“Las bodas de Fígaro”, una de las mayores creaciones del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart, llegará al escenario del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de la mano del director escénico Pedro Salazar, de Colombia; el director musical Martin Haselböck, de Austria, y la Orquesta Filarmónica Juvenil de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. La puesta en escena será el próximo 31 de agosto, a las 8:00 de la noche.
Es una ópera bufa que cuenta una historia ambientada en la España del siglo XVIII en donde el amor, los celos y la infidelidad juegan un papel determinante en la trama y los personajes, basado en el libreto en italiano de Lorenzo da Ponte.
Según el director escénico, Pedro Salazar, esta es una de las obras más importantes del repertorio operático, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, que en su momento fue escandalosa, fue censurada por todas las instancias de poder en Austria y en otros países. Su trama, para muchos, es un tema que antecede a la Revolución Francesa.
“Cuando la compone, Mozart la hace con toda su magia, de alguna manera la adapta para que no fuera censurada; estamos contentos de ponerla en Colombia, porque habla de nosotros mismos, de la igualdad, de propuestas, se presentan valores de la Ilustración del siglo XVIII y está muy vigente en Colombia”, expresó Pedro Salazar.
Música, teatro y danza
Sin duda es una de las óperas más populares de la historia. Y en Colombia también tuvo bastante aceptación hace alrededor de 10 años, cuando se presentó. Según Salazar, esta ópera permite “que todos soñemos de una manera ansiosa, es el encuentro de la música con el teatro, la danza y la literatura. Tiene una resonancia especial precisamente porque hay un contexto social importante en el país”.
El director escénico refiere, además, que la obra es divertida y viene muy bien dirigida por Martin Haselböck, de Austria, quien actualmente es reconocido como uno de los músicos más importantes en el campo de la interpretación histórica.
“Tenemos un elenco nacional muy importante, cada vez contamos con los mejores artistas colombianos en la ópera, como la soprano Julieth Lozano, quien interpreta a Susana; el barítono Valeriano Lanchas (Bartolo), la mezzosoprano Laura Mosquera (Cherubino), el tenor Hans Ever Mogollón (Basilio), las sopranos Verónica Higuita y Sarah Isabel Hincapié (Barbarina), el tenor Luis Carlos Hernández (Don Curzio) y también la participación de Julián Usamá”, detalló.
Adicionalmente, participan varios músicos y cantantes extranjeros, como Kate Royal, de Reino Unido (Condesa de Almaviva), una soprano que realmente es un privilegio poder contar con ella para esta producción; también José Antonio López (barítono), quien viene de España, y Günther Haumer (Conde de Almaviva), barítono proveniente de Austria. De Venezuela llega la mezzosoprano Ana Mora, quien interpreta Marcelina.
“Contamos con una escenografía maravillosa de Julián Hoyos. Esta obra sucede en Sevilla y para nosotros es importante porque es una historia similar a la nuestra en cuanto a esas costumbres feudales, de las cuales hemos tratado de deshacernos en la historia, pero que en países como Colombia aún existe, por el tema de clases, grandes haciendas y la dinámica entre el patrón y sirviente, la relación entre hombre y mujer, porque también es una ópera que habla sobre el amor; aspectos que siguen vigentes en nuestro país”.
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Orígenes de Fígaro: de Beaumarchais a Mozart
La ópera de Mozart y Da Ponte se basa en una comedia homónima escrita por el francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchas tan solo unos años antes, en 1778. Esta pieza teatral, igualmente aclamada y censurada en su época, constituye la segunda parte de una trilogía titulada “Le roman de la famille Almaviva”, compuesta también por “El barbero de Sevilla” (1775) y “La madre culpable” (1792).
La primera de estas obras, “El barbero”, cuenta cómo Fígaro, tras encontrarse con el conde de Almaviva en las calles de Sevilla, decide hacerse su alcahuete para facilitar la unión del aristócrata con la joven Rosine antes de que el viejo Bartolo la haga casarse consigo. Estos eventos serán la antesala para lo que luego tomará lugar en “Las bodas de Fígaro”: los vengativos propósitos de Bartolo, la inmoralidad del conde y el carisma propio del héroe picaresco serán sustento de la historia en la que se basarían Mozart y Da Ponte, bien conocida para sus contemporáneos. Años después, en 1815, Gioachino Rossini llevaría “El barbero de Sevilla” al formato de la ópera, perfecto acompañamiento narrativo para “Las bodas” de Mozart.
Finalmente, “La madre culpable” será la obra con la que Beaumarchais concluirá su trilogía. En este drama moral, Fígaro y su esposa Suzanne tendrán que impedir las bodas entre Florestine, hija ilegítima del conde, con el irlandés Bégearss, quien, cual Tartufo, piensa apoderarse de la fortuna de Almaviva por medio de este matrimonio. Los héroes, tras exponer la conspiración de Bégearss, lograrán que el conde y la condesa acepten las bodas de Florestine con León, quien supuestamente era hijo de los condes de Almaviva, pero realmente era el resultado de la unión extramarital de la noble mujer con Chérubin, el lujurioso paje de “Las bodas”.
Las obras de Beaumarchais, en las cuales se enmarca la ópera mozartiana, fueron censuradas en su época por su mordaz sátira en la que los vicios morales de la clase gentil se veían expuestos y se cuestionaba abiertamente la validez de la hereditaria nobleza de sangre; los textos del francés desenmascararían la apariencia decorosa de la nobleza para señalar una grotesca realidad.
Las ideas expresadas por el dramaturgo se consolidarían en su vida durante la comuna de París, en la cual participó, y serían una fiel representación del espíritu de la revolución. Sería el mismo Mozart quien escogería este material para estructurar su ópera, inspirado por los mismos ideales ilustrados presentes en Beaumarchais y en el ambiente europeo de finales del XVIII.
Una ópera bufa
Como muchos otros registros escriturales de diferentes épocas, la ópera italiana en tiempos de Mozart se categorizaba en dos géneros con fronteras delimitadas: la ópera seria y la ópera bufa. El primero de estos dos géneros, más afín a registros de arte mayor, la tragedia y la épica, es de aire solemne y suele tratar materias mitológicas o históricas; dos ejemplos reconocidos de composiciones mozartianas que adoptan los preceptos de la ópera seria son “Idomeneo”, de 1781, y la última ópera del austriaco, “La clemenza di Tito”.
Por otro lado, la ópera bufa se adhiere a la tradición cómica y pastoril, y tiene fuertes raíces en la commedia dell’arte italiana, una convención de origen renacentista en la que la sátira y la parodia se utilizaban para ridiculizar y criticar aspectos de la sociedad, desde sus personajes más cotidianos hasta sus más establecidas instituciones.
Esta ópera bufa, fiel a su herencia, trata temas sociales del momento, como lo eran las tensiones entre nobleza y vasallaje, y los ridiculiza en luz de pensamientos propios del periodo en el que Mozart vivió: la Ilustración. La idealización de la aristocracia, cada vez más cuestionada a causa de los excesos propios que esta alcanzó en el Barroco, será un pensamiento en tela de juicio para los revolucionarios que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, erigirían un nuevo paradigma político en el panorama de la civilización occidental.