Entre respetuosos silencios y sentidos aplausos, o recogidos en la capilla ardiente, decenas de miles de españoles rindieron homenaje el lunes en Madrid al primer jefe de gobierno de la actual democracia, Adolfo Suárez, antes de su entierro este martes en Ávila.
En el céntrico paseo del Prado de Madrid, una fanfarria militar abrió el paso al féretro que, envuelto con la bandera rojigualda de España y seguido por familiares y autoridades, recorrió sobre un carro de caballería el camino entre el Congreso de los Diputados, donde se había instalado la capilla ardiente, y la plaza de Cibeles.
Fallecido el domingo a los 81 años, Suárez debía ser enterrado más tarde en el claustro de la catedral gótica de Ávila, su tierra natal en el centro de España, según sus deseos.
Unas horas antes en la capital, miles de personas presenciaron el desfile del féretro entre lágrimas y gritos de "Viva Suárez". Muchos de ellos guardaban en su memoria el papel del exjefe de gobierno durante los años de transición que siguieron el fin de la dictadura franquista en 1975.
"Para mí representa mucho porque unió las dos Españas" franquista y republicana "después de 40 años de dictadura", decía María Fraile Sánchez Rubio, ama de casa de 62 años con una sonrisa emocionada.
"Abrió un camino y los políticos de hoy tendrían que mirarse un poco en él", añadía.
Jefe del gobierno español entre 1976 y 1981, Adolfo Suárez recibió del rey Juan Carlos el encargo de formar gobierno sucediendo al presidente franquista Carlos Arias Navarro, quien se había mantenido en el puesto tras la muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975.
Mano a mano con el monarca, Suárez lideró el país durante los años de transición, un periodo delicado e inestable que sirvió para pasar página a tres años de Guerra Civil (1936-1939) y casi cuatro décadas de dictadura (1939-1975).
Su talento conciliador y dialogante fueron claves para convencer al aparato franquista de dar paso hacia la democracia y de limar asperezas entre todos los partidos políticos recientemente legalizados para redactar una nueva Constitución que sería aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978.
- Imagen de unidad -
Su deceso, tras diez años afectado por el Alzheimer, generó en España una imagen de unidad más allá de las agudas discrepancias políticas.
El lunes, sus cuatro sucesores aún vivos, los socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y los conservadores José María Aznar y Mariano Rajoy, actual jefe de gobierno, se reunieron alrededor de sus restos mortales.
Otras 30.000 personas se inclinaron también ante el féretro, instalado durante 24 horas en la sala más solemne del Congreso, repleta de coronas de flores.
El lunes se formaron larguísimas filas de espera en las calles cercanas con miles de personas que, pese al frío, aguardaron horas para poder acceder a la capilla ardiente.
"Me acuerdo perfectamente bien. Yo le voté en las primeras elecciones y le he seguido siempre", explicaba Mercedes Pérez, una profesora jubilada de 64 años.
"Era un político ejemplar. Entregó su vida en un momento muy difícil. Quiso hacer un pacto con todo el mundo para que no hubiera fracturas ni tensiones y que hubiera unidad en España. Y lo consiguió", añadió.
El mandato de Suárez fue ratificado por las urnas en las primeras elecciones organizadas tras la dictadura, el 15 de junio de 1977, donde se presentó como jefe de filas del partido Unión de Centro Democrático (UCD).
Fue reelegido dos años después pero a partir de entonces su popularidad se hundió afectada por las duras críticas de sus adversarios políticos, la crisis económica, la agitación militar, las ansias de mayor autonomía de algunas regiones españolas y los atentados de la organización armada independentista vasca ETA.
Finalmente dimitió en enero de 1981, poco antes del fallido golpe de Estado del 23 de febrero.
Tras su entierro el martes en Ávila, cerca del pueblo de Cebreros donde nació el 25 de septiembre de 1932, el 31 de marzo se celebrarán unos funerales de Estado en la catedral de La Almudena en Madrid.