El fundador del Museo Gráfico y Audiovisual del Quindío, Luis Fernando Londoño, ya no puede seguir sosteniendo sin apoyo externo esta iniciativa que alberga una inmensa colección de piezas históricas de fotografía, video y archivos sonoros
CUANDO se les pregunta a los habitantes del municipio de Calarcá si saben dónde queda el museo que guarda la memoria audiovisual del departamento del Quindío, miran asombrados. “¿Museo de memoria del Quindío?, ¿aquí?”, parece que respondieran sus caras. Nadie sabe dónde es, ni está entre los sitios recomendados en las guías turísticas.
En cambio, la historia del Museo Gráfico y Audiovisual del Quindío la conoce apenas un puñado de personas del sector artístico, cinematográfico y cultural de la región. Casi todos los periodistas de la región lo conocen y así mismo a su fundador, Luis Fernando Londoño. Fue profesor para muchos de ellos. Admiran el tesón de este señor, quien a punta de aguante –como él mismo dice– ha logrado crear una de las colecciones más completas e impresionantes de material gráfico, audiovisual y técnico que existen en Colombia.
En el interior del Museo están albergadas y expuestas fotografías antiguas de personas y pueblos, cámaras de fotografía y video de todas las épocas, marcas y modelos, filmadoras de mano, proyectores de cine, ampliadoras de fotografía, victrolas, radiolas y discos, radios de muchas generaciones, incluso hasta el equipo de radioteléfono desde el que se informó por primera vez la noticia del terremoto del Eje Cafetero de 1999.
Todo un tesoro para los amantes del cine, la fotografía, la radio y el sector audiovisual, que hoy está a punto de cerrarse definitivamente. Los esfuerzos de Luis Fernando Londoño por realizar visitas guiadas, talleres con estudiantes, tertulias literarias, exhibiciones cinematográficas y otros eventos culturales para generar ingresos y contribuir a su sostenimiento han sido insuficientes. A esto se suma que está enfermo y sabe que él solo ya no puede continuar con esta gestión, que ha sido en gran parte solitaria desde que inauguró el Museo el 13 de septiembre de 2006.
Salvados de la basura
Los pisos de baldosas de cemento pintadas y las fotografías antiguas de las iglesias y plazas de los pueblos del Quindío adornan el patio central de la casa, donde el visitante es transportado a los años 20, 30, 40, 50 y 60 del siglo XX. No se puede fijar la vista en un solo punto, porque cada pieza es asombrosa. Por ejemplo, Luis Fernando señala un aviso de neón sobre el marco de una puerta que, según él, era el original del local Foto Olympic, que funcionó durante más de 70 años en Calarcá.
Indica que no tiene una sola pieza favorita. “A mí me gustan todas. Porque toda piecita "nueva" para el Museo, así sea muy vieja en el tiempo, para mí tiene un valor especial. Aquí adquiero con mucha frecuencia objetos con los cuales se hace la imagen, se reproduce la imagen, se hace el sonido, se reproduce el sonido y esa era la idea: acompañar no solo los archivos gráficos del Quindío y mostrar cómo se hicieron, sino cómo era la parte técnica de la época para lograr hacer una imagen o hacer un sonido”.
Muchos de los objetos de su colección los ha adquirido él, pero también han llegado por otras fuentes: “los recicladores han ayudado a la consecución de archivos, porque todo lo que encuentran en la calle que tenga que ver con fotografía, con cine, con video y documentos quindianos, vienen acá al Museo y nosotros se los compramos. Pero le han hecho un gran aporte a la historia gráfica del departamento. Esos momentos logramos rescatarlos de la basura”.
Entre esas grabaciones que llegaron de la basura, cuenta Luis Fernando, están “el primer partido del Quindío en el año 1951, en formato 16 mm; la llegada del primer avión a Armenia en 1948; la inauguración de la Plaza de Toros de Armenia en el año 50; los reinados cívicos, que eran unos momentos muy importantes donde brotaba el civismo en toda la comunidad”.
Pasión por la imagen
Gracias a que su padre había sido radiotécnico, aprendió electrónica “desde sus inicios con el tubo al vacío”, cuenta Luis Fernandoa a Anadolu. Esto le ha permitido reparar aparatos como una radiola Phillips de la década de los 50, donde hoy puede reproducir un disco del bolerista Óscar Agudelo o prender un proyector de cine de los años 60, para ver una grabación fílmica sobre la visita del presidente John F. Kennedy a Colombia en 1961.
Esa pasión por lo audiovisual y la fotografía, recuerda, empezó desde muy temprano: “yo llevaba guardando desde niño material gráfico del departamento del Quindío. Terminé bachillerato y me fui para Bogotá, donde encontré la forma de estudiar sistemas, y aprovechaba que un primo mío trabajaba en la sección de cinematografía de Inravisión y me le pegaba en los tiempos libres hasta el punto que tuvimos la oportunidad de salir a hacer noticia con filmadoras de 16 mm, porque no existían las cámaras portátiles de televisión, únicamente se podía hacer cine”.
Reprocha que las convocatorias y los estímulos para conservación de patrimonio histórico que ofrecen entidades estatales como el Ministerio de Cultura, la Gobernación del Quindío o la Alcaldía de Calarcá no dejan un margen suficiente para todos los costos que implica el mantenimiento de la casa, que ya presenta daños serios en el techo, y la preservación de un archivo tan valioso para la historia del departamento.
“Uno puede presentar un proyecto por 50 millones de pesos, le dan 20, lo tiene que hacer y lo que le queda a uno de un proyecto de este tipo es un porcentaje del 10%, yéndole bien. Y con el 10% no sostiene, por ejemplo en mi caso, un mes del Museo. Ese tipo de ayuda no es muy representativa para el sostenimiento de estos espacios”, lamenta.