No hace falta ser aficionado al jazz. Tampoco ser un “conocedor” para disfrutar el documental “Miles Davis: el nacimiento de lo Cool” de Stanley Nelson que este jueves se proyecta en las salas de CineColombia, en Bogotá y otras ciudades del país.
Nelson ha hecho su trabajo con la íntima y sincera convicción de quien ha dedicado su vida como cinematografista a explorar el inagotable panorama de la historia y cultura negra en los Estados Unidos, con todos sus bemoles. Porque si algo hay que admirar en este trabajo es que a partir del reconocimiento de la estatura musical de Davis y su trascendencia, también aborda, con sumo cuidado y respeto las luces y sombras detrás del relampagueó de los flashes y del legado de sus grabaciones.
Decía que no hace falta ser, ni aficionado ni conocedor en materia de jazz para disfrutarlo. Al menos en mi caso, que no soy, ni lo uno ni lo otro. Pero una íntima convicción sí advierte que un género con una historia tan rica, con una capacidad tan admirable para absorber y mezclar toda suerte de influencias, desde sus raíces en el “Blues” y el “Negro Spiritual” con la tradición musical europea hasta el hecho -particularmente notable en el caso de Davis- de la práctica que implica la experiencia de crear la música en el mismo momento en que esta se confronta con el público en el escenario, como hacían los grandes instrumentistas del barroco, es cosa seria. Muy seria.
Los orígenes de un talento excepcional
Miles Davis (1926 – 1991), nos lo cuenta Nelson, fue una de las personalidades decisivas del panorama cultural norteamericano después de la Segunda Guerra.
Talentosísimo, creció en Illiniois. Cleota Mae, su madre, era profesora de música; Miles Dewey Davis, su padre, que era dentista, en contra de la voluntad de la madre le regaló a los 12 años la primera trompeta: la madre habría preferido mejor un violín y el asunto generó otra de las grescas que eran habituales en el «hogar».
Trompeta o violín, el caso es que la música, desde el primer momento fue para el muchacho una obsesión: “La música siempre ha sido como un hechizo para mí” es la primera frase que, antes de los créditos se oye en off, proviene de su testimonio “An Autobiography” en la voz de Carl Lumbly, que logra transmitir la tragedia del artista cuya voz se arruinó, muy joven, como consecuencia de no haber tenido las precauciones necesarias luego de una intervención en su garganta.
Luces y sombras de un genio
No voy a cometer el disparate de narrar mal lo que está tan bien hecho en el documental.
Pero sí a poner de relieve que se trata de una investigación que ha recurrido a todas las fuentes posibles, musicales, profesionales, personales. Por una parte se establece que el suyo es un caso de talento que corre paralelo con una formación musical tan seria que hasta pasa por las aulas de la Escuela Juilliard de Nueva York. También que su vida está marcada por su propia realidad de ser negro en los Estados Unidos, «La gente blanca somete a la gente negra en este país», dice desencantado cuando regresa luego de una temporada en París, donde las cosas eran tan distintas, trabó amistad con Picasso, Sartre y sostuvo un romance con Juliette Gréco: “No me caso con ella porque la amo” le confesó a Sartre.
A lo largo de una vida marcada por los excesos, las drogas, el alcohol, los maltratos a la bailarina Frances Taylor «la mujer que más amé», se impone el talento del músico, capaz de percibir lo que estaba en el aire para llevarlo a su música y hacer evolucionar el Jazz hacia el “Bebop”, luego al “Cool” y hasta capaz de entender, a finales de los 60’s, cuando se vio abocado a confrontar a las nacientes estrellas del “Rock” que había que hacerlo con su arte: “Los rockeros no saben música”, dice.
CineColombia se anota otro tanto en esa labor cultural tan importante que viene desarrollando en los últimos años. De su mano el público en Colombia ha penetrado la intimidad de la Metropolitan Opera House de Nueva York, las bambalinas del Teatro Bolshoi de Moscú, las salas de los grandes museos de Europa y los auditorios de los teatros de Londres. Ahora son las entrañas del Jazz. Todos hemos aprendido mucho de lo que proyectan en sus salas.
Hasta se pasa por alto que eso ocurra entre horrendos centros comerciales…