Amigo íntimo de Fidel Castro, Gabriel García Márquez era "un hombre con bondad de niño y talento cósmico", según el líder de la revolución cubana que lo ha evocado como "un hombre de mañana, al que agradecemos haber vivido esa vida para contarla".
Los dos hombres -el cubano es siete meses mayor- se conocieron en los primeros días de la revolución, en enero de 1959, cuando "Gabo" llegó a la isla como periodista a cubrir la llegada al poder de los guerrilleros "barbudos" que comandaba Castro.
Siguieron decenios de amistad, con algunos desacuerdos entre dos hombres a quienes les gustaba tacharse mutuamente de "desmesurados" y "exagerados".
Crítico de las dictaduras y los regímenes autoritarios de derecha de América Latina, García Márquez permaneció siempre fiel a esa amistad con Fidel Castro, incluso a veces a riesgo de ser criticado.
El escritor cubano Reinaldo Arenas lo había atacado fuertemente en sus memorias ("Antes de que anochezca") denunciando su presencia junto a Fidel Castro durante algunos de sus más encendidos discursos contra los anticastristas.
Su examigo y también Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, lo calificó de "cortesano" por guardar silencio durante la "primavera negra" de 2003, cuando 75 opositores cubanos fueron condenados a severas penas de cárcel.
"Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares", relató Castro en 2008 cuando recibió a "Gabo" y su esposa Mercedes, dos años después de la crisis de salud que lo llevó a dejar el poder en 2006.
García Márquez, quien fijaría largo tiempo su domicilio en La Habana, participó en 1959 en la formación de la agencia cubana Prensa Latina y en 1986 en la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, 30 km al suroeste de La Habana, que ha formado a generaciones de cineastas.
- Visitas nocturnas -
Gabo, quien recibía en su hogar de La Habana frecuentes visitas nocturnas de Fidel, destacaba a su vez "su devoción por las palabras, su poder de seducción". "Fatigado de conversar, descansa conversando", escribió sobre el líder cubano.
Una de esas noches, contó el escritor colombiano en 1988, le preguntó qué era lo que más le gustaría hacer en el mundo. "Pararme en una esquina", le respondió inmediatamente un Castro agobiado por las responsabilidades y más aislado que nunca en la cima del poder.
Su historia común pudo haber comenzado en Colombia en abril de 1948: al día siguiente del asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán, Fidel Castro y Gabriel García Márquez, ambos de 21 años, participaron en la revuelta que pasó a la historia con el nombre de "El Bogotazo".
"Ninguno tenía noticias del otro. No nos conocía nadie, ni siquiera nosotros mismos", recordó Castro en un artículo publicado en 2002 con ocasión del lanzamiento del libro "Vivir para contarla" del Premio Nobel de Literatura.
Siempre fiel defensor de la revolución cubana, García Márquez sirvió de emisario especial del "Líder máximo" ante el presidente estadounidense Bill Clinton.
En 1994 participó en la solución de la crisis de los "balseros", cuando millares de cubanos agobiados por las penurias económicas se lanzaron al mar en precarias embarcaciones para alcanzar la costa de Estados Unidos, que culminó con un acuerdo migratorio entre La Habana y Washington.
En 1997, Gabo llevó a Bill Clinton -quien le había contado que "Cien años de soledad" era su novela favorita- un mensaje de Fidel Castro en el que proponía a Estados Unidos cooperación en la lucha contra el terrorismo.
La cooperación cubano-estadounidense fue efímera. Washington sacó provecho de las informaciones transmitidas por los cubanos sobre planes de anticastristas contra la isla y arrestó en septiembre de 1998 a los agentes de una red cubana que operaba clandestinamente en Florida.