El ascenso de la cultura surcoreana en las pantallas del mundo | El Nuevo Siglo
La producción, que se convirtió en una tendencia viral en redes sociales, se puede encontrar doblada y traducida en varios idiomas llegando a otros rincones del mundo.
Foto Netflix
Viernes, 8 de Octubre de 2021
Redacción Cultura con AFP

Una trama afilada, una alegoría social y escenas de contundente violencia son los ingredientes del éxito de El juego del calamar, la distópica serie de Netflix que se ha convertido en el último fenómeno global surgido de Corea del Sur, un país que ha ido conquistando las pantallas del mundo durante los últimos años.

Como en Parásitos, que en 2020 se convirtió en la primera producción no inglesa en ganar el Óscar a mejor película, sus protagonistas surgen de las clases más marginadas de la sociedad.

Personas hundidas por las deudas, un precario trabajador inmigrante o una desertora de Corea del Norte compiten en juegos infantiles para ganar 45,6 billones de wones (38 millones de dólares). Si pierden, lo pagan con la vida.

La trama ha demostrado ser enormemente popular entre la audiencia mundial. En apenas unos días tras su estreno el mes pasado, el máximo ejecutivo de Netflix señaló que “era muy probable que se convirtiera en su mayor producto hasta la fecha”.

La serie, escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk, ratifica la creciente influencia de la cultura popular surcoreana, con fenómenos mundiales como el grupo de K-pop BTS o la propia Parásitos del realizador Bong Joon-ho.

Para los críticos, más allá del origen de la producción, la explicación de su éxito radica en los temas de la serie y su crítica a los males del capitalismo, universales, especialmente con una pandemia que agrandó la desigualdad.

“La tendencia creciente a priorizar los beneficios sobre el bienestar del individuo” es “un fenómeno que vemos en las sociedades capitalistas de todo el mundo”, dijo a AFP Sharon Yoon, profesor de estudios coreanos en la Universidad Notre Dame de Estados Unidos.



Guerra y pobreza

En febrero, Netflix anunció planes para invertir 500 millones de dólares solo este año en series y películas producidas en Corea del Sur.

“En los últimos dos años, hemos visto como el mundo se ha enamorado del increíble contenido coreano, hecho en Corea”, dijo el codirector ejecutivo de la plataforma, Ted Sarandos.

“Nuestro compromiso con Corea es fuerte. Seguiremos invirtiendo y colaborando con narradores coreanos en un amplio rango de géneros y formatos”, añadió.

La historia del país está repleta de guerras, pobreza y gobiernos autoritarios, ante los que sus artistas han respondido explorando el poder, la violencia y las cuestiones sociales.

Esto ha creado una vibrante escena cultural que, en diferentes formatos, ha llegado a amplias audiencias internacionales.

Al comienzo, los dramas coreanos alcanzaron una enorme popularidad en las televisiones de Asia. Después su cine fue galardonado en numerosas festivales europeos y los grupos de K-pop ganaban seguidores por todo el mundo.

La coronación llegó con el Óscar de Parásitos, una negra sátira sobre la desigualdad entre ricos y pobres que explora la cara más oscura de la 12ª economía mundial.

“Sangrienta, rara y difícil”

El director de El juego del calamar, Hwang Dong-hyuk, terminó su guión hace una década pero las productoras rechazaban apostar por una historia que consideraban “demasiado sangrienta, extraña y difícil”.

“Estaba leyendo muchos cómics y terminé el guión en 2009. En ese momento, parecía muy desconocido y violento. Hubo personas que pensaron que era demasiado complejo y no comercial. No pude conseguir suficiente inversión y el casting fue difícil. Me metí en él durante aproximadamente un año, pero tuve que ponerlo en pausa en ese momento”, señaló el director.

Otro de los factores por los que la serie ha tenido tanto éxito es que está cargada de simbolismos, ya que toda la producción es una alegoría destinada a simbolizar la competitiva sociedad contemporánea en la que vivimos. La forma en que los humanos cambian como adultos a través de la sociedad se refleja en cómo los juegos de niños inocentes se transforman en algo aterrador y mortal.

Además, tiene un factor de nostalgia que atrapa al televidente, pues la música refleja lo que escuchaban los niños en los años 70 y 80, lo que resulta en un sentimiento familiar. Todos estos atributos se unen para una experiencia envolvente y cautivadora.

Los trabajos anteriores de Hwang Dong-hyuk habían tratado de cuestiones como el abuso sexual, la adopción entre países o la discapacidad, todos ellos inspirados libremente en hechos reales.

Su primera producción televisiva incluye referencias a traumáticas experiencias colectivas que han quedado grabadas en la memoria del país, como la crisis financiera asiática de 1997 o los despidos de 2009 en el fabricante de automóviles Ssangyong Motor.

“Corea del Sur se ha convertido en una sociedad muy desigual de forma relativamente rápida y reciente, en las últimas dos décadas"” indicó a AFP Vladimir Tijonov, profesor de estudios coreanos en la Universidad de Oslo (Noruega).

La movilidad social se ha vuelto “mucho menos posible” ahora que en 1997 y “el trauma de la creciente desigualdad (...) se vierte en las pantallas”, afirma.

Netflix ofrece la serie tanto en versión doblada como subtitulada en múltiples idiomas, ampliando su audiencia potencial.

Brian Hu, profesor de cine en la Universidad de San Diego (EEUU), dijo que el hecho de ser un éxito en casi 100 países demostraba que no estaba hecha solamente para una audiencia occidental.

“Las audiencias occidentales han asociado largamente producciones extranjeras con descripciones de pobreza y esto se ha convertido en una forma de menospreciar al resto del mundo”, dijo a AFP.

“Lo que es único de Parásitos y El juego del calamar es que, aunque muestran pobreza y desigualdad de clases, lo hacen de una forma que realza la modernidad técnica y cinematográfica de Corea”, indicó.