Eduardo Serrano*
Japón se convirtió en el lugar ideal para que el artista colombiano Roberto Lombana tomara una serie de fotografías que muestran el contraste que han logrado mantener los orientales, por un lado llevando sus ciudades a desarrollos de infraestructura urbana, de transporte y arquitectónica muy avanzados; y por el otro manteniendo su cultura de templos y lugares espirituales de cientos de años, especialmente religiosa, de una manera activa en medio de un estilo de vida tan moderno.
Eduardo Serrano, curador de arte, da su apreciación de esta muestra que se expone desde el 5 de septiembre hasta el 5 de octubre en la Galería Montealegre.
Aunque algunos científicos se han referido a la existencia de múltiples dimensiones, algunas de ellas ocultas, se habla generalmente de un universo de cuatro dimensiones, tres de carácter espacial y una de naturaleza temporal, todas las cuales se pueden aplicar o reconocer en la imagen fotográfica. Su planimetría hace manifiestas dos de ellas, el ancho y el largo. La tercera dimensión, que sería el volumen o grosor puede asimilarse con la profundidad de campo. Y la cuarta dimensión, es decir la temporal, es perfectamente evidente no sólo en el hecho de que toda imagen fotográfica es pasada, sino también en la perdurabilidad que implica la fotografía a pesar de los cambios que pueden ocurrir en los sujetos.
En el trabajo fotográfico de Roberto Lombana esta interacción tetra-dimensional juega un papel fundamental. En algunas de sus obras, por ejemplo, Lombana se ha concentrado en lugares en los cuales el arte y la historia son protagonistas y ha utilizado lentes gran-angulares para revisar, desde un enfoque contemporáneo, ámbitos y construcciones que podría decirse que ya cumplieron su función, que constituyen recuerdos más que expectativas, pero recuerdos aleccionantes que refuerzan la confianza en el hombre y la razón.
En sus últimas fotografías Roberto Lombana hace manifiesto otro tipo de referencia temporal puesto que, si bien se trata de documentos de un tiempo transcurrido, de todas maneras los efectos especiales que logra mediante la manipulación digital de sus registros y la alta tecnología que se vislumbra en algunos de los espacios y elementos registrados, convierten sus fotografías en señalamientos futuristas, en alusiones a un porvenir, que avanza a velocidades tecnológicas, y que puede resultar fascinante e insufrible simultáneamente.
La mayoría de estas fotografías fueron realizadas en Japón, un país reconocido tanto por el respeto a sus tradiciones como por la celeridad de su desarrollo. En algunas de ellas la ciudad parece estallar en ráfagas de luz que se proyectan sobre el observador, y en otras el contexto cinético en que las inserta es una clara referencia a la aceleración que ha cobrado la cotidianidad.
En otras, toma el poco espacio en relación con la cantidad de gente que lo ocupa, habla a las claras sobre los inconvenientes de la sobrepoblación, reflexión a que también inducen las fotografías de altura de la ciudad repetidas circularmente como mándalas, representaciones simbólicas que parecen y apuntan hacia la armonía que ha de ser imperativa para la humanidad. Otro tanto puede afirmarse de sus registros en contrapicado de altos edificios también repetidos en círculo y donde el índigo del cielo reina centralmente a pesar de la nubosidad, los cuales constituyen un claro ejemplo de las consideraciones estéticas que acompañan sus imágenes, tanto si se refieren a logros del pasado, como si simbolizan sus premoniciones visuales y sus conjeturas sobre el porvenir.
*Curador de arte