Además de generar estímulos a través del sonido y despertar el oído, uno de los primeros sentidos que desarrolla el bebé en el vientre materno, está comprobado que la música no sólo activa algunas células cerebrales que favorecen la socialización y elevan los niveles de atención y concentración del niño, sino que también estimula áreas del cerebro que impulsan el aprendizaje, garantizando habilidades como la articulación y pronunciación que más adelante facilitan el proceso de lectoescritura.
Así, la música, los sonidos y la voz se convierten en herramientas fundamentales que se deben incorporar desde las primeras etapas de la infancia para asegurar el desarrollo de la inteligencia, entendiendo inteligencia como la forma en que un ser humano se adapta y aprende fácilmente.
Sandra Alejo, psicóloga especialista en desarrollo infantil, agrega que:“una voz clara, segura y bien pronunciada por parte de los padres; la musicalidad adecuada en la lectura de cuentos; el ambiente que acompaña la música y en general, la claridad de los sonidos a los que se exponen los niños refuerzan la base que garantiza la habilidad para el desarrollo de la articulación y la pronunciación que más adelante facilitará el aprendizaje, tanto de lectura, como de escritura”.
Como en otras actividades experienciales, incluir la música en el desarrollo del niño implica una conexión vinculada con los padres, es decir, no solo se trata de que el pequeño escuche melodía, sino que desde el vientre se incorporen sonidos; que al bebé lo estimulen, como el de las semillas y los tambores que asemejan los latidos del corazón y responden de manera afectiva a su vida extrauterina.
“Posteriormente, la música se lleva a la relación ambiente para que el niño haga un trabajo de atención, fijación, concentración y socialización, porque cada vez que la madre o el padre le hablen o le canten, el niño lo percibe mejor. Más adelante, si los progenitores tienen la posibilidad, pueden introducir en el aprendizaje un instrumento como una disciplina”, resaltó Alejo.
A lo largo de este recorrido sensorial de la estimulación y desarrollo del niño a través de sus sentidos, el oído es fundamental, por lo cual promover el movimiento acompañado de música, ya sea por el baile o la interpretación de un instrumento, lo prepara, no sólo para el aprendizaje de la lectura y la escritura, sino que le proporciona habilidades como el equilibrio, la coordinación y la estabilidad que le permiten tener mayor control de su cuerpo y ayudan al reconocimiento de las emociones y la forma como las canaliza, interpreta y relaciona con el mundo.