CUANDO trabajaba apasionadamente, como todo lo que hacía en el mundo artístico en que se sumergió desde hace décadas, un infarto fulminante apagó la vida de creador y director esloveno, Tomaz Pandur.
Con 53 años, este hombre grande del teatro y quien desde hace años residía en Madrid, se encontraba en este momento en Macedonia ensayando lo que iba a ser su próximo montaje: una arriesgada y personal visión de la icónica obra de Shakespeare, el rey Lear.
La puesta en escena estaría en pocas semanas en el Teatro Nacional de Skophe, y la adaptación de la misma la había realizado con su más estrecha colaboradora, su hermana Livia, quien estaba junto a él al momento del deceso.
Anamarta de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro, expresó su tristeza por el fallecimiento de quien calificó como un gran amigo y artista.
“Algunos directores y actores que han crecido junto, y también de manera paralela, al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Uno de ellos, Tomáz Pandu,. El primer viaje de Tomáz a Bogotá lo recuerdan mucho quienes tuvieron la fortuna de ver Scheherezade con una puesta en escena atrevida, llena de una estética que después se hizo muy familiar para un público que fue siempre su público. Después de Scheherezade vinieron El Infierno (tal vez la más recordada por el uso audaz del agua y por un final épico),100 Minutos, Barroco, Calígula, Medea y, en esta última edición, un Fausto lleno de madurez y de profundidad”, dijo Pizarro.
Agregó que “todas esas obras quedan en nuestra memoria pues nos ayudaron a ver y a entender lo que es el gran teatro. Lo que lastimosamente nos deja en el deseo solamente son los proyectos que tenía Tomáz en sus manos. Para el 2018 iba a traer uno de sus sueños más persistentes: Cien años de soledad. Ese es uno de los problemas del genio, cuando nos dejan se llevan consigo lo que no alcanzaron a realizar y quedamos con la emoción soñada”