Por Patricia Acosta (*)
LAS ciudades parecieran concentrar a la vez, las mejores oportunidades y los mayores problemas del mundo actual. Aunque solamente el 2% del área del mundo es urbana, allí se concentra hoy el 50% de la población y el 70 % de la economía; allí se consume el 60% de la energía, y se producen el 70% de las emisiones y de los residuos del globo. Los procesos de urbanización acelerada y desbordada, no son un reto del pasado. Aunque para nosotros en la región Latinoamericana quedan apenas las secuelas de un proceso de urbanización desequilibrado y desigual, los centros urbanos a pesar de todo se han ido estabilizando.
Pero lo mismo no es cierto en Asia y en África, en donde hoy se están viviendo los mayores crecimientos urbanos de la historia. Es por ese motivo que cualquier aspiración por un desarrollo global sustentable, pasa también por compromisos sobre los procesos de urbanización -social, económica y ambientalmente- sustentables. El mundo hoy dialoga con mayor interés que nunca, sobre una nueva agenda urbana.
Quito será en octubre, anfitriona de la tercera cumbre de Hábitat en la historia de la ONU. Las dos anteriores, realizadas en 1972 en Vancouver y en 1992 en Estambul, fueron hitos globales en la reflexión sobre los asentamientos humanos. La Declaración de Vancouver y posteriormente la Declaración de Estambul, de la cual derivó la primera Agenda Hábitat, constituyeron etapas cruciales en la evolución de la discusión internacional sobre los procesos de urbanización y sus implicaciones sociales, económicas y ambientales.
La primera, atendió la preocupación común de las naciones frente a la urbanización acelerada y los cinturones de miseria en las ciudades de los países en desarrollo, de cara a las serias implicaciones socio-políticas que podrían derivarse de su negligencia, especialmente en Latinoamérica. La segunda, reconoció la importancia de involucrar a las ciudades en esta discusión, considerando a los gobiernos locales como agentes centrales en la implementación de los diversos mecanismos de actuación disponibles para afrontar, sobre los territorios específicos, los desafíos del desarrollo sustentable. Estas declaraciones fueron cada una en su momento, referentes centrales para las agendas nacionales y locales de política pública sobre asentamientos humanos, ampliando la reflexión de los gobiernos sobre asuntos urbanos y su encadenamiento con los procesos de desarrollo social y humano. No obstante, estudios señalan que en general, las políticas públicas que finalmente han guiado la acción en los diversos sectores estratégicos de la agenda, en tanto que son apenas lineamientos, no necesariamente los reflejan.
Veinte años después de Estambul, la comunidad internacional se encuentra en un momento de coyuntura en torno a varios asuntos de significancia global, que se definen en buena medida en acciones desde las ciudades. Frente al calentamiento global, el proceso del COP 21, que ha derivado en la firma del Acuerdo de París para la reducción de emisiones, se aspira a que en Hábitat 3 se logre definir lineamientos para el desarrollo de políticas urbanas locales convergentes.
También en el 2015, la ONU logró concluir los acuerdos para la actualización de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y se produjo la nueva Agenda de Desarrollo Sostenible, que dirigirá la priorización de la acción de los Estados de todas las regiones, hacia metas compartidas frente a la pobreza, la desigualdad y el cambio climático en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Específicamente, los avances en el objetivo 11, centrado en la intención de hacer de las ciudades y asentamientos humanos espacios seguros, resilientes y sostenibles, estarán estrechamente ligados a la implementación de los habilitadores de desarrollo y los habilitadores operacionales identificados en los diálogos de H3, necesarios para orientar y soportar adecuadamente la gestión urbana local hacia tales fines.
Además de estas articulaciones a las agendas marco de COP y ODS, se espera así mismo que Hábitat 3 logre redefinir la gestión pública urbana como principal medio de inclusión y equidad. La agendaen proceso de discusión, resalta la necesaria concurrencia entre los Estados nacionales y los gobiernos locales en la construcción de entornos favorables para el desarrollo humano, dirigidos por principios de justicia social. Revisita el cómo y el por qué los procesos tendenciales de urbanización y de gestión urbana actual, son en muchas ciudades y áreas metropolitanas del mundo, parcialmente responsables de aumentar las brechas sociales, profundizar la pobreza y promover la degradación ambiental. Igualmente, pone sobre la mesa posibles vías de exploración, inspiradas en iniciativas locales exitosas, que pueden contribuir a mitigar esas dinámicas y mejorar la calidad de vida, especialmente la de los ciudadanos más vulnerables y excluidos. De allí, el reconocimiento internacional que han recibido, por ejemplo, varias de las iniciativas de Medellín.
Reflexionar sobre este gran reto que se plantea el mundo, al intentar acordar en Quito principios comunes en torno a los cuales alinear los esfuerzos de las sociedades para abordar los grandes desafíos que plantean las dinámicas predominantes del desarrollo urbano actual, es importante. En Colombia, desde la Constitución de 1991 y con la adopción de la Ley 388, no solamente ya hemos recorrido una parte significativa de ese camino que propone emprender la agenda de H3, sino que ya hemos alcanzado el logro político de adoptar e implementar los marcos normativos e institucionales, así como los instrumentales de gestión y financiación necesarios para una gestión pública municipal, enfocada en la producción de ciudades más equilibradas y justas ¿Qué nos estará faltando entonces para lograr avances significativos en materia de vivienda social y producción de bienes colectivos?¿Cuáles serán las reformas que se dice que estarán tramitándose pronto para la Ley 388? Esperemos que no demos pasos atrás.
(*) Profesora del Programa Gestión y Desarrollo Urbanos – Ekística de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario.