Escritores, como Milan Kundera, y un extraño escándalo contribuyeron a desencadenar un breve periodo de libertad en 1968 en la Checoslovaquia comunista
___________________________
El 5 de enero de 1968, el eslovaco Alexander Dubcek dio forma al sueño de libertad impulsado por intelectuales. Fue el “socialismo con rostro humano” que “murió” aplastado por los tanques
Escritores, como Milan Kundera, y un extraño escándalo contribuyeron a desencadenar un breve periodo de libertad en 1968 en la Checoslovaquia comunista, antes de que la aplastaran los tanques del Pacto de Varsovia, contaron testigos de la época.
La que más tarde se apodaría Primavera de Praga, este periodo de "socialismo con rostro humano" introducido por Alexander Dubcek, se originó en un congreso de escritores checoslovaco de 1967, según la socióloga Jirina Siklova.
Hombres de letras, como Kundera y el futuro presidente checo Vaclav Havel, instaron al Partido Comunista (PC) a garantizar la libertad de expresión, abriendo camino hacia la libertad.
"El PC empezó a dividirse y estaba claro que algo iba a moverse", afirma Siklova, que en aquel momento estaba afiliada al partido. "La esperanza era inmensa".
Petr Pithart, que también era comunista en aquel tiempo, y luego presidente del Senado checo (1996-1998 y 2000-2004), recuerda las tensiones entre checos y eslovacos, otro factor que, según él, debilitó el sistema.
"Los eslovacos querían ser tratados como iguales ante los checos y entendieron que un choque frontal era su única opción", sostiene.
El 5 de enero de 1968, Alexander Dubcek, un eslovaco, se pone al frente del país como primer secretario del PC. Criticado por su política, el presidente Antonín Novotny, jefe del Estado desde 1957 y del PC desde 1953, tuvo que dejar su puesto, pues el Comité Central prohibió que una sola persona ocupara ambos cargos.
Esta cadena de acontecimientos creó un ambiente que "aceleró mucho las cosas", explica Pithart.
La caída de Novotny
Novotny abandonó un puesto clave en la cúspide del PC, la policía empezó a investigar un tráfico de semillas de tréboles procedentes de los almacenes del ejército. Uno de los principales sospechosos es un protegido del presidente, el general Jan Sejna, que lo había organizado para financiar su vida de grandes lujos y amantes. Para evitar la cárcel, Sejna se fue a Italia y, de ahí, a Estados Unidos, donde obtuvo asilo político (y proporcionó preciadas informaciones de inteligencia militar).
"Fue un gran escándalo y en dos o tres días, todas las barreras cayeron, los medios empezaron a hablar de todo", recuerda Pithart.
Sejna también fue acusado de haber planteado, junto con otros oficiales conservadores, como el general coronel Vladimir Janko (que se suicidó el 14 de marzo de 1968), organizar un golpe militar para mantener a Novotny en el poder.
Su huida precipitó la caída del presidente, que dimitió el 22 de marzo de 1968.
"De repente, la gente descubrió la solidaridad, podríamos incluso decir que estaban dispuestos a sacrificar algo. Reinó una euforia fantástica", dice Pithart.
Se publicaron libros prohibidos, como "Un día en la vida de Iván Deníovich", de Alexander Solzhenitsyn, se representaron obras de teatro de Havel e Ionesco y se entreabrieron las fronteras. Se proyectaron películas hasta entonces prohibidas, la gente escuchaba música moderna y se produjeron debates en un tono muy libre.
Incluso se empezaron a ver fotos de mujeres desnudas en las revistas, y números de estriptis.
Llegaron los tanques
Pero la invasión del Pacto de Varsovia puso fin a todo eso rápidamente.
El 21 de agosto, las fuerzas soviéticas, búlgaras, estelamenas, húngaras y polacas invadieron Checoslovaquia para restablecer la ortodoxia comunista y forzar a los nuevos dirigentes a dar marcha atrás.
