ES un millennial tan inquieto como pocos. Su interés o tal vez curiosidad por los conflictos que se registraban en el mundo lo llevaron a que su hobby de filmar con su cámara diversas situaciones se convirtieran en una profesión.
Se trata del bogotano Tomás Pinzón Lucena, quien hace tres años y tras haber sido finalista en un concurso Smart Film con un corto sobre la guerra en Bosnia, decidió regresar al país para internarse en las montañas del Cauca para convivir con guerrilleros de las Farc, in situ, en su campamento y con sus rutinas, para producir un trabajo cinematográfico.
El resultado de este “cine de inmersión” es “La Paz”, el documental con el que hoy debuta en la edición 59 del Festival Internacional de Cine de Cartagena y el que califica como “observacional” por la experiencia que él y su equipo de grabación tuvieron durante los cinco meses que estuvieron en las entrañas del Cauca, en Buenos aires, y del campamento del entonces grupo guerrillero comandado por Walter Mendoza.
Recuerda Pinzón Lucerna que los guerrilleros les adecuaron el sitio donde vivieron y recopilaron 240 horas de filmación. El equipo dormía en ´caletas´ (casas de madera y plástico hechas sobre la tierra), con camas muy sencillas, colchón y cobija, y un mosquitero.
Señala que el reto más grande durante el rodaje (en esos meses anteriores al “Plebiscito por la paz” que se llevó a cabo el 2 de octubre del 2016 en Colombia), aparte del temor a que el campamento fuera atacado por los militares, fue ganarse la confianza de los guerrilleros, para lograr acercarse, entender y proyectar las maneras cómo aquellos hombres y mujeres pensaban y vivían esos días de tensión.
Para el joven cineasta bogotano, la celebración de su cumpleaños 25 con torta incluida (un 7 de agosto) en aquel campamento, fue el suceso definitivo que dio pie al acercamiento. Tuvo la oportunidad de vivir, comer e incluso trabajar con ellos; así concluyó que “las tropas de las Farc no son como nos las pintaron”, lo cual corroboró su idea de mostrar una perspectiva diferente a la de los medios, “más que nada los miedos y sueños de las tropas, durante la incertidumbre del proceso de paz”.
De hobby a profesión
Su historia como cineasta empezó cuando apenas tenía 12 años, (hoy tiene 27) al recibir como regalo una pequeña cámara de video, la cual aún conserva y que usó para documentar parte de su adolescencia y la de sus amigos, quienes a pesar de pertenecer a la llamada generación millennial crecieron interesados en la cultura de los años 70’s y 80’s. En aquellas imágenes retrató su forma de vivir la vida entre los 13 y 19 años.
Viendo películas “piratas” que solo se conseguían en el centro, este joven director conoció el trabajo de cineastas de la Nouvelle Vague francesa como Jean-Luc Godard y François Truffaut, o maestros rusos como Aleksandr Sokúrov y Andréi Tarkovski. Estos cuatro directores influyeron de manera definitiva en su elección de carrera, dejando de lado su interés por la biología y la medicina que también le apasionaban.
Apoyado por sus padres, decidió mudarse a Paris para empezar su pregrado en cine. Estudió en el Conservatorio Francés del Cine (CLCF) donde se especializo en documental y más adelante en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO), donde aprendió el hindi.
En el 2015, con el deseo de expandir sus conocimientos, viajó a Bosnia para conocer la Film Academy de Sarajevo, fundada por el director húngaro Belá Tarr, a quien Tomás tuvo el privilegio de conocer y cuyo trabajo influye de manera directa en su forma de concebir y hacer el cine.
Estas experiencias, como la de Bosnia reseñada anteriormente y vivir de cerca con monjes de las sectas religiosas que viven apartados en las montañas de Nepal e India resultaron fundamentales en la búsqueda de su estilo cinematográfico, y a su vez su acercamiento a las narrativas del conflicto - posconflicto y a las comunidades marginales, como una forma de captar la realidad, lo que posteriormente desarrollaría en el documental con el que debuta en el FICCI, el primero sobre el proceso de paz de carácter observacional (usando la técnica Fly in the wall, que implica hacer que los personajes se olviden de la cámara).
Su trabajo como director comenzó desde la concepción y escritura del proyecto, al tiempo que hacia las gestiones para que los guerrilleros aceptaran ser filmados en campo (el excandidato presidencial Álvaro Leyva fue pieza clave en esa tarea) y conformaba su equipo de trabajo (entre ellos François Margolin y la periodista colombiana Maria Elvira Bonilla, los productores).