MILES de obras falsas circulan en el mundo, algunas se han colado en los museos más prestigiosos y otras pasan años sin ser descubiertas en las galerías de arte. Pero más allá del engaño, la copia de una obra maestra puede ser una pieza de gran valor por sí misma, digna de un espacio de exhibición, como es el caso del Fälschermuseum o Museo de falsificaciones, ubicado en Viena, Austria.
Esta ciudad europea, cuna de las artes, alberga este inusual museo, autodenominado como el único en su tipo del viejo continente, que tuvo su apertura oficial un día como hoy, hace 14 años.
Entre las más de 80 piezas de arte “criminal” del museo vienés, se exhibe el extraordinario y discutido trabajo de Han van Meegere, considerado como el mayor falsificador de obras de la historia al lograr burlar a los más fervientes críticos nazis de arte, a quienes vendió como originales sus copias de grandes pintores de la talla de Johannes Vermeer, con las cuales acumuló una gran fortuna que lo convirtió en uno de los hombres más ricos de Holanda y que posteriormente, con su confesión, lo llevaron al borde de una sentencia de pena de muerte.
Tom Keating, el restaurador de arte inglés que afirmó falsificar alrededor de 2000 pinturas de más de 100 artistas; Konrad Kujau, el creador de los falsos “diarios de Hitler”; y Edgar Mrugalla, el imitador con gran destreza de las obras de Van Gogh, Renoir, Cézanne y Rembrandt, son otros de los nombres que figuran en la lista del museo como los mejores en su campo, y cuyas obras tienen un lugar privilegiado en sus paredes.
Las anécdotas de este “oficio” también se extienden a grandes maestros del arte que iniciaron como falsificadores. Se dice que a Miguel Ángel, en su época de alumno de pintura en 1490, le prestaron un retrato para que lo copiara y el resultado fue tan exacto que se quedó con el original y devolvió el que había realizado. Nadie se dio cuenta, ni siquiera su maestro, hasta que el joven lo contó.
Pero las obras exhibidas, como se explica en la página web del Fälschermuseum, no se pueden catalogar todas como falsificaciones, puesto que se dividen en tres categorías que se diferencian entre sí.
Una falsificación idéntica se clasifica de esta forma cuando la obra es pintada al estilo de un artista, con la indicación falsa y engañosa de que es otro de los originales del este y se vende como tal, en su mayoría grabados o litografías. Se cataloga como falsificación en el estilo a una pieza que fue elabora a la manera del pintor, con la referencia equivocada que pretende ser propia de este. Por último, se considera una copia cuando se realiza una reproducción de una obra existente sin la indicación fraudulenta de que es el original. El museo aclara que “una imagen u objeto puede ser copiado y fotografiado sólo en Europa (también en tamaño original, con firma original), 70 años después de la muerte del autor. Una copia o imitación de estilo (hecha sin intención fraudulenta) no es una falsificación y un copista no es un falsificador.”
Así mismo, la web resalta un aviso con respecto a la ley, en la que se señala que “la producción de una nueva obra maestra no es ilegal. Sólo se convierte en ilegal cuando el producto se vende como original. El precio exigido por el artista puede contarse como una escala para el precio que debe pagarse. La traición no depende del precio pagado, sino de la intención de vender el cuadro. Si se ha comprado debido a información incorrecta del vendedor, esto se considera ilegal.”
Estos cuadros y bocetos que se aprecian en cada rincón del museo poseen numerosos estilos como las copias de la Madonna de Belvedere de Rafael y Judith I de Gustav Klimt. La falsificación en el estilo de Jean Puy y un mural medieval. Y las falsificaciones idénticas de Bouquet Sur la Ville de Marc Chagall y un grabado de Rembrandt.
Está claro que mientras existan artistas también lo harán los falsificadores de arte. Se estima que entre un 10 y 15 por ciento de los cuadros exhibidos en los museos a nivel mundial son falsificaciones o adscritos ilegítimamente.
Se tienen cientos de casos alrededor del mundo como el del Museo de Oro de Lima, al que un informe de una comisión investigadora le dictaminó que el 98% de las piezas expuestas eran falsas. Incluso se dice, por la afirmación de Erik el Belga, el mayor ladrón de cuadros del siglo XX, que La Gioconda del Louvre, robada en 1911 y recuperada en 1913, no es más que una simple copia y su original reside en la casa de una familia italiana.
De lo que se tiene certeza es que la falsificación de las obras de grandes maestros del arte es una práctica que despierta polémica pero también admiración por su gran semejanza a la obra original o al estilo de los pintores. Así, el Fälschermuseum abre sus puertas de martes a domingo con entradas que oscilan entre 3 y 6 euros, se dan tours guiados únicamente en alemán y si los turistas no están asociados con este idioma, se ofrecen folletos en español, inglés, italiano, francés y ruso.