Para el pueblo guambiano, también llamado misak, el agua es una reunión de seres vivos en la que la laguna, el río, el páramo, el aguacero y el viento son esenciales para la vida. Los moropik trabajan con el agua y negocian permanentemente con estos seres, a los que pertenece taita Juan Bautista Ussa, el moropik que plasmó en sus pinturas las indicaciones recibidas de Pishimisak, el dueño de todo, las cuales son exhibidas en el Museo Nacional hasta el 26 de enero.
Las pinturas, creadas durante las décadas de 1980 y 1990 en su casa, ubicada en la vereda Peña del Corazón, municipio de Silvia, en el departamento del Cauca, salieron de Guambía a finales del siglo XX gracias a la gestión de la antropóloga Sandra León y fueron expuestas en la Universidad Nacional de Colombia, el Jardín Botánico José Celestino Mutis y la Universidad del Tolima.
El antropólogo Luis Guillermo Vasco conoció al taita Ussa en esos años, mientras realizaba actividades solidarias con la lucha indígena. Vasco adquirió paulatinamente las obras exhibidas en esta sala, las cuales, gracias a su donación, hoy forman parte de las colecciones del Museo Nacional. Los textos que acompañan las quince pinturas en la sala de exposición son producto de los trabajos de Vasco, León, los taitas Misael Aranda, Abelino Dagua y la profesora Mercedes Tumiñá.
El trabajo guambiano
En las peñas y lagunas de los páramos del valle interandino, situado entre las cordilleras occidental y central de Colombia, los moropik acompañan diferentes trabajos. Participan en el refrescamiento de bastones de mando, la recolección de plantas para la curación, el tejido, la música y la pesca, de esta manera le recuerdan a la gente sus orígenes y deberes.
La comunidad guambiana vive una intensa relación ecológica e histórica con el territorio. De allí que Aranda, Dagua y Vasco mencionen que “los guambianos somos nacidos de aquí, de la naturaleza, como nace un árbol; somos de aquí desde siglos, de esta raíz. Nuestros mayores lo saben hoy como lo han sabido siempre; saben que no somos traídos”.
El andar del pueblo
La vida cotidiana de los guambianos está marcada por un constante caminar. Para ellos, el territorio es vida y movimiento. Los encuentros constituyen el tiempo de andar juntos. En fiestas y mingas, mujeres, hombres y niños comparten y celebran la vida al son de flautas y tambores, además de conmemorar la lucha ancestral por la recuperación del territorio. Porque quien recupera el territorio lo recupera todo. Gracias a esto, hoy hay más lugar para habitar, criar ganado, sembrar, enseñar la tradición y andar la historia.
La labor del taita
La palabra moropik está formada por morop, que significa trabajar; pi, traducido como agua; e ik, la expresión que da sentido de actor. En esta forma, todo moropik es un trabajador con el agua, pero algunos, como el taita Juan Bautista, están especializados en el trabajo más específico con ella y con sus seres. Es decir, tienen el poder de atraerla, alejarla, transformarla, hermanarse con ella, etc.
De este modo, pueden hacer que llueva o deje de llover, pueden sembrar el agua, creando ojos de agua o lagunas en donde no las hay inicialmente, así como manejar los vientos asociados al aguacero y el páramo.
El sueño del moropik
Pishimisak, el habitante del páramo y es el dueño de todo en el mundo guambiano. En el sueño indica cómo curar a las personas y da señas que pueden ser interpretadas por los moropik. A través de la piedra del rayo, Pishimisak le indicó al taita Ussa que pintara las relaciones de los guambianos con los seres del agua.