CON SU icónica arquitectura, cultura y mezcla de religiones y razas provenientes de los taínos, españoles, piratas, africanos y chinos, la emblemática Habana, que se consagró hace varios siglos como la entrada al Nuevo Mundo, conmemora 500 años de fundación.
La puerta de las Indias
Los inicios de la ciudad datan de 1514 cuando el conquistador Diego Velázquez la bautizó con el nombre de La Villa de San Cristóbal de La Habana, pero fue el 16 de noviembre de 1519 el día en que se dio su fundación oficial, al mudarse al norte en las cercanías del puerto natural de la bahía de la ciudad. Con el paso del tiempo, el nombre quedó en uno más corto y sonoro que, al parecer, está inspirado en unos de los jefes nativos que habitaba la región, el cacique Habaguanex.
Durante siglos, La Habana tuvo el puerto más importante del Caribe al ser el lugar de exportación de cientos de productos, además de ser el punto de concentración de las flotas que se dirigían a España y años después en el mejor astillero de la Armada Española. Esto generó aumentos considerables en el comercio y las riquezas, por lo cual se construyó un sistema de fortalezas y murallas para su protección, pues sufrió numerosas invasiones de potencias enemigas al ser el punto de conexión entre Europa y el Nuevo Mundo.
La ciudad fue testigo de guerras y crisis al transitar, entre Cuba y España, grandes cantidades de oro por las que los piratas atacaron y se apoderaron de la ciudad, tal como lo hizo en 1555 Jacques de Sores. En 1762, fue tomada por los británicos, quienes tras dos meses de intensa batalla, ocuparon la ciudad por casi un año en el que trajeron alrededor de 100.000 esclavos a la isla. En 1763 fue devuelta a España al ser intercambiada por otra colonia.
Cultura mestiza
Las incursiones de distintos pueblos sirvieron para formar la pluralidad de las costumbres de los cubanos que se ven fuertemente reflejadas en la capital. Las raíces de los indios taínos de la región se mezclaron con la esencia española que quedó arraigada en distintos aspectos como el idioma, la religión, la literatura y hasta la gastronomía.
Los africanos dejaron también su huella, pues la expansión azucarera de 1763 demandaba esclavos que hicieran las tareas pesadas de la industria, y en 1847 los chinos llegaron a la isla junto a los franceses que venían de Haití, convirtiendo de esta forma la cultura cubana en un híbrido étnico y espiritual.
La zona conocida como La Habana Vieja es la representación por excelencia de esa mezcla de razas que se evidencia en su arquitectura compuesta por columnas, paredes y techos altos que adornan las iglesias, conventos, palacios, fortalezas y callejones, que convirtieron ese trozo de la ciudad en uno de los conjuntos coloniales más grandes de América Latina, declarado por la Unesco en 1982 como Patrimonio de La Humanidad por sus valores históricos, culturales y arquitectónicos.
La música también es producto de aquella influencia de la que se desprenden ritmos como el son, la conga, el chachachá, el mambo y el danzón que tienen sus raíces en los cantos africanos y la contradanza española, de los cuales surgieron intérpretes de la talla de Miguel Matamoros, Benny Moré, Dámaso Pérez Prado, Chano Pozo, Bebo Valdés, Juan Formel, Silvio Rodríguez, Chucho Valdés, entre muchos otros que pusieron a bailar al mundo con el sabor cubano.
La Habana actual
Aunque algunas zonas de la ciudad clásica se desmoronen por falta de restauración, en la mayoría de anécdotas solo surgen elogios para esa mágica urbe de 2.1 millones de habitantes que recibe con brazos abiertos a los miles de turistas que desean vivir toda una experiencia en las calles de la capital cubana.
En los últimos años, las actividades comerciales de la zona portuaria se trasladaron progresivamente al Puerto de Mariel con el fin de que el de La Habana se convirtiera en una zona turística, ya que esta es la mayor vía de ingreso económico de la ciudad.
Por esto, la vasta cultura de Cuba se puede apreciar en La Habana al pasear por la icónica Plaza Vieja, con sus galerías y cúpulas coloridas, recorrer la calle Obispo repleta de artes, tiendas y bares, y llegar hasta la Plaza de la Catedral, circundada de edificios del siglo XVIII.
Sin dejar de lado la oportunidad de conocer las murallas que protegieron la ciudad como la Fortaleza de San Salvador, el Castillo de los Tres Reyes del Morro, La Giraldilla y el Castillo de la Real Fuerza, el Paseo de Martí, el Capitolio, los autos descapotables de los años 50 conocidos como “almendrones” y el Gran Teatro de La Habana la reivindican como una ciudad desbordante de cultura.