“El regreso” de las pinceladas de Manuel Hernández | El Nuevo Siglo
Nacido en Bogotá, en 1928, el pintor es uno de los más importantes en Colombia del siglo XX y del abstraccionismo.
Foto UTadeo
Domingo, 30 de Enero de 2022
Redacción Cultura

Con pinceladas pastosas, que conformaban un estilo geométrico y monocromático, el bogotano Manuel Hernández incursionó en el mundo de la pintura, en el que luego de varios años y por su ingenio se convirtió en un “mago” del color y del estilo abstracto. Un grande del arte colombiano, que vuelve al ruedo con “El regreso”, una exposición que recuerda su vida y obra.

La galería El Museo será el espacio en el que habitarán los cuadros de uno de los pintores colombianos más importantes del siglo XX a través de esta muestra, que se llevará a cabo el 5 de febrero y con la cual no solamente la institución busca rendirle un tributo a este gran artista que falleció en 2014, sino también iniciar la actividad de representación de su legado.

Color y forma: su lenguaje

La muestra reúne 50 años del trabajo de Hernández con obras que datan desde 1958 hasta 2008, exhibidas en los dos espacios que actualmente ocupa la galería. Esta propuesta fue bautizada como “El regreso”, ya que después de muchos años sin que se exhibiera su obra tras su muerte, el legado de Hernández vuelve a la escena plástica colombiana e internacional.

Como la gran mayoría de los artistas abstractos, Manuel Hernández se inició con una figuración académica influenciada por la orientación hacia el muralismo mexicano con su figuración social-realista, que aprendió en la Universidad Nacional, donde estudió de 1946 a 1949.

A partir de los años 60, su obra hace un giro hacia la abstracción, buscando la espiritualidad en el arte a través de las formas. Su lenguaje se consolidó a través de una indagación pictórica en la que el color jugó un papel definitivo, y desde la década del 70 ahondó en el signo que caracteriza su trabajo, el cual fue desarrollando durante 40 años.

Vasili Kandinski y Paul Klee fueron dos artistas fundamentales en el desarrollo de su obra; por el interés espiritual, por la imagen y por la necesidad de la abstracción como fundamento comunicativo que tiene dos aspectos básicos: el color y la forma. El color como un elemento que transmite sensaciones al espíritu; como una experiencia que abarca otros niveles que van más allá de las posibilidades sensoriales.

Así mismo, Vicente Rojo fue otro referente clave en su trayectoria. Bajo la sombra de las formas abstractas de Rojo buscó una continua forma envolvente, encerrada sobre sí misma, que en un espacio acoge leyes de una geometría muy circular.



En la obra de Hernández es muy importante la forma como ilusión, resultado creativo, medio con el cual se expresan energías interiores y exteriores y tributos a una imagen que no tiene referencia real.

Sin polémicas y ruidos

Una de las principales preocupaciones del artista dentro del campo de la abstracción fue la vibración y la posibilidad de una forma “estática en movimiento interno”, como él mismo la definía. Esa irradiación de los bordes implica una amplia reflexión sobre la luz, la materialidad de los objetos y el carácter de los colores, ubicándolo en el trópico, donde persiste un gran nivel de contrastes simultáneos.

El lenguaje de Hernández es contenido, austero, determinante y se basta a sí mismo sin necesidad de descripciones. Desde sus años de estudiante, primero en Bogotá y luego en Santiago de Chile, Hernández se encaminó a la búsqueda de una expresión única, de un lenguaje singular, de un alfabeto propio que condensara y explicara por sí mismo su pintura.

Al artista le interesaba un encuentro sensible con el arte, y ese fue siempre su empeño. Por su carácter tímido e introvertido estuvo lejos de practicar su propia difusión. Nunca quiso que su pintura fuera polémica ni hiciera ruido. Sin tener esta ningún compromiso social ni conceptual, se hizo silenciosa en el taller, con el solo diálogo entre creador y obra.

De Bogotá a las vitrinas del mundo

Nacido en Bogotá, en 1928, Hernández a los 18 años inició sus estudios de bellas artes en la Universidad Nacional. En tercer año participó en un concurso y el premio consistió en una beca del gobierno chileno para terminar su carrera en la Academia de Bellas Artes de Santiago, donde se especializó en pintura mural y obtuvo un premio honorífico en el Salón Oficial de Artistas Jóvenes de la ciudad.

En 1953, en la Galería Leo Matiz, realizó su primera exposición individual en Bogotá, que reunió naturalezas muertas y figuras humanas en pequeño formato con una estructura asimilada del cubismo. En 1955 participó en la Bienal de Barcelona, su obra recorrió las salas del Louvre y del Guggenheim, en el 58 estuvo en la Bienal de Venecia y al año siguiente fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Ibagué.

En 1961 viajó a Italia y continuó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Roma. Su interés por el movimiento expresionista lo impulsó a trasladarse a Estados Unidos en 1962. Ingresó al Art Students League de Nueva York, recorrió los museos de la ciudad y en la obra de Robert Motherwell encontró un ritmo espiritual de fuerza, desarrollo y precisión muy cercano a su propia investigación.

En 1963 expuso en Washington en la Unión Panamericana y de regreso a Colombia, en 1964, fue nombrado decano de la facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional. En el 1968 participó en la I Bienal Iberoamericana de Pintura Coltejer, en Medellín, y se llevó la mención de honor.

En 1974 hizo su primera exposición individual retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Mambo, titulada “Abstracción”, la cual tuvo lugar entre 1964 y 1974. En 1975 fue invitado a participar en la exhibición L´Art Colombien à travers les Siècles, en Petit Palais de París. Expuso también en Madrid, Caracas, Lima y Buenos Aires, y en 1982 participó en la exposición Gráfica Contemporánea Colombiana, en Bonn.

Al año siguiente regresó al Mambo con otra retrospectiva: “Manuel Hernández, veinte años de pintura”, compuesta por 76 obras de colecciones públicas y privadas, y en 1986 Colcultura le otorgó la Medalla Instituto Colombiano de Cultura.

Realizó el mural “Signo Encuentro”, conmemorativo de los 20 años del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, en 1991 representó al país en la XXI Bienal Internacional de São Paulo y al año siguiente fue escogido por el arquitecto Oscar Niemeyer para realizar el mural “Signos Superpuestos-2" en el edificio del Parlamento latino del memorial de las Américas en la misma ciudad brasileña.

En 1994 recibió la orden Cruz de Boyacá, realizó una exposición individual en el Museo de Antioquia y comenzando el nuevo milenio tuvo una exposición itinerante financiada por el gobierno nacional en museos de Indonesia, Malasia, Corea, India, Filipinas, Hong Kong y Australia.

En 2002 presentó una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Medellín y en el Museo La Tertulia, en Cali, y en Bogotá pintó el mural Signo Ronda para el Museo de los Niños. En 2008 realizó su tercera retrospectiva en el Mambo y a comienzos de 2014, en Cali, el Banco de la República presentó una exposición que recogía trabajos sobre su obra realizados a lo largo de 50 años, bajo el título "Manuel Hernández: el camino de la abstracción". Continuó activo en el campo artístico hasta su fallecimiento, en octubre de 2014, a los 85 años.