En medio de un gran aguacero se lidió la segunda corrida de la temporada. Manuel Escribano y Jesús Enrique Colombo dieron la vuelta al ruedo. Variado encierro de El Manzanal.
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Bogotá tiene un clima particular: puede pasar de una tarde soleada, digna de cualquier playa, a tener su cielo nublado y desatar grandes precipitaciones en cuestión de minutos. Y así se dio la segunda corrida de abono en la Plaza de Toros de Santamaría. La mañana, soleada; la tarde, gris.
Se lidiaron toros de El Manzanal, hierro que volvía después de muchos años a la capital. Bien presentados (con menor relevancia el último), de variado juego, peleando en el caballo y un par con emoción.
Si bien era una corrida de rehileteros, los tercios de banderillas no terminaron de romper, el público, como el clima, se enfrió, y se volvió un festejo denso, pesado.
El primer toro, de nombre ‘Despreciado’, que marcó 570 kg en la báscula, fue aplaudido en su salida. Dio una dura pelea en el caballo, pero presentó grandes dificultades al venezolano Colombo -quien confirmaba alternativa- y, en medio de las protestas del público y ante la imposibilidad de lidiarle, tomó la espada y abrevió.
El de San Cristobal, que abría y cerraba la tarde, pechó con un adversario (el sexto) que fue el de menor trapío del festejo, que empezó bien y se vino a menos. El matador optó por adornarse en extremo y dejó una que otra tanda de factura. Luego de la división de su primera lidia, eran evidentes las ganas de llevarse algún premio de Bogotá. Por eso Colombo soltó la muleta y se abalanzó sobre el animal dejando una estocada en todo lo alto, fulminante, que valió la petición de la oreja, negada con justicia por el usía en virtud de lo que fue la faena. Vuelta al ruedo.
Sebastián Vargas celebraba 25 años de alternativa ante despreciado, un toro colorado de hermosa estampa que dio una fuertísima pelea en el caballo, mandando por los aires dos veces a Clovis Velásquez el picador de turno. Luego, en la muleta, Vargas no logró conectar del todo, pues daba mucho tiempo entre tanda y tanda. Dejó una buena estocada, se vieron algunos pañuelos y todo terminó en palmas.
El diestro nacional lidió en su segundo turno un toro negro, con escasa fuerza, pero que permitió al cucuteño ejecutar importantes tandas. Se desató el aguacero y el público se refugió bajo los escasos techos de la Santamaría. Estocada contraria, descabello y un frío silencio.
El cartel tenía como principal figura a Manuel Escribano, torero español ilustre por sus indultos en grandes plazas (el de la Maestranza de Sevilla) y a míticos hierros (el que logró luego ante un Miura). Tuvo una tarde con dos caras: en el sol, ante un jabonero, se enfrentó a un manso rajado desde el comienzo, que se fue a la puerta de chiqueros y solo ahí dio un par de pases. Silencio.
En la lluvia, en el quinto de este 9 de febrero, su segundo, se vio a un torero con conocimiento, que no se amilanó ante la lluvia, que inicio con cambiados por la espalda, que dejó sendos naturales y serios desplantes. Pero la espada, esa que puede echar por la borda la mejor de las faenas, fue determinante: dos intentos, se escuchó un aviso y dio una vuelta al ruedo.
El frío bogotano contagió a la media plaza que llegó a la Santamaría. Fue una tarde aguada, con detalles, pero sin terminar de romper. A veces el agua le baja la temperatura a la emoción, pero saca la valentía y pone en manifiesto el riesgo de los que, en el ruedo, se juegan la vida.
Queda la ansiedad de esperar uno de los carteles más fuertes la próxima semana con Enrique Ponce, Antonio Ferrera y Luis Bolívar.