EN LA ficción sobre narcocultura, la mujer asume estereotipos extremos: es sumisa o genera imposición, es dependiente o da las órdenes. Por su parte, los capos aun codeándose con gente de ‘cuna’ resultan mostrándose poco intelectuales. Esta es la conclusión a la que llegó un grupo de investigadores argentinos, tras analizar el fenómeno de la narcotelevisión.
Para Silvia Ramírez Gelbes, directora de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de San Andrés (Argentina), esto se refleja en la ficción televisiva que se presenta en Colombia, a lo que se suma el ascenso de un tipo de mafioso sin acceso a la educación.
La docente, en compañía de otros investigadores, fue invitada a participar en el estudio del Observatorio Nacional de Medios de la Universidad Nacional de Colombia (Laboratorio de Investigación en Comunicación) denominado “Narcocultura y Televisión: ejercicio de observación de la ficción televisiva colombiana sobre el narcotráfico”.
Entre las dimensiones revisadas están el papel de las mujeres, la legalidad y la legitimidad, la ficción y sus correlatos en la web, la mirada sociopolítica del narcotráfico, la relación entre la ficción y otros medios y el discurso de la ficción televisiva. En este último se enfocaron los académicos del sur del continente.
Con respecto a cómo se comportan las mujeres a partir de sus modos de hablar y sus formas de decir las cosas, el grupo de Silvia Ramírez tomó como base la serie Sin tetas no hay paraíso (2006) en la que analizó el comportamiento de la protagonista, Catalina, con el personaje de Jessica.
“Catalina suele usar un discurso casi aniñado y que necesita constantemente justificarse. Todo el tiempo dice 'es que, es que', como si lo que ella dijese no tuviese la fuerza necesaria para ser tomada en serio”, afirma la profesora.
Con respecto a su compañera, la reacción es totalmente contraria, en una actitud de dar órdenes, un discurso en la práctica muy masculino e imperativo. Esto se relaciona mucho con su personaje de proxeneta y su forma de dirigir a la gente, cómo hablan, cómo se comportan.
Comportamiento de los narcos
“En cuanto a El cartel de los sapos (2008), el desarrollo de la historia muestra personajes que en principio, siendo los capos, son sujetos de buena familia, aparentemente con mucha educación y culto. En el desarrollo, esto se degrada desde el discurso, pues el capo que hereda el poder no tiene acceso a la gran cultura”, afirma la docente.
Adicionalmente se incluyó en su trabajo el análisis de una serie argentina llamada El puntero (2011), en la que el centro de atención no es el tráfico de estupefacientes (aunque sí se habla del tema) sino la corrupción en los barrios marginales.
En su análisis manejan a los protagonistas; a uno le dicen ‘El puntero’ y el otro representa al ‘villero’, es decir, el que vive en las llamadas villas de miseria en Argentina.
“Son sectores parecidos a las periferias y comunas colombianas. 'El villero' tiene características propias y analizamos su forma de comportarse”, señala Silvia Ramírez.
Por último, la docente e investigadora, aunque no lo ha comentado con sus colegas colombianos, advierte un fenómeno de transformación de la ficción en televisión desde las últimas tres décadas.
Ella explica que, en los años ochenta, estas series eran básicamente aspiracionales, con personajes sencillos, humildes, buenas personas, honestos y además acordes al estándar de belleza.
“En los años noventa, esta mirada aspiracional empieza a caer un poco y se toman temas de la realidad con personajes de clase media, pero que aun así tenían un lenguaje distanciado del de la gente de carne y hueso”, señala.
Para la primera década del siglo XXI aparecen historias más relacionadas con la información que aparece en los noticieros, relacionando la ficción con la realidad. Temas como la corrupción y el narcotráfico están incluidos ahí.
Es así como Ramírez y los investigadores colombianos buscan difundir “Narcocultura y Televisión: ejercicio de observación de la ficción televisiva colombiana sobre el narcotráfico”, a través de una aplicación web en la que un usuario también pueda añadir su opinión o información adicional.
Hasta el momento, el proceso está en fase piloto y solo lo han probado con estudiantes de la Maestría en Comunicación y Medios del Instituto Estudios en Comunicaciones y Cultura (IECO) de la Universidad Nacional.