Historia de los intelectuales en Latinoamérica | El Nuevo Siglo
Foto Montaje El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Agosto de 2017
Redacción El Portal Voz
Carlos Monsiváis rastreó la historia intelectual de la región poniendo de relieve los problemas a los que se han enfrentado los pensadores latinoamericanos. Alfonso Reyes, Andrés Bello y José Martí comenzaron la secularización. Después vinieron Borges, Lezema  Lima y otros tantos que le dieron identidad a la región.

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El tema de los intelectuales en América Latina, tan extenso, ha merecido ensayos, historias, polémicas incontables, críticas despiadadas, autoelogios, sectarismos opuestos y, a veces, complementarios. Desde luego, la conducta de los intelectuales (el gremio) y los intelectuales públicos (los seres representativos) es inabarcable; desde luego, también son drásticas las limitaciones de una crónica como la presente, la primera de ellas la imposibilidad de revisar la historia intelectual de cada uno de los países, Centroamérica casi ausente de estas notas con la excepción de una mención de los poetas nicaragüenses y, falta examinar, por ejemplo, la complejísima historia intelectual de Colombia y Venezuela, los procesos tan arduos de Panamá y Puerto Rico y las devastaciones del racismo en Ecuador, Bolivia, Guatemala, Perú y México.

 La secularización

En la segunda mitad del siglo XIX el gran debate de los escritores y pensadores latinoamericanos se dio entre liberales y conservadores, que suelen tener en común una sólida formación clásica y, hasta determinado momento, el mismo origen social. La gran diferencia apareció con el debate sobre las Constituciones de la República y los Códigos Civiles, y con los enfrentamientos de toda índole en torno a la secularización, el proceso mundial sustentado en la educación laica, la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de expresión y la libertad de creencias que, según los conservadores, divide y envenena a comunidades nacionales, sólo posibles por la unidad de la fe.

«¿Qué resulta de una enseñanza fundada en el Catecismo? El niño abandona desde temprano el mundo real para vivir en una región fantasmagórica», afirmaba el peruano Manuel González Prada. Y en México, Ignacio Manuel Altamirano era tajante:

 En su proyecto cuentan, por otra parte, el conjunto de leyes que garantizan las libertades en materia de ideas y comportamientos. Éstos son los asuntos primordiales de los políticos, escritores, pensadores liberales de una larga etapa, entre ellos los mexicanos Ignacio Ramírez (1818-1879), Guillermo Prieto (1818-1897), Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), Francisco Zarco; el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888); el puertorriqueño José María de Hostos (1839-1903); el chileno José Victorino Lastarria (1817-1888); el peruano Manuel González Prada (1848-1918); el ecuatoriano Juan Montalvo(1833-1880). Dos casos excepcionales son el venezolano Andrés Bello (1781-1872), que trabajó sucesivamente en tres países (Venezuela, Colombia y Chile), cubrió varias disciplinas, redactó el Código Civil de Chile y escribió una Gramática de la Lengua Castellana, de enorme resonancia; y el cubano José Martí (1853-1895), uno de los intelectuales más deslumbrantes de la historia latinoamericana.

 

De la ciudad letrada y sus escenarios

Hasta mitades del siglo XX es clásica la escenografía o la decoración surgida de la espontaneidad y del fervor imitativo: cuartos saturados de libros y cigarros, redacciones de diarios y revistas colmadas de intrigas y rumores, oficinas de los gobiernos donde los escritores cobran sueldos modestos por redactar o corregir discursos ilegibles, universidades como brevísimas estaciones de paso, o, para los menos, como nichos a perpetuidad.

Sigue la lista de la ciudad letrada: ateneos, academias de la lengua, salas de conferencias, teatros donde se escenifica a Shakespeare, Molière, Ibsen, Chejov, o a los comediógrafos españoles y franceses, salas de conciertos, cafés que son el segundo hogar o el primero, teatros de «género chico», despachos de abogados, sesiones de ópera que son el otro «árbol genealógico» de las buenas familias («Estaban llenos todos los palcos, estábamos todos»).

La expansión de las ciudades desbarató la mayoría de las zonas reservadas a la minoría ilustrada, la secularización ya no ubica al intelectual como el reemplazo del sacerdote, a los cafés literarios los sustituyen las reuniones en departamentos y oficinas, y el culto a la palabra se diluye por la influencia del cine primero y luego, de modo interminable, por el ascendiente de la televisión. Se lee poco o, más precisamente, son muchos más los que leen igual de poco que en la etapa anterior, y se impone por un tiempo largo el terrorismo de los académicos: «No se dice haiga... no se dice crioque».

La causa del humanismo

A través del desarrollo de algunos grupos y revistas literarias es posible advertir corrientes intelectuales profundas de índole humanista, de exigencias de rigor crítico. En México un grupo fundacional es el del Ateneo de la Juventud (1907-1912, aproximadamente), con figuras excepcionales: Alfonso Reyes (1889-1959), Pedro Henríquez Ureña (1885-1970), Martín Luis Guzmán (1887-1976), José Vasconcelos (1882-1959), Julio Torri (1889-1970) y Antonio Caso (1883-1976), entre otros.

 Guzmán fue uno de los grandes narradores del género de la Revolución Mexicana (El águila y la serpienteLa sombra del caudilloMemorias de Pancho Villa). Reyes fue el humanista por excelencia: divulgador de gran nivel de la cultura grecolatina, poeta, narrador, ensayista, tratadista, traductor, diplomático, creador de instituciones educativas. Henríquez Ureña fue uno de los primeros en advertir en su complejidad la cultura de la América hispánica y fue un maestro en el sentido formativo del término. Vasconcelos fue un profeta, un gran educador latinoamericano, un autobiógrafo excepcional (Ulises criollo es una obra maestra), un político que apasionó a los jóvenes en su campaña presidencial de 1929, pero un rencoroso que en sus años finales alabó a Hitler, Franco, Somoza y Trujillo, abominó lo indígena, detestó a Benito Juárez y dirigió una revista pronazi, 'Timón', subsidiada por la embajada de Alemania. Julio Torri fue un prosista extraordinario. Caso, un filósofo de libros que envejecen con rapidez pero que en su momento entusiasmaron a los estudiantes y los llevaron a la filosofía.

La revaloración de 'Sur' se debe en gran medida a la condición legendaria de dos de sus integrantes que crean y alientan una literatura notable: Victoria Ocampo y, sobre todo, Jorge Luis Borges. También Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y José Bianco.

Borges es, en sí mismo, un capítulo de la vida intelectual de América Latina y del mundo con su imaginación sorprendente, su idioma flexible y riguroso, la calidad de su ironía, el despliegue de su erudición, las variedades de su inteligencia. Es, sin duda, el intelectual y escritor latinoamericano del siglo XX de mayor repercusión internacional. El grupo, con la excepción de Bianco, se inclinó en lo político hacia posiciones conservadoras.

El caso Padilla: “Los héroes negativos”

En el Encuentro de Intelectuales en 1967 en La Habana, un discurso de Castro los situó en la vanguardia de la Revolución por sobre los partidos comunistas así como también lanzó campañas contra los intelectuales que «traicionan». Luego, en 1971, el «caso Padilla» dividió al sector intelectual de izquierda.

En La Habana se detuvo, se enjuició y se obligó a la confesión al poeta Heberto Padilla, crítico estentóreo del gobierno castrista y su política hacia los intelectuales. El arresto de Padilla movilizó a un grupo amplio de intelectuales europeos y norteamericanos. Al cabo de varias semanas de arresto, Padilla se presentó en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y leyó un texto muy autocrítico donde se acusa a sí mismo de actividades contrarrevolucionarias, de vanidad, de escribir.

*El Portalvoz es una revista digital con sede en Madrid, España. @elportalvoz

 

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