DOS CASAS contiguas, una plácida tarde dominical y dos historias que inesperadamente se entrelazan, cambiando la vida de sus moradores. Esta es la esencia de “El crucrigramista: un juego entre el destino y el azar” que hoy inicia temporada en la Sala Buenaventura de Casa E.
Así, un hombre, un domingo, llena un crucigrama y se encuentra con la respuesta a una pregunta que nunca debió hacer porque descubre que 15 años después de haber dejado a una mujer, él es padre. Encontrar una carta que jamás llegó a sus manos y que revela el secreto de su paternidad es el punto de partida de una historia donde el juego del destino y el azar enfrentan la vida de dos familias.
Junto a la casa de este hombre vive una familia totalmente distinta. Canciones de Pastor López animan el ambiente y los conflictos cotidianos de la clase media aparecen aportando el toque de comedia a la obra escrita por Adriana Romero y dirigida por Rodrigo Candamil.
“Se recrean los comentarios, las conversaciones que están vacías a través de un dialogo permanente. Vemos a través de la actuación de los personajes cómo se revela su estado interior. Aparecen el bullying, los conflictos familiares, la burla entre hermanos, pero también los dilemas internos de un joven que ha crecido sin padre” comenta Candamil..
Como en un crucigrama el público se adentra en este juego que además está cargado de suspenso, la pregunta sobre el encuentro entre padre e hijo ronda el ambiente mientras una especie de acotador o narrador va llevando el hilo de la historia. El reparto cuenta con 6 actores que interactúan en una escenografía sencilla compuesta por una poltrona, un tocadiscos y dos mesas.
“Pretendo llevar al espectador a la tarea de buscar las pesquisas para, para entender una historia Entonces, lo involucro en con ciertos elementos para perturbarlo y no dejarlo tranquilo en la presentación de un drama aparentemente muy cotidiano. Con ciertas pistas él va logrando entender de qué se tata el mismo acertijo de la historia” concluye Candamil.
“El crucigramista” nace de una experiencia que sucede en Bogotá llamada La Clínica de dramaturgia donde se reúne un grupo de escritores emergentes o con trayectoria que estén interesados en escribir para teatro. Allí se proponen un tema entre todo el grupo y cada quien desarrolla una obra durante un año.
La dramaturga Adriana Romero se sintió atraída por el concepto de una pieza sin conflicto, donde en teoría no pasa nada, pero que revela todas aquellas conductas y pensamientos que están bajo la mesa en la vida familiar en una especie de drama cómico.