La ciudad de Pietrasanta, en Toscana, la cuna de la escultura en Italia, festeja con una inédita exposición de monumentales gatos, gordas y caballos los 80 años del artista colombiano Fernando Botero.
"Aquí me siento como en mi tierra, tiene algo de Antioquia, la montaña, las flores", confiesa sonriente Botero, mientras recorre la sugestiva medieval iglesia de San Agustín donde son expuestas diez de sus esculturas medianas y 40 dibujos y acuarelas realizadas en los años setenta.
Junto con seis esculturas gigantes, instaladas en la sugestiva plaza del Duomo, a pocos metros de distancia, en total 80 obras narran pasado y presente del pintor y resumen su notable capacidad de mezclar lo gráfico con lo plástico, lo colombiano con lo europeo.
"La pintura es un trabajo solitario, la escultura es en cambio colectivo, se trabaja en equipo. Uno realiza el molde, otro cincela, otro patina. Hasta el transporte es clave", cuenta el artista, quien cumplió en abril, como escribió el diario local, "sus primeros 80 años" de vida.
"No tengo que demostrar nada a nadie" sostiene Botero, entre los más cotizados del mundo, una obra suya fue vendida por 2,3 millones de dólares, quien pasa desde hace 38 años dos meses al año en Pietrasanta, en su bella casa de la colina vecina, no muy lejos de las legendarias canteras de mármol de Carrara que inspiraron al genio del Renacimiento Miguel Ángel.
Para el evento, que será inaugurado el sábado y permanecerá abierto hasta el 2 de septiembre, se han movilizado no sólo las autoridades locales, sino toda la ciudad, célebre por la elaboración del mármol y el bronce, de unos 30.000 habitantes, que conocen vida y milagro del "maestro", quien suele recorrer placitas y callejuelas y cenar en sus "trattorias" típicas.
"Pintar es para mí un placer. Trabajo todos los días 8 a 10 horas. Eso sí sin música, me molesta", asegura. La presencia de canales de televisión de todo el mundo, de periodistas y expertos en programas de arte en la encantadora Pietrasanta, a 400 kilómetros de Roma, lo sorprende y halaga.
"Para mí esta exposición es tan importante como las que he realizado en Roma y Milán", confiesa, por lo que escogió para ella varias pinturas y dibujos de su colección personal sobre sus temas preferidos: gordos, toros, caballos, vírgenes, curas y campesinos "con carriel", la bolsa de viaje de su país, iconografías que lo tienen atado a sus raíces.
"Mi pintura no tiene nada de realismo mágico, nadie vuela, ni lo persiguen mariposas amarillas. Es improbable, pero no imposible", explica con seductora afabilidad y amabilidad.
Más compleja resulta la explicación del curador de la muestra Alessandro Romanini: "Esta exposición es una síntesis de la cultura europea con la suramericana, un ‘connubio’ entre la iconografía, la técnica y el lenguaje que Botero ha analizado y elaborado en sesenta años de carrera".
Para el dueño de la fundación Mariani Adolfo Angolini, con el que trabaja desde los años 70, Botero "es alguien muy atento a sus afectos, no deja de llamar para los cumpleaños y Año Nuevo", cuenta. /AFP