Los estantes que por 18 años albergaron miles de escritos de la icónica librería Luvina están vacíos. Atrás quedaron aquellas tertulias, reuniones y encuentros entre poetas, pintores, cultores, escritores y lectores que frecuentaban este espacio cultural.
Fue en el año 2004 cuando en un intento por establecer una estrategia cultural que fuese capaz de aglutinar libros, cafés y vinos, Carlos Torres, fundó el lugar que muchos bogotanos llamaban la ‘Esquina Cultural de La Macarena’.
Era normal ver a la gente entrar y salir del lugar. Muchos visitantes se enamoraban de la cantidad de libros visiblemente surtidos y acomodados en los estantes de madera, otros se entretenían con algún bocado de torta mientras revisaba algún libro o revista.
Allí, vibraba la palabra, la escritura, la emoción y la pasión por las letras. Todo estaba armónicamente organizado, desde tarjetas, periódicos, pósters, folletos, revistas, cuadros e innumerables ediciones impresas de grandes novelistas.
Erguida en la carrera 5 con calle 26, en el centro de Bogotá, Luvina fue durante casi dos décadas el espacio cultural más visitado en Colombia. Al paso de los años, esta librería-café se convirtió en el escenario cultural preferido por poetas, teatreros, periodistas, analistas políticos, novelistas, cineastas, artistas y pintores, de talla nacional e internacional.
Su enorme pasión por los libros y la literatura impulsaron al bogotano Carlos Torres a fundar este espacio de encuentros. Había vivido muchos años en México, en donde estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México y su relación con grandes escritores despertó la llama poética. Allí fortaleció su amor por las letras, por lo que al llegar a Colombia decidió fundar la librería-café en el centro de Bogotá.
“Luvina fue por muchos años un sitio acogedor para todos. Allí se hicieron tertulias, presentaciones musicales y de libros, clubes de lectura, exposiciones y espacios de apreciación del arte, y que ahora se ve en la necesidad de migrar a la virtualidad”, expresó Carlos Torres, quien recordó que le puso así al lugar por una novela del escritor mexicano, Juan Rulfo, llamado con el mismo nombre.
Fue así como este bogotano logró crear este sitio estratégicamente ubicado en el centro de la ciudad, con una variada selección de libros de literatura, ensayos, filosofía, historia y arte, además de un buen café, vino y comidas ligeras. Fue también un ambiente tranquilo para conversar, leer y trabajar.
Visitada por grandes cultores
Por años, allí se congregaron miles de personalidades de la cultura, como el escritor Pablo Montoya, el poeta Juan Manuel Roca, la ensayista Luz Mery Giraldo, el novelista y periodistas José Luis Díaz Granados, el escritor Pablo Di Marco y la ganadora del Premio Alfaguara de Novela del año 2021, Pilar Quintana, entre otros, además de pintores uruguayos y muralistas mexicanos que expusieron en la librería.
En la esquina cultural de la Macarena, también se hicieron conciertos de música de guitarra clásica durante los últimos nueve años, además de un cineclub con varias personalidades durante la última temporada.
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Hoy en día, el lugar que alimentaba la escena cultural de la ciudad cerró su sede física para migrar a la virtualidad. Aunque desde hace unos meses que clausuró, a Torres le costó asimilar la idea de no frecuentar el espacio que por años le dio un sentido poético al centro de la capital y a su propio deseo de estar inmerso en el mundo de las letras y la literatura.
Según explicó Torres, lamentablemente, la actividad cultural y fundamentalmente la venta de libros no era rentable por cuenta de la pandemia.
“Cerramos por problemas financieros, en esta temporada de pandemia los libros y encuentros culturales de la librería no sobrevivieron”, refiere con nostalgia el escritor y fundador de la librería.
“Los costos operacionales son muy altos: el arriendo, el salario de los empleados, los servicios, el internet, los impuestos, lo que hay que pagar en la Cámara de Comercio, entre otras responsabilidades, y durante la pandemia no pudimos lograr las ventas y por eso decidimos cerrar”, manifestó.
Pero, la buena noticia es que Luvina no se termina, puesto que ahora, desde su página web y sus distintos canales digitales, Torres buscará seguir con su misión de llevar la cultura a los bogotanos, de acercar los libros correctos a los lectores correctos.
En pocas palabras, Luvina “no se acaba. Es un proyecto cultural que continua de forma virtual, ya superé la tristeza de cerrar las puertas y ahora pienso en seguir escribiendo mis libros, seguir impulsando la librería, continuar reuniendo a grandes escritores”.
Un lugar mágico
La librería-café fue ese espacio al que muchos periodistas y personajes culturales alguna vez fueron a leer algo mientras tomaban o comían algo. Desde el segundo piso de la librería se podía apreciar las colinas del centro de la ciudad mientras se bebía un café y se compartía con el otro.
“Para mí, fue ese lugar en donde conocí el placer de la conversación, en donde le hice un retrato a alguien que quise; Luvina era el punto, el sitio al que iban estudiantes de cualquiera de las universidades del centro, era un lugar mágico”, refiere Torres.
Desde las afueras del edificio donde estaba la librería se ven las ventanas cerradas. Adentro, los estantes de los dos pisos que componían la estructura están vacíos. No es el mismo lugar que sirvió de testigo de grandes ideas, refugio de muchos escritores, como es el caso de su propio dueño, quien se paseaba por esas paredes retratando sus anécdotas: “En Luvina escribí novelas como la de Alejandra Pizarnik, Poemas de Sol, que fue publicada por una editorial uruguaya; también acabo de terminar una novela sobre la librería, sobre esa esquina maravillosa”, señala.
Allí, nunca hubo un best seller en sus vitrinas o un libro de autoayuda; siempre fue fiel a su creencia en la literatura latinoamericana. Había un poquito de todo, especialmente en el último tiempo. Clásicos de la literatura universal, libros de literatura europea y ciencias sociales.
Al paso de los años, la esquina se fue ganando su lugar en las esferas culturales, hasta el punto de contar con cinco empleados: un cocinero, un asistente de cocina, un librero, un asistente de librería y una persona que hacía los reemplazos, además de Carlos Torres, quien hacia las veces de gerente. A todos ellos tocó liquidarlos y entregar los 18 mil ejemplares a las editoriales con las que se mantenía un convenio.
“Ahora tenemos una tienda virtual que es www.luvinalibreria.com y estamos utilizando toda la trayectoria que tenemos en Facebook, en Instagram. Seguiremos dándole vida a Luvina desde la virtualidad”, acotó el Carlos Torres.
Ahora, la esquina será reemplazada por la librería Matorral de Andrés Archila y César Hernández, quienes planean seguir expandiéndose por la ciudad, ojalá con la misma misión de congregar a grandes protagonistas de la literatura.
Y aunque ya no estará más la icónica librería, ella seguirá siendo un lugar de encuentros virtuales, pues, según su dueño y fundador, el camino literario es largo y la vitrina de libros seguirá siendo una excusa para hablar de poesía, de novelas y generando pensamiento crítico.