Por Sue De la Hoz S.
Periodista El Nuevo Siglo
A diferencia de muchos niños que están convencidos de querer ser astronautas desde que tienen uso de razón, sin importar el lugar donde vivan y mucho menos el estrato social al que pertenecen, Rodolfo Neri Vela, el primer latinoamericano en viajar al espacio en un transbordador nunca pensó en estar fuera de órbita.
A sus 63 años, Neri, el primer mexicano en hacer parte de la Nasa, conserva intactos los recuerdos del viaje que no solo le cambió la vida sino que lo daría a conocer como científico y embajador académico latino. Una responsabilidad que llevado con orgullo desde aquel 26 de noviembre de 1985, cuando emprendió la misión espacial.
Pero ocupar tan importante lugar en la nave Atlantis no fue sencillo. “En 1969 yo era adolescente y claro que me interesé por la ida del hombre al espacio (1961), los primeros astronautas, pero no me hizo soñar con ser uno. Me maravillaba más cómo podíamos ver los acontecimientos de manera casi inmediata por la televisión. Entonces me dije: esto es lo que quiero ser, ingeniero en telecomunicaciones. Trabajaba de día para reunir dinero y pagar mis estudios nocturnos. Pero todo no fue estudio, claro, y eso sí, cero aburrimiento.”, recuerda Neri.
Antes de dictar cualquier conferencia que le asigna la Nasa en cualquier lugar del globo, siempre hace esta presentación en la que sobresale su sencillez.
“Cuando terminé la carrera empecé a buscar becas para seguirme preparando. El Reino Unido me otorgó la beca para mi maestría y México para mi doctorado. La Nasa hizo una convocatoria, me inscribí y me preparé mucho, cumplía con los requisitos pero era consciente de que podía no pasar. Después de las pruebas regresé a México y al poco tiempo el presidente recibió una carta con la noticia de que me habían aceptado”.
Dudas espaciales
Luego de un breve recorrido por sus inicios, Rodolfo empezó a responder, aún sin que el auditorio esbozara verbalmente las preguntas. “¿Y qué se siente estar en el espacio? Lo primero, desaparece la fuerza de gravedad. Los fluidos de las extremidades inferiores se concentran en el tórax y en la cara, te vas a ver hinchado y con las piernas flacas. La columna se estira, es decir que creces cinco centímetros porque los fluidos entre las vértebras se expanden, pero no se emocionen que al llegar a la Tierra todo vuelve a la normalidad (risas). El cerebro detecta el exceso de líquidos y manda la orden de evacuarlos, un astronauta siempre va a sentir ganas de orinar constantemente, razón por la cual se deshidrata.
Por otro lado, existe algo que se llama el ‘síndrome del espacio’, un mareo terrible que experimenta uno cuando está en órbita. El 90% de los astronautas vomitan, por lo que a bordo siempre disponemos de bolsas para el mareo… y hay que ser rápidos y efectivos porque todo flota en el espacio”, refiere el científico mexicano con cierta jocosidad.
Diferente a lo que suelen mostrar las películas, tener un trabajo fuera de este mundo no es cosa sencilla y existen muchos mitos en torno a dicha labor. “Una vez que el cuerpo se estabiliza, pierdes aproximadamente dos litros de sangre. Para evitar una descompensación al volver a la Tierra, antes de salir de órbita nos hacen tomar dos litros de agua salada con el fin de retener los líquidos en el descenso. Cabe resaltar que al llegar es muy difícil ponerse de pie, uno se siente como de plomo. Pasada una hora desde el aterrizaje, y luego de que un médico revisa a cada integrante del equipo, estamos listos para salir de la nave”.
Grandes misterios
Llegó el momento en que Rodolfo Neri Vela atendió las miradas inquietas del auditorio y explicó dos interrogantes que ocuparían la mente de cualquier curioso. “¿Qué se come en el espacio? Sí hay pastillitas y cápsulas pero no es lo único que comemos. Se diseñó una comida especial, deshidrata a la que se le agrega agua media hora antes de ser ingerida. La comida se servía en unas bandejas con imanes, las poníamos en las piernas y sujetábamos para que no saliera flotando.
Y el baño… todos se preguntan lo mismo. Ya sabemos que en el espacio todo flota, por lo que hay que tener cuidado (risas). Es un cubículo especial, hay una manguera para los desechos líquidos y una especie de escotilla para los sólidos. Por higiene cada astronauta tiene una boquilla o embudo personalizado que adapta a la manguera cuando necesita orinar. Para usar el baño hay que sujetarse primero los pies, colocarse peso en las piernas para no flotar, apretar un botón para que la escotilla y manguera empiecen a succionar todo lo que se expulsa. Todos los desechos se guardaban y al regresar a la Tierra se incineraban. La orina se reciclaba y trataba para convertirla en agua potable”.