Como todos los años, llega el momento de preparar la decoración de nuestro hogar con adornos navideños y por supuesto el árbol de Navidad es uno de los elementos que no debe faltar en la casa u oficina.
Este se convierte en el fiel acompañante en la nochebuena y es el que llena de esperanza a miles de familias con los regalos que se encuentran a sus pies. Aunque el árbol de navidad tenga más de 1.000 años de existencia en la historia de la humanidad, resulta interesante para muchos conocer los secretos que se encierran a la hora de adquirir uno.
Muchos creen que es un proceso fácil, que solo tiene que ver con el precio, pero no es así, un árbol de navidad por su misión de demostrar el espíritu navideño implica toda una serie de requisitos para su mayor aprovechamiento.Primero se debe tener en cuenta el material de que está hecho y que éste sea funcional para su limpieza, empaque y perdurabilidad.
Elideco, una de las compañías en Bogotá con más de 40 años en el mercado dedicándose a la producción de árboles de navidad, nos orienta sobre los consejos para comprar uno en esta época decembrina, en donde los buenos escasean.
A la hora de adquirir un árbol de navidad tenga en cuenta:
1. Un árbol que se pueda ensamblar. Si ocurre algún deterioro para que se puedan cambiar las partes.
2. Preferiblemente un árbol hecho en polipropileno por sus posibilidades de durabilidad y fabricado con materiales resistentes al fuego, ya que un simple “chispazo” podría provocar un incendio.
3. Que al adquirirlo le den garantía del producto y de servicio. Por ejemplo, un árbol en fibra óptica su garantía debe ser superior a un año con posibilidades de servicio de reparación si existe algún deterioro.
4. Tener en cuenta el tamaño, que dependerá del lugar donde lo va a colocar. Para viviendas no muy grandes, lo mejor son los árboles de tamaño mediano (1.5 m). Pero si prefiere los árboles altos tenga cuidado con la altura del techo.
5. Tener en cuenta que el diámetro de las ramas de la base del árbol no debe superar el ancho máximo de su sitio porque aunque es posible recortar las ramas en la base del árbol, eso puede estropear su simetría.
6. Relacionado con el tema de la seguridad, la ubicación del árbol de Navidad será un tema fundamental. Debe situarlo lejos de fuentes de calor como estufas, radiadores, chimeneas, etc. Además tenemos que procurar no bloquear las puertas principales, ni entorpecer la salida de las habitaciones con el árbol, es decir, no colocarlo en un lugar donde moleste.
“La tendencia para esta temporada navideña son los árboles en colores ácidos y sus diferentes gamas de verdes con precios desde los 19 mil hasta los 500 mil pesos. Además