Música y Navidad: un legado inigualable | El Nuevo Siglo
CORELLI y Berlioz, dos genios de la música
Foto Montaje El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Diciembre de 2020
Emilio Sanmiguel

Esto no es sobre Villancicos. Porque la idea de relacionarlos con la Navidad es relativamente reciente. Originalmente, a mediados del siglo XIV, se acercaban a eso que pomposamente llaman música urbana, era música de la villa, o de los villanos. Amaneciendo el s. XVII empezó a asociárseles con la Navidad, consta en El Quijote: “Grisóstomo, el difunto, fue grande hombre de componer coplas; tanto, que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor.



Durante la larga noche medieval, claro que hubo música para la Navidad. Pero no como la nuestra, alegre y festiva. Las celebraciones de Adviento iban del 25 de diciembre al 6 de enero y venían precedidas de un mes de ayuno, más parecidas a la Cuaresma que a las parrandas de hoy… ya veremos qué pasa esta noche. Se trataba de prepararse para el nacimiento del Mesías, que venía al mundo para redimir del pecado y no para andar de fiesta. La música estaba a tono con las circunstancias: las Misas de Navidad gregorianas, son preciosas, pero en las antípodas de lo festivo.

En la antigua Roma, el 25 de diciembre se celebraba el Natalis Solis Invicti, Nacimiento del Sol invicto, Apolo, hijo favorito de Zeus. Y entre el 17 y el 24 las Saturnalias, época para decorar las casas con vegetación y velas; entre familiares y amigos había regalos. Las fiestas en el foro eran multitudinarias y, desde luego, música, porque al igual que los griegos, los romanos no concebían fiestas sin música. Pero no sabemos cómo sonaba.

Hoy, ni Misas gregorianas de Navidad ni Villancicos, que los hay bellísimos, como Stille Nacht, heilige Nacht, el más famoso de todos, Noche de paz, noche de amor del austriaco Franz Xaver Gruber de 1818, o White Christmas de Irwin Berlin de 1940, Navidad blanca. Porque ya me dirán lo que puede ser un invitado a la cena de esta noche, con sus tragos entre pecho y espalda y entusiasmado con Tutaina tuturuma, Tutaina tuturumaina o, peor, resuelto a que Con mi burrito sabanero voy camino de Belén… eso no hay tamal ni pernil que lo resista.

El concierto de Navidad de Corelli

El italiano Arcangelo Corelli (Fusignano, 1653 – Roma, 1713) es uno de los grandes del barroco. Por su música preciosa, por ser precursor de la Sonata preclásica, base de los futuros Mozart, Haydn y Beethoven, por la consolidación del Concerto grosso, de donde derivan los más famosos Conciertos de la historia y porque como violinista sus aportes a la técnica interpretativa fueron monumentales.

Cuando se estableció en Roma, fue protegido del Cardenal Pietro Ottoboni, sobrino del papa y protagonista de la vida musical romana y de la reina Cristina de Suecia, en cuyo palacio romano ocurría lo propio.

Ottoboni, hombre de palancas, recibió las órdenes menores a los 22 años, simultáneamente su tío, Alejandro VIII, lo nombró cardenal y enseguida lo nombró Secretario de Estado y Gobernador de Fermo, Tivoli y Capranica; la magnificencia de su corte fue legendaria, se convirtió en mecenas de poetas, pintores y especialmente músicos.



Entre sus protegidos Georg Friedrich Händel, Alessandro Scarlatti y Corelli, a quien encargó una colección de Concerti Grossi -dicho sea de paso, eran la última moda en materia musical- que ha llegado a nuestro tiempo como 12 Concerti op. 6. El n°8 en Sol menor nos interesa: Fatto per la notte di Natale, escrito para la noche de Navidad, para ser interpretado a lo largo de la ceremonia religiosa de la noche, no en tres movimientos, sino en 6, el último de ellos da la clave, Largo. Pastorale ad libitum, un final tranquilo, que desde luego alude a los pastores que adoraron a Jesús.

De Corelli, es su composición más popular.

Bach, un  oratorio para la Navidad

Para la Navidad de 1734, en Leipzig, Johann Sebastian Bach (Eisenach, 1685 – Leipzig, 1750) escribió la colección de 6 Cantatas que, por su coherencia interna se conocen como Oratorio de Navidad BWV248. En vida del compositor sólo se interpretó en dicho año.

La palabra Cantata no es la adecuada para las 6 partes que constituyen el Oratorio por la presencia de un narrador, encargado de la parte del evangelista. Lo original es que se interpretó, no en una jornada, sino en los 6 días más importantes de la época navideña, entre el 25 de diciembre y 6 de enero. Hoy en día, como obra de concierto se recorre completa y asombra, claro, su magistralidad y su sentido de unidad, desde el sorprendente coro inicial con el protagonismo de la percusión hasta el festivo final, con los jubilosos solos de la trompeta.

Cada una de las 6 partes tiene un objetivo muy claro: Nacimiento de Jesús, El aviso a los pastores, Adoración de los pastores, Circuncisión u bautismo de Jesús, Viaje de los Reyes Magos para terminar con La adoración de los Reyes Magos.

Berlioz y su infancia de Cristo

Del más grande de los compositores románticos franceses, Hector Berlioz (Côte-Saint-André, 1803 – París, 1869) uno esperaría cualquier cosa menos un Oratorio para la natividad.

Berlioz sugiere mejor la visión enfermiza del poeta que asesina a la amada en la Sinfonía Fantástica o los sonidos orgiásticos de Harold en Italia, las visiones apocalípticas del Réquiem, la sensualidad de La noches de estío o el fresco monumental de la epopeya de los Troyanos antes que la ternura de esa joya musical que él mismo tituló Trilogía sacra. La infancia de Cristo.

Génesis extraña la de una obra que nació a partir de un breve coro, El adiós de los pastores a la Sagrada Familia que escribió una tarde de 1850 en casa de su amigo el arquitecto Joseph-Louis Duc y que firmó como Pierre Ducré, maestro de música de la Saint-Chapelle,1679.

El breve coro tuvo tal acogida que resolvió revelar que era suyo y ampliarlo, poco a poco, hasta que cobró la forma definitiva en 3 partes: El sueño de Herodes, La huida a Egipto y La llegada a Saís. La primera retrata el abatimiento del rey de Judea a quien los adivinos advierten la inminencia del nacimiento de Jesús y su decisión de matar los recién nacidos. En un gesto de genial dramatismo, Berlioz pide un silencio absoluto que debe durar entre 8 y 9 compases, es el umbral para dar paso a la Escena del nacimiento, que no voy a perder tiempo describiendo, ni su música ni las palabras de la Virgen: Dios mismo debió llevarle la mano para estampar las notas sobre el papel pautado.

Massenet y una trágica Navidad

Turno para la ópera.

De las óperas de Jules Massenet (Saint-Étienne, 1842 – París, 1912) Werther, inspirada en Los sufrimientos del joven Werther de Goethe de 1774, es hoy en día la más popular y representada. Antes era Manon.

Popularísima porque ofrece al tenor un personaje complejo y musicalmente uno de los más ricos y lucidos: el Tristán francés.



Durante el acto I, los hermanos de Charlotte, en el sopor del verano ensayan el villancico que cantarán en la navidad: Noël!, Noël!, Noël! Jésus vient de naître, gritan desordenadamente los niños; cuando aparece la hermana que reemplaza a la madre muerta, la música se torna dulce. Werther mira extasiado, luego parte con la muchacha a un baile.

La historia se sabe: se enamora de Charlotte, ella le corresponde pero es un amor imposible: en el lecho de muerte prometió a su madre casarse con Albert. El día de navidad -diferente a la novela- Werther nuevamente confiesa a Charlotte sus sentimientos, ella acepta también amarlo, pero está casada. En la noche se dispara un tiro, Charlotte llega, le acompaña a morir. A lo lejos se oyen las voces de los niños cantando: Noël!, Noël!, Noël! Jésus vient de naître.