¿La música es realmente de todos? | El Nuevo Siglo
Foto cortesía
Domingo, 24 de Mayo de 2020
Rafael Toledo

Está en nuestras manos aprovechar estos tiempos de cuarentena para quitarle es tinte antipático que se le ha dado a la música clásica y a la ópera. Muchos que nunca la habían escuchados se atrevieron a hacerlo y aprendieron a disfrutarla.

_______________

Desde que comenzó la pandemia por la que atraviesa el mundo, y al ver que las salas de conciertos, las casas de ópera y los grandes festivales de música se iban cancelando uno tras uno, me pregunté ¿cómo iba el mundo a superar una crisis de estas proporciones, sin la ayuda de la música? La respuesta no demoró en llegar -afortunadamente- pues comenzó a darse acceso gratuito a grabaciones de la emblemática Filarmónica de Berlín, óperas desde Viena, Nueva York, San Francisco y Londres. Eso, sin contar con los conciertos que gracias a la tecnología se han podido disfrutar, como la “At-Home Gala” del Metropolitan Ópera y el “One World: Together at Home” de Lady Gaga, evento que contó con la participación del tenor italiano Andrea Bocelli y el pianista chino Lang.

Es evidente que tanto esfuerzo para que las personas desde sus casas pudieran tener acceso a la música puede tener una finalidad que va más allá de un aspecto eminentemente económico (los artistas y teatros también tienen que vivir de algo), por cuanto se percibe un fin altruista: dejar que todos pudieran tener una incondicional compañera en momentos en los que la rutina cambió por completo y no se nos está permitido ver a las personas que más queremos.

Pero, sí el mundo no estuviera atravesando por momentos tan anormales como estos, ¿todos tendríamos el mismo acceso a la música clásica (entendida como cualquier composición comprendida desde el barroco hasta principios del siglo XX) y la ópera?

Desafortunadamente, la primera respuesta que se me viene a la cabeza, es que no. En parte, porque la denominada música culta (término con el que en absoluto desacuerdo, porque considero que abre más la brecha y aleja a las personas de este universo) está reservada a ciertas élites alrededor el mundo, que han contribuido a que sólo adultos expertos o personas con capacidad económica y grandes estudiosos sean los únicos llamados a dar su opinión o a ir a una sala de conciertos o a una ópera. Ignorando el principio universal, según el cual para disfrutarla basta con querer conmoverse con la música de Beethoven, Verdi o Shostákovich -por citar unos ejemplos-.

Entonces, si la música clásica es de todos y para todos, ¿qué hace falta? Creo que lo más importante es entender el poder que ésta tiene de transformar realidades y de llenarnos la vida de color y sosiego. Cuando se haya entendido esto, que parece más complejo de lo que realmente es, se podrá avanzar a un plano en dónde ese elitismo con el que injustamente se ha querido decorar la música clásica y el mundo que la rodea, no esté asociado a las condiciones económicas, sociales o intelectuales de las personas, sino que más bien se entienda que todos tenemos una codificación natural que nos permite disfrutarla y apreciarla. Sólo cuando esto se dé, habremos avanzado lo suficiente, puesto que sólo así es que se puede cumplir con el fin último que la música clásica ha tenido desde siempre: estar al servicio de la gente.

Por todo lo anterior es que estoy absolutamente seguro que no toca pagar boletas de precios estratosféricos o darle la vuelta al mundo buscando los mejores espectáculos para poder aventurarse y disfrutar de la música clásica. Creo que basta con entender que esta música hace parte de todos nosotros, pues desde siempre hemos tenido contacto con ella en la naturaleza, en radio, televisión o internet, cercanía que reafirma una vez más que las personas necesitan del acceso a la música y que por lo tanto no es acorde con esta realidad continuar rodeándola de elitismos pasados de moda y limitándola a unos cuantos privilegiados que se la han querido apropiar, sin ningún tipo de autorización o prerrogativa.

Así, retomando estos tiempos de pandemia, virus, contagios y aislamiento, quiero resaltar que el mundo como lo conocemos ha podido vivir sin deportes (imagínense, ha podido sobrevivir sin fútbol), sin clases presenciales en las universidades o colegios o teniendo que trabajar desde la casa. Lo que si no ha podido es sobrevivir sin música, y por eso luego de varios días de encierro, he podido concluir que está en nuestras manos aprovechar estos tiempos, para quitarle es tinte antipático que se le ha dado a la música clásica y a la ópera y asumir el reto y la voluntad que se requiere, para coger un asiento, prender un computador, celular o ir a un café internet (cuando nos dejen y sea seguro salir), entrar a Wikipedia y a YouTube para conocer y disfrutar de la música clásica.

Es entonces, por esta razón, que a mis veintiocho años tengo la firme convicción de querer y poder llevar la música clásica y la ópera a todas las personas, sin importar su edad, condición social o económica. Intención que cobró mayor relevancia en estos tiempos de crisis, pues desde que comenzó el aislamiento en el país, he venido dando sesiones virtuales sobre historia de la música. Clases que me permitieron darme cuenta que sustraer al común de la gente de un entorno rico en emociones y humanidad es un despropósito y un grave error, pues en el mundo de la música todos podemos encontrar respuestas a interrogantes, acordamos permanentemente que estamos vivos y que somos personas comunes y corrientes, que podemos y tenemos la plena capacidad para disfrutar enormemente con la música.

Durante la cuarentena, cada dos noches tengo un espacio gratuito donde repaso por Zoom la historia de la música clásica. Todo son bienvenidos.