En un estudio de baile de Soweto con espejos vetustos, varios adultos repiten la primera posición en la barra. El ballet, que en Sudáfrica estuvo durante décadas reservado a la minoría blanca, hizo su debut en los barrios pobres.
Veintidós años después del fin oficial del apartheid, "tenemos bailarines extraordinarios de danza contemporánea, pero no de ballet," constata Dirk Badenhorst, presidente de la Competición Sudafricana de Danza Clásica, que revela nuevos talentos en el continente.
"Durante mucho tiempo sólo los blancos podían acceder al ballet, que se enseñaba únicamente en sus barrios. Hoy hay cuatro profesores negros" en Sudáfrica, explica Badenhorst, decidido a cambiar las cosas con su nuevo proyecto de formación en danza clásica en los "townships", los barrios pobres.
Las clases tienen lugar en el corazón de Soweto, al lado del museo Hector Pieterson, un muchacho de 12 años fallecido durante el levantamiento de Soweto en 1976.
"Recto, recto, recto", repite María de Torguet, profesora de danza clásica, señalando la espalda de uno de sus ocho estudiantes, todos adultos negros.
"Cuando era un niño no existían las clases de danza clásica en los townships. Teníamos que ir a la ciudad y era demasiado caro", cuenta una estudiante, Mmule Mokgele, entre dos ejercicios en la barra. "Ahora tenemos danza clásica en los townships", se entusiasma.
Mmule, de 34 años, enseña danza contemporánea y afrofusión en Soweto en una escuela desafectada, pero ahora ha decidido formarse en danza clásica.
"Es la base de todos los entrenamientos. La danza clásica te permite adquirir una disciplina mental y física, y aprender luego con más facilidad los otros estilos de danza", explica esta mujer de cabello corto teñido de rojo, camiseta amplia y piernas musculosas debajo de mallas negras.
Todos los martes por la mañana, repite sin descanso la primera posición, encadena con los pliés, y trabaja la posición de sus brazos, bajo la mirada atenta y sin concesiones de María. Por la tarde, enseña a niños de alrededor diez años lo que aprendió unas horas antes.
- Directo de Cuba -
"Los profesores experimentan el dolor por la mañana, antes de enseñar por la tarde o al día siguiente lo que han aprendido. Así, tienen más empatía por los niños y pueden explicar mejor la ejercicios ", estima Dirk Badenhorst.
Con este proyecto, con el que se aspira a formar a mil profesores en los próximos tres años, "los niños y los adultos recorren el camino juntos", resume.
María, una de las profesoras, viene de Cuba, un país muy solidario con Sudáfrica en varios campos, incluyendo la danza.
"Es muy difícil enseñarles el ballet. En Cuba, los profesores han estudiado 8 años de carrera de ballet. Aquí no. Les estoy enseñando la colocación del cuerpo para bailar. La concentración es también muy importante, mucha concentración y amor, todo lo que se hace con amor se logra", explica esta mujer de 58 años.
La labor de María no es fácil. Aún más teniendo en cuenta que su vocabulario en inglés se limita a unas pocas palabras.
"No es fácil pero nos hemos acostumbrado a entender la lengua de María. Escuchándola y mirándola entendemos lo que nos quiere decir", afirma Mmule.
"Mis amigos me preguntan por qué aprendo el ballet, una danza para mujeres. Pero me encanta bailar", explica uno de sus compañeros, Ncepa Sitokwe, que cuenta con años de experiencia en danzas africanas.
Dirk Badenhorst tiene un sueño. "El exdirector de la Opera de París, Benjamin Millepied, se quejaba por la falta de bailarines negros. Me gustaría que en ocho o diez años, un chico de este proyecto llegue hasta la Opera de París".