoy, la crisis financiera ha terminado pero [la tasa de fertilidad] sigue bajando".
De Copenhague a Cabo Norte, de Helsinki a Reikiavik, la demografía parece constante: las familias numerosas son menos numerosas y las mujeres esperan más tiempo antes de quedarse embarazadas por primera vez.
No hay una única razón que explique la tendencia, pero la incertidumbre económica y la subida del precio de la vivienda tienen algo que ver.
A largo plazo, esto conllevará menos activos en esas sociedades envejecidas que puedan asegurar la financiación de las generosas prestaciones sociales. Especialmente, los largos permisos de paternidad o maternidad, que pueden durar hasta 480 días, como ocurre en Suecia.
¿Recompensar a las madres?
Pero, dependiendo del experto, el diagnóstico y la receta cambia. En Noruega, un economista preocupado por los efectos de la desaceleración demográfica en el crecimiento, sugiere dar 500.000 coronas (50.000 euros) a las mujeres en ahorro para la jubilación por cada nacimiento.
Otro defiende, en cambio, que se presupueste 1 millón de coronas para las noruegas que lleguen a los 50 años sin haber tenido hijos, destacando que también estos suponen un coste para la sociedad.
Algunos municipios finlandeses ya han echado mano de la caja para estimular la actividad bajo el edredón. Así, Miehikkälä (2.000 habitantes) ofrece 10.000 euros por cada bebé que nazca y se críe en el pueblo.
"El número de adultos sin niños aumenta rápidamente y el de las mujeres con tres, cuatro o más, baja. Un retroceso así es inédito en la Finlandia moderna", subrayó Anna Rotkirch, socióloga en una organización que trabaja con familias.
En Dinamarca, Copenhague decidió dirigirse a los hombres, que a menudo tienen menos prisa que sus parejas por tener niños, con una campaña sobre la degradación de la calidad del esperma ligada a la vejez.
El aporte de la inmigración
En este contexto, la inmigración puede suponer un salvavidas. O una amenaza, según puntos de vista.
Aunque Suecia no escape a la tendencia a la baja, presenta una fecundidad todavía relativamente alta respecto a la escala europea, siendo la segunda de la UE por detrás de Francia, con 1,85 hijos por mujer en 2016.
Con una larga tradición de país de acogida, Suecia se lo debe en gran parte a los inmigrantes, que en general tienen más hijos que la media, un fenómeno que se transmite de generación en generación.
Con 2,6 hijos por mujer en los últimos años, Aneby, una pequeña localidad del sur, es uno de los pueblos más dinámicos del país, a causa de su apertura hace dos décadas.
"Aneby recibió unos 225 eritreos a principios de los 1990 y, muy poco después, refugiados de los Balcanes. 1994 fue un récord en términos de demografía para el pueblo", explicó a la AFP Ola Gustafsson, responsable municipal. Pero esta contribución por parte de las minorías también despierta temores.
El exministro de Justicia, el populista Per-Willy Amundsen, causó revuelo en Noruega al defender que se reduzcan los subsidios familiares después del tercer hijo. Y esto, según él, para contener a los somalíes, que tienen "una producción de nacimientos" más elevada "que los Noruegos de pura cepa".