Siklova dejó el PC en 1969 y, luego, la universidad, para hacerse barrendero.
Pasó un año en prisión, en 1981, cuatro años después de que la oposición publicara un manifiesto anticomunista llamado Carta 77. Siklova y Pithart lo habían firmado.
Pithart devolvió su carné del PC en 1969 "para protestar contra Dubcek, contra la forma en la que negoció tras la ocupación".
El estudiante de Derecho que cursó parte de su formación en Oxford acabó, de repente, sondeando aguas subterráneas y viviendo en una caravana.
Pero, en la actualidad, cuando rememoran 1968, Siklova y Pithart aseguran que la Primavera de Praga fue un gran éxito, pues dio un fuerte golpe a la URSS y a su prestigio en el mundo.
"El socialismo con rostro humano se quedó en los espíritus como una alternativa, como una posibilidad. No estamos obligados a tener un socialismo de tipo soviético, con sus pesadeces", afirma Siklova.
Un sueño efímero
Así, hace 50 años, Dubcek defendió el sueño tan bello como efímero de un "socialismo con rostro humano" que terminó aplastado sin piedad por los tanques soviéticos.
Con su sonrisa encantadora, que tanto lo diferenciaba de sus camaradas comunistas, Dubcek, de 46 años, sustituyó a Novotny, muy impopular en los círculos intelectuales de Praga y entre los eslovacos que reclamaban una mayor autonomía en el seno del Estado binacional.
"Es cierto que Dubcek es el símbolo de la llamada 'Primavera de Praga', pero su papel histórico es más complicado", asegura el historiador Oldrich Tuma.
"Hacía vida social, iba a la piscina pública y se unía a la gente sencilla para asistir a los partidos de fútbol y de hockey sobre hielo. Pero ¿tenía una política clara? Era ante todo comunista y jamás quiso salirse de ese marco", explica.
Ante el fuerte descontento de una población cansada de las penurias constantes, el KSC dirigido por Dubcek emprendió una reforma económica prudente, provocando los primeros recelos de Moscú.
El enfado del Kremlin fue aumentando rápidamente a medida que Praga seguía adelante con sus cambios.
El gobierno checoslovaco levantó la censura provocando una liberalización sin precedentes de la prensa y de las actividades culturales. Y pronto aparecieron organizaciones no comunistas como el "K 231", formada por exprisioneros políticos, y el "Club de los Sin Partido Comprometidos" (KAN), gérmenes de partidos opositores.
"Al verse de repente sin mordaza, los medios empezaron a hacer preguntas y a abordar temas impensables unos meses antes. Eso suscitaba enormes esperanzas en toda la sociedad, unas esperanzas que superaban con creces los objetivos iniciales de Dubcek", afirma Tuma, que considera que el nuevo líder del KSC se quedó poco a poco "a remolque" de los acontecimientos.
Entre las crecientes aspiraciones democráticas de los checos y los eslovacos y la hostilidad del líder del Partido Comunista soviético, Leonid Brézhnev, deseoso de seguir controlando a su "vasallo", Dubcek esperaba que un congreso extraordinario del KSC previsto en septiembre reforzara su postura. Pero Brézhnev optó por la intervención militar.
"La mayor tragedia de mi vida"
La ocupación de Checoslovaquia, el 21 de agosto de 1968 causó un centenar de muertos en sus primeros días.
"Me hicieron esto a mí, a mí que he dedicado toda mi vida a la cooperación con la Unión Soviética. Es la mayor tragedia de mi vida", lamentó Dubcek antes de ser detenido, deportado a Moscú y obligado a firmar un protocolo humillante sobre "la normalización de la situación".
Hubo que esperar hasta la "Revolución de Terciopelo" de 1989 para que la democracia regresara a Praga.
Expulsado de su partido y asignado durante 15 años a la administración de los bosques, Dubcek regresó brevemente al escenario político y presidió el Parlamento checoslovaco. Murió el 7 de noviembre de 1992, a los 70 años, tras un accidente de tráfico