CUANDO a José Rafael y María Luisa, patriarcas de una numerosa familia, como las de antaño, uno de sus trece hijos y varios de sus nietos comenzaron a hablarles de zoom y meet, -meses atrás-, ellos pensaron que era el nombre de un novedoso medicamento para sus múltiples dolencias, un baile nuevo o una de las tantas modas de sus nietos.
A escasos años de llegar al ‘noveno piso’, como dicen sus noveles parientes y extensión de su familia, aceptaron sin menor resquemor el forzado encierro que desde marzo se les ordenó por la inesperada pandemia del Covid-19, ya que si bien no enfrentaron la letal gripe española un siglo atrás, sus padres (en esa época infantes) sí, al igual que sus abuelos.
Aislados pero felices José Rafael y María Luisa a diario se comunican con sus vástagos y el resto de la ‘prole’, generalmente por la línea telefónica convencional y, ocasionalmente, por celular, aparato que aún les cuesta dominar del todo. Son esos temores que gran parte de los adultos mayores tiene de ‘espichar’ la tecla o el número digital equivocado, que se les pierda la llamada o se les abran otras ventanas… La edad no viene sola y la dificultad para cogerle el ritmo a los avances tecnológicos es una de las consecuencias.
Católicos creyentes y practicantes, los abuelos y bisabuelos José Rafael y María Luisa han sufrido otro ‘golpe’ por la pandemia: el no poder asistir, como lo hacían, a la misa dominical. Sin embargo, fue una bendición que los canales de televisión -los tradicionales, porque no tienen ni idea qué es Netflix, Amazon y demás- comenzaran a transmitirla religiosamente en la mañana del domingo. Ello suplía su necesidad espiritual (aunque como expresa la matriarca no es lo mismo, porque eso de la misa por TV solo era válido sólo para los enfermos). En cuanto al entretenimiento, parte del tiempo lo llenan con las telenovelas y series, muchas de las cuales fueron desempolvadas, como el caso de “Betty la Fea” o “Pedro el escamoso”. Y, paradójicamente, es en este último tema han tenido la mayor discusión desde semanas atrás porque ella prefiere la primera y él la segunda, pero se cruzan en los horarios.
Otra novedad
La tranquilidad de esta admirable pareja que ajusta más de 65 años de matrimonio se vio muy alterada, aunque gratamente, este pasado miércoles, cuando desde muy temprano uno de sus nietos, David, les anunció que les enviaría el link para que se conectaran a las 6:30 por zoom para dar inicio a la Novena de Aguinaldos, la misma que desde que todos tienen uso de razón se reza con toda la familia alrededor del pesebre, que con mucha devoción e ingenio arman en la amplia sala de la casa donde conviven desde hace varias décadas.
Entre el desconcierto y el desconocimiento, María Luisa tomó el teléfono -no el celular- para llamar al mayor de sus trece hijos y decirle en un tono que no escondía un poco de vergüenza: “Por favor mijo, explíqueme lo que mandó Davicito”. Con la paciencia que se debe tener y porque vivió en carne propia el ‘suplicio’ de abrir la puerta a la virtualidad, el hijo intentó -en vano- que sus octogenarios padres descargaran al celular la plataforma que les permitiría horas más tarde conectarse y verse todos, en vivo y en directo, para el primer rezo con el que el mundo cristiano inicia los ritos navideños.
Tras el esperado fracaso, el hijo decidió enviar a uno de sus nietos a la casa paterna. El escogió fue, precisamente, “Davicito”, que con sus escasos (…) años es un nativo digital que debió armarse de la paciencia del santo Job -de quien seguramente no tiene ni idea- para explicar a sus abuelos el por qué no podían reunirse presencialmente y darse ese abrazo fraternal que tiene aplazado la pandemia.
Tapabocas, guantes, cambio de zapatos, ‘baño’ con ropa en alcohol y, obviamente el mayor distanciamiento que se pudiera, fueron los estrictos protocolos de bioseguridad que cumplió Davicito para la rápida clase tecnológica con los abuelos José Rafael y María Luisa, quienes muy atentos y sorprendidos vieron cómo, de un momento a otro, en la pantalla de su celular apareció su hijo mayor y una de sus adoradas nietas.
“¡Qué maravilla!”, expresó María Luisa con los ojos aguados ya que desde comienzos de año no la veía, mientras que José Rafael, incrédulo solo atinó a expresar: “Vieja, mira lo que nos hemos perdido, verla crecer, jugar y enseñarle lo que es la Navidad en familia”.
Rezo digital
Superado el rápido curso, los abuelos ya sabían qué tenían que hacer horas más tarde para ver a los suyos y rezar en familia. Pero ahí surgió el otro problema: eran tantos que la pantalla del celular iba quedar pequeña para apreciarlos a todos…Y vino el plan B: rápidamente Davicito salió para su casa, a tan solo dos cuadras de distancia, y volvió con un computador de pantalla grande porque aquí “mis abuelos nos vean mejor a todos”.
Con el paso de las horas el jueves pasado la ansiedad por el reencuentro virtual para rezar la novena crecía. Aun así, José Rafael y María Luisa poco o nada comprendieron de cómo lo harían, por lo que su nieto decidió que estaría con ellos a la hora señalada. Y así fue. A las 6:30, acomodados en el sillón de la sala, muy junticos, luciendo gorros navideños, con pandereta y maracas en mano para los respectivos cantos, así como sus respectivos ‘anteojos’ esperaron la aparición, uno a uno de sus hijos con sus respectivos núcleos familiares.
Alegría, emoción, pero sobre todo algarabía que no dejaba entender lo que todos al tiempo hablaban, fue lo que inicialmente se escuchó. “Hola viejos”, “Abuelitos, están muy bien”, “Sí me ves”, eran algunas de las frases que, entrecortadas, se oían al unísono. El eufórico desorden llegó a su fin cuando José Rafael, con la voz fuerte que no ha debilitado los años pronunció: “Silencio, es hora de iniciar el rezo de la novena y agradecer a Dios por todo lo que somos y tenemos…”. Y comenzó con la tradicional Oración para todos los Días.
Hasta el más pequeño de esta numerosa familia escuchó atento la lectura del Primer Día, la Oración a la Santísima Virgen, la Oración a San José… Pero cuando la orgullosa matriarca dijo “Gozos” retornó la algarabía. Armados no sólo de tradicionales instrumentos musicales sino también de otros improvisados como tapas de ollas y cucharas comenzaron, voz en cuello, a cantar “Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestras almas ven no tardes tanto…”.
Por esas mismas cuestiones tecnológicas que en ese momento los mantenía unidos, con todos los micrófonos abiertos y la ralentización de la señal de internet, no lograron en ningún momento que el coro sonara uniforme. Pero ello no importaba, con la devoción de una familia cristiana en su máxima expresión, cantaban sin importar cuáles acabaran primero. Y esa misma situación se vivió al final cuando entonaron “Tutaina”, “A la nanita nana”, “Arre borriquito” y varios tradicionales villancicos más.
Fue casi una hora de gozo total. Los maravillados patriarcas, a través del computador, enviaron sus respectivas bendiciones, buenos deseos y todo el amor que podían expresar en sus rostros a su extensa prole. Tras la euforia vino la nostalgia pero también la reflexión. Lo primero, porque “viejo, así nos tocará la nochebuena, verlos a través de este aparato y mandar los presentes (regalos) con Davicito”, dijo María Luisa. Y, la segunda, vino de boca de José Rafael, quien expresó: “mija, no todo es malo…Ahora con este ‘zum’ podemos verlos más seguido ¿Por qué no nos habían enseñado antes?”.
Davicito, conservando la distancia requerida para preservar la salud de los abuelos no pudo contener las lágrimas. Por su corta edad no pudo explicarles que la virtualidad llegó para quedarse, pero sí decirles que como él, todos y cada uno de sus tíos, hermanos y primos aguardan con ansía el momento en que puedan volver a abrazarlos. Por lo pronto, como ellos, las familias se conforman con el abrazo virtual y aprovechan la tecnología para decir “aquí estamos” y conservar tradiciones como la Navidad. Sin duda, cuidarnos para cuidar a los demás es el mejor regalo en este año atípico que está por terminar.