AL defender la importancia del oficio periodístico “en tiempos de creciente intolerancia” en el mundo, el mexicano Juan Villoro aseguró que "éticamente es más valioso ser periodista que escritor", haciendo al mismo tiempo una evaluación de sus dos profesiones.
"Un escritor puede ser tan caprichoso como le da la gana y tan mala persona como quiera, y al mismo tiempo escribir buenas novelas. El periodista no lo puede hacer porque ya estaría negando su compromiso con la verdad, con la objetividad, con los demás", manifestó Villoro en una entrevista con dpa.
El mexicano presentó en días pasados, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara su último libro, "El Vértigo Horizontal", un "homenaje crítico" a la Ciudad de México, donde nació hace 62 años, que combina crónicas, reportajes y su particular mirada de la capital del país.
¿Se considera periodista?
JUAN VILLORO: No sé si estoy usurpando funciones. He hecho reportajes puros y duros, de hecho en "El Vértigo Horizontal" hay algunos textos que considero más periodísticos, aquellos donde había realidades ajenas a mí que yo tuve que cubrir más como reportero.
También he hecho entrevistas con el afán de ser periodista, pero también tratando de mantener en ellas cierto impulso narrativo. Durante muchos años, cuando me preguntaban mi profesión yo respondía periodista, porque me parecía pretencioso llamarme escritor. Me gusta más la humildad del periodismo, en la medida en que es un género en el que es importante que sean los demás los que tengan la razón y que sea la realidad la que te dicte los asuntos.
¿Diría que el periodismo es como nunca un pilar de la sociedad?
JV: Vivimos en tiempos de una creciente intolerancia, no sólo en México sino en todo el mundo, si vemos la relación de (Donald) Trump con la prensa, si vemos la importancia de las noticias falsas en redes sociales, si vemos los autoritarismos creciendo en Brasil, Hungría, Polonia, Italia. Son momentos difíciles, pero precisamente la amenaza al periodismo refrenda su importancia, es una paradoja, si no quieren que se digan cosas es por algo, tenemos que decirlas encontrando la manera de hacerlo.
También es un momento importante para los movimientos feministas, ¿hay un ajuste de cuentas con el género femenino en el ámbito literario?
JV: No diría que es un ajuste de cuentas, lo veo como un reconocimiento necesario de una realidad que tenemos, y es que hay extraordinarias escritoras y no sólo escritoras sino mujeres que en todos los campos están destacando. Desgraciadamente vivimos en una sociedad patriarcal, entonces es muy difícil que tengan la visibilidad que merecen, pero atañe a todos los campos, cada quien en su propio espacio tiene que luchar para que esto cambie.
Usted es miembro del Colegio Nacional de México, cuyo cuerpo académico se destaca por la falta de mujeres.
JV: Tradicionalmente el Colegio Nacional no ha tenido muchas voces de mujeres. Nació a principios del siglo XX con 20 hombres. En los años 70 se duplicó y pasó a tener 40 hombres. Cuando yo ingresé hace cuatro años había sólo dos mujeres. Ahora tenemos cinco, lo cual haría pensar que si seguimos con la tendencia renovadora en otros cuatro años habrá 12 y en cuatro años serán mayoría las mujeres, ojalá así suceda, estamos tratando, pero es importante que se haga en todos los frentes.
El tema de su nuevo libro vuelve a insistir en una de sus obsesiones, la Ciudad de México, ¿por qué elige volver siempre a ella?
JV: Es un homenaje crítico, porque toda ciudad, especialmente la de México, te despierta emociones encontradas. Muchas veces he querido abandonarla, pero es como ciertas relaciones amorosas en donde piensas que no puedes seguir ya con esa persona y luego consideras que la extrañarías demasiado si te fueras. La Ciudad de México genera esta relación de amor/odio continua y el libro es producto de eso, quizás predomina más el amor, porque finalmente me he quedado en la ciudad y es el único sitio que considero mío.
¿Le costó finalizar "El Vértigo Horizontal"?
JV: Sí, uno de los grandes problemas de escribir sobre un tema tan amplio es caer en la dinámica de lo exhaustivo, tratar de ser enciclopédico. De alguna manera se volvió una expansión avasallante que tenía que controlar de alguna forma. De broma decía que, más que un corrector de estilo, necesitaba un urbanista que lo estructurara.
¿Cómo escribió el poema que cierra el libro, que ya se había publicado unos días después del terremoto que sacudió la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2017 y que dejó unos 228 muertos en la capital?
JV: Fue producto de la urgencia periodística, el terremoto ocurrió un martes y tenía que entregar mi columna un jueves. A dos días de distancia de la tragedia no podía pensar en otra cosa, al mismo tiempo no tenía nada nuevo qué decir. Se me ocurrió tratar de describir el gesto que me parecía más importante aquellos días, el de levantar el puño para que los demás guardaran silencio y se pudiera escuchar si había gente con vida entre los escombros.
Este gesto solidario de darle prioridad al menos favorecido era lo que estaba determinando las jornadas y yo sentía que había una poderosa fuerza simbólica en todo eso. Para volcar la emoción podía acudir al género de la letanía, poniendo al lector como protagonista y hablándole de tú. Me quedaban dos horas para el cierre, así lo escribí, no sabía la extensión, porque no puedes calcular por líneas, lo ajustamos con los editores, y más que un género literario respondió a uno sismológico: es una réplica.
Quizás por eso mismo pude decir cosas que no sabía que podían conectar con la gente, tuvo una acogida sorprendente para mí y ya no es mío, siento que todo el mundo se lo apropió y me pareció el punto final correcto para este libro que amenazaba con no tener nunca un punto final.
¿Volverá a escribir poesía?
JV: No me considero poeta, no considero tener esa capacidad de síntesis, quizás necesitaré de otro predicamento tan grande como el terremoto para que salga otro poema, yo no sé siquiera si es un poema, no me he preguntado al respecto.