No sepuede hablar de la historia de Bogotá sin hablar de la bicicleta. Desde los 70, con la llegada de la primera ciclovía, hasta hoy, cuando el Distrito planea consolidar un sistema de bicicletas públicas, este medio de transporte se ha convertido en parte vital de la economía, la cultura y la cotidianidad de muchos capitalinos.
Para recopilar la memoria de lo que ha representado el ‘caballito de acero’ con el paso de los años, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá publicó ‘El libro de la bici’, que ya está disponible en las bibliotecas públicas de la ciudad. Este texto se divide en 4 capítulos: ‘La ciclovía de Bogotá’, que cuenta los 40 años de esta iniciativa; ‘Rodando la cultura de la bici’, donde más de 30 colectivos ciudadanos que promueven su uso cuentan su experiencia; ‘En los rines de la web’, con las iniciativas online; y ‘Pedaleando historias’, donde los ciudadanos narran cómo la bicicleta ha marcado su vida, desde lo económico hasta historias de amor.
Fueron dos semanas de convocatoria durante las cuales la Secretaría recibió 60 experiencias que quedaron registradas en las páginas de este libro. Laura Marcela Acuña, editora de ‘El libro de la bici’, explica que “no descartamos ninguna propuesta porque queríamos precisamente empezar a documentar una historia que se está escribiendo en Bogotá”.
Una historia íntima y común
En sus 475 años, la capital del país guarda historias en sus plazas, en sus iglesias y en sus calles. Por esas calles, que reciben a cada vez más foráneos, transitan también las historias de tantos ciclistas empíricos o profesionales.
Las casas y caminos del barrio Villa Javier guardan uno de esos tesoros memorables, que Rubén Hernández Molina comparte en las páginas de este libro, con la historia Los «curitas» y la bicicleta en la gestación del centenario del barrio Villa Javier, que concluye: “En algún rincón del barrio, bajo el atrio de una iglesia que nunca conoció, yacen, como un cuerpo abandonado, las cenizas de los sacerdotes. Porque apareció el Transmilenio”.
Pero los relatos personales también son parte de esa historia capital. Como si lo contara a un conocido en una reunión, Paola Patricia Panchique lleva al papel sus sucesos familiares al lado de la ‘bici’: “Hace cinco años, frente al altar, no podríamos imaginar que hoy nuestro proyecto de vida giraría en torno a las bicicletas. Mi esposo, un apasionado por la filosofía y la educación, y yo, una amante de los libros y la lectura, que estaba próxima a graduarse de la universidad, encontramos en el oficio de las bicicletas la oportunidad de darle bienestar a nuestra familia y poder estar cerca de nuestra pequeña hija”.
Más que un hobbie
‘El libro de la bici’ nace también, según su editora, para “visibilizar y fortalecer el trabajo de las organizaciones sociales frente a la promoción del uso de la bicicleta como un medio de transporte sostenible”. Desde las diferentes localidades de la ciudad ruedan varios colectivos que dedican su tiempo y esfuerzo a transmitir la pasión por las ‘bicis’.
Uno de ellos es TEUSACAtubici, que organiza recorridos que no sólo buscan fortalecer la identidad local, sino también gestionar iniciativas ciudadanas como repintar bicicarriles, dictar talleres en colegios y “pedalear por la paz”.
Pero esta conciencia no es exclusiva de los límites urbanos. En el municipio de Sibaté, a 29km de Bogotá, el amor por las bicicletas clásicas reunió a un grupo de jóvenes de diferentes disciplinas en torno a la iniciativa Retro Cleto. Además de los ciclopaseos, proyección de películas y tertulias en torno a este medio de transporte, ellos luchan contra la chatarrización de las bicicletas antiguas, para embellecerlas y darles un nuevo uso.
Para Juan Álvaro Silva, quien participa en este proyecto, la bicicleta no solo ofrece una alternativa de movilidad y cuidado del medio ambiente, sino también “la autonomía y la libertad de andar por el espacio a los tempos y velocidades que deseen los ciudadanos”. /Marcela Madrid Vergara.