Desde piezas que reflejan sus primeras pinceladas, cuando tan solo a los 13 años manejaba con destreza la pintura en tela, hasta sus últimas obras que hablan de lo sombrío de la pandemia, Cantos de memoria, es un compilado de la trayectoria del artista indígena Carlos Jacanamijoy que acogió el Museo de Historia Cultural de Oslo, Noruega.
Nacido en 1964, el artista creció en el resguardo indígena de la comunidad inga, en el municipio de Santiago, Putumayo, junto a su abuela, una de las “guardianas de la sabiduría ancestral” y su padre, Chamán de la comunidad.
Durante su carrera, ha trabajado por conectar a otros países con la cultura ancestral colombiana a través de un puente de óleos y dibujos, que en esta ocasión desde octubre y hasta el 15 de diciembre, se podrá disfrutar en Noruega. Por eso, EL NUEVO SIGLO habló en entrevista con el artista sobre esta nueva muestra, sus primeros pasos en la pintura y el panorama de la industria en el país y el mundo.
EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo comenzó su historia con la pintura y el dibujo?
CARLOS JACANAMIJOY: Toda la vida he sido un artista. Desde niño siempre me gustó pintar, todo lo expresaba con dibujos y colores. Fui el pintor de una familia numerosa entre hombres y mujeres. Creo que todos me recuerdan dibujando, incluso en la escuela. Desde que tengo uso de razón, me gustó. Luego si estudié y me dediqué a esto completamente.
ENS: ¿Cómo fue ese paso por la academia y luego al campo de práctica?
CJ: A los 13, cuando cree mi taller incluso quería retirarme del bachillerato. Desde esa época comencé a seguir a Leonardo Da Vinci, a Miguel Ángel y a partir de entonces me quise volver profesional. Sin saber para dónde iba, me dediqué a esto por pasión y amor. Luego terminé la nocturna para dedicarme completamente a la pintura. A los 18 llegué a la universidad y ya sabía toda la técnica, dibujaba y pintaba en telas. Luego también estudié filosofía y artes. Pasé por varias instituciones hasta que me gradué en la Universidad Nacional de Colombia.
ENS: Al realizar sus obras, ¿qué es lo que mueve sus trazos?
CJ: Mi trabajo refleja todas las etapas por las que he pasado a lo largo de mi carrera. Pero lo que me conmueve es un punto de vista selvático, al que sin darme cuenta acudí. Las obras son como mis historias de vida y puntos nodales con los que pude expresarme, que viéndolo en retrospectiva, le he dedicado, sin pensarlo, a mi cultura, a las tradiciones ancestrales, a los guardianes de la sabiduría, a esa relación no solo con mis raíces, sino con el planeta.
También he hablado a través de la pintura sobre todo esto de la pandemia porque me di cuenta de algunas maneras de pensar del mundo, de la resistencia que tienen y con esto esas sabidurías ancestrales están más vigentes que nunca.
Lo que yo quiero mostrar es ese amor que tienen las culturas con las que conviví y crecí. Desde niño sentí esa conexión estrecha con el mundo de la naturaleza. Creo que hoy el hombre ha perdido esa relación, estamos en una carrera loca y nos hemos deshumanizado, por eso mi obra va dirigida a ello.
Entonces, son transformaciones que sin proponérmelo, el arte me ha llegado por esas rutas inexploradas y mi autobiografía los ha seguido de algún modo.
También me inspira el hecho de haber crecido con mi abuela, en otro entorno diferente al occidental. Aunque viví en los dos mundos: en el occidental y en el nuestro, de los originarios de américa. Recordar mi infancia y todos esos momentos a través del arte, me llena de mucha satisfacción, de haber vivido ese mundo que es tan fuerte, importante y vital.
Cantos de memoria
ENS: 16 óleos de su autoría estarán en el Museo de Oslo, ¿Cuáles son los pilares de esta exposición?
CJ: Cantos de memoria es una exposición con óleos en gran formato, un estilo que me encanta. Para quienes no conozcan mi obra hay mucho color porque me lo gozo. Hay una pieza que es hecha en una tela larga, de 10 metros por 1.80 de altura y es en acrílico, en la que le hago un tributo al río.
Esta muestra es una retrospectiva a toda mi creación porque hay piezas desde el comienzo de mi carrera, hasta la última obra que hice, llamada Caminos de luz, que la realicé este año, y tiene que ver con la pandemia y el encierro, una época en el que la humanidad hizo un viaje al interior porque nos desatamos de todo el ruido del exterior y toda la deshumanización. El encierro nos sirvió para que, obligados, hiciéramos un viaje al interior y nos diéramos cuenta que no tenemos para donde correr sea cual sea la cultura. Fue un aterrizaje forzoso hacia volvernos más humanos.
ENS: ¿Cómo han recibido los noruegos la exposición?
CJ: Estoy muy feliz porque no había hecho una exposición en esos países, a excepción de una colectiva que hice en Suecia. Pero la exposición individual me parece maravillosa. Le han dedicado mucho cariño, de parte de la embajadora y de mucha gente que ha estado al tanto de esta muestra. Me han contado que los noruegos han sentido esa conexión con mi obra, eso me llena de mucha emoción.
Para mí es un honor que hayan llevado esa obra a Noruega porque se están llevando mucha historia, se están contando muchas cosas que de pronto se ignoran por esos lares sobre Colombia. Pienso que hago parte de esa Colombia, que incluso a veces nosotros mismos ignoramos. Desconozco muchas cosas de nuestra geografía y de nuestra historia. Entonces mi idea también es que podamos expresarnos y mirar los otros puntos cardinales de nuestro país.
Lo que está en Noruega es un pedazo de lo que somos en Colombia y me siento muy orgulloso de representarnos de esta manera.
ENS: En varias ocasiones ha resaltado el valor del color, ¿qué papel juega este componente en sus piezas?
CJ: Lo que yo hago es sentir el color. Mi obra es sensorial y muy sensual porque está hecha a base de memoria, recuerdos, percepciones y sentidos, es muy irracional, en la que también el color se sale de esos simbolismos que tenemos. Me interesa mucho la vibración del color en la cotidianidad, en la naturaleza exterior e interior para tratar de expresar mis sentimientos a medida que voy entrando al fondo del color y la pintura.
ENS: Si tuviera que escoger un color que represente la pandemia, ¿cuál sería?
CJ: De entrada me imaginé un gris oscuro, muy frío, porque hay grises cálidos que son de afecto y tranquilidad, pero este gris oscuro evoca soledad, representa desencuentros, las obsesiones y la deshumanización.
Las joyas del arte colombiano
ENS: ¿Cómo ha sido la experiencia de llevar ante el mundo la cultura y tradiciones colombianas, a través del arte?
CJ: El arte es un lenguaje universal de pensamiento muy superior, entonces va mucho más allá de los discursos de romper fronteras, porque también desata estigmas y prejuicios. Eso me ha enseñado muchísimo para aprender de la interacción que yo tengo con mi obra.
De los países donde he expuesto me ha parecido interesante Suecia porque para nosotros su cultura, su espacio físico y geográfico son diferentes. Uno no ha sentido, por ejemplo, lo que es estar dos meses y medio de noche, eso me parece increíble. Entonces en nuestras obras ellos pueden ver nuestros colores y se imaginan nuestro trópico.
También expuse en China, donde sentí que éramos parientes lejanos, que estábamos de alguna forma conectados, por la manera de sentir y de ser. Me recibieron muy bien y me decían que era uno de ellos. Allí encontré cercanía en las abstracciones geométricas y en las expresiones artísticas cuando visité algunos museos, entonces hay encuentros muy dignificadores.
ENS: ¿Cuál es el panorama del arte indígena en cuanto a su visibilidad y reconocimiento?
CJ: Lo indígena apareció como en 1991 con la nueva constitución, como si recién empezara a existir. Siempre se mostró y todavía, como cosa del pasado ya que creo que aparece como el arte precolombino y piezas de museo, no más. Y creo que no es así.
No nos hemos dado cuenta que tenemos un tesoro maravilloso con nuestro mestizaje y con la identidad cultural, de la que todos los colombianos, de cualquier rincón del país, somos poseedores.
El arte indígena está hoy en todo, no solamente está en el pasado, sino también en el presente, entonces la idea es que podamos romper esos estigmas y esos estereotipos a los que nos hemos acostumbrado, porque vemos a los indígenas como “otros” cuando somos una sola cultura.
ENS: ¿Qué cree que le hace falta a Colombia para visibilizar el arte empírico?
CJ: Debe ser por medio de políticas del Estado. En Colombia a pesar de que tenemos un gran mestizaje, porque hay alrededor de 115 grupos de indígenas, con lenguas y costumbres diferentes, no hemos explotado ese tesoro maravilloso.
Tenemos que apropiamos de nuestra cultura porque respecto a la historia del arte colombiano hay mucho que mostrar con grandes maestros que son de talla mundial. Lo que hace falta es difusión, enseñar y mostrar a las otras culturas lo que tenemos.
ENS: ¿Qué proyectos tiene y cómo lo ha fectado la pandemia?
CJ: Tenía una exposición que se suspendió en Corea, en Shanghái, China y en Japón, pero creo que el próximo año va se va a retomar. Exponer en más países que son muy opuestos a nosotros, es lo que busco porque se intercambian costumbres y culturas para conocer aún más.