Un abanico de expresiones artísticas populares se evidencian a cada paso que se dé por Ayacucho, ciudad del centro sur del Perú, ha sido recientemente declarada por la Unesco como “Ciudad Creativa” en la categoría de “Artesanías y arte popular”, en cuyo seno se mezclan la tradición del arte ancestral indígena con las manifestaciones artísticas llevadas por los españoles en la conquista, las cuales se evidencian en los “Nacimientos peruanos”, pesebres hechos en diversos materiales que se exponen en el Museo Mercedes Sierra de Pérez-El Chicó hasta el 12 de enero.
Esta exposición que se inauguró a comienzo de diciembre en colaboración del museo con la Embajada del Perú, reúne obras de 20 artistas ayacuchanos de diversas zonas de esa ciudad que han desarrollado diferentes técnicas artísticas como los retablos considerados como una de las expresiones más sorprendentes del arte ayacuchano, antiguamente llamados “cajas de San Marcos” o “Cajas de San Antonio” pues su origen se remonta a los altares portátiles que llevaron los españoles a manera de evangelizar a los nativos del nuevo mundo.
Es así como se puede apreciar durante el recorrido pesebres hechos en piedra de Huamanga, material proveniente de los yacimientos de alabastro de la ciudad; cerámica de Quinua, poblado ubicado en la provincia de Huamanga que utiliza técnicas de la cultura Wari, así como textiles, tablas de sarhua y hojalatería.
Para su apertura, esta exposición contó con la con la presencia del artesano retablista Noé Pizarro quien explicó cada una de las técnicas utilizadas en las obras. Así mismo, se impartieron recorridos guiados y una clase demostrativa de la técnica usada en los retablos.
La muestra escogió como escenario la hacienda colonial Mercedes Sierra de Pérez El Chicó, fundada en 1620 como la quinta privada de Juan de Olmos y su esposa Catalina Caicedo. A su muerte, la vieja casona empieza a pasar por un legado de generales, hasta que en 1911 el terrateniente antioqueño Jesús María Sierra o mejor conocido como Pepe Sierra, logra comprar parte de los terrenos.
El antioqueño tuvo ocho hijos junto con Zoraida Cadavid. Pese a ser una persona con poca educación, propiamente un campesino, se destacó por esa visión amplia a la hora de hacer negocios, principalmente con lo que tuviera que ver con el manejo de tierra y el bien raíz. En su testamento, decide dejar la hacienda el Chicó (nombre que se le otorga a la hacienda desde sus orígenes, por Chicú que en lenguaje muisca significa nuestro aliado) a uno de sus hijos; la señora Mercedes Sierra de Pérez.
También antioqueña, dedicada a la minería, el comercio y la construcción, Doña Mercedes fue conocida entre sus allegados como una persona visionaria, al igual que su padre, en el ámbito de los negocios. Extravagante y exótica por su manera de hablar, vestir y decorar su casa, fue amante de la arte decorativa y recordada por ser una persona carismática.
A través del recorrido por la vieja casona, sus visitantes podrán apreciar los bienes legados por la señora Mercedes Sierra de Pérez, a través del paso por las 10 salas habilitadas y la capilla, en donde se puede observar todo tipo de objetos provenientes de los viajes que realizaba Doña Mercedes por los cuatro continentes, además de la amplia variedad de objetos que varía desde cristalería, vidrio, porcelana, cerámica, textiles, orfebrería, madera hasta una serie de salas ambientadas que representa un discurso claro sobre el devenir de su vida cotidiana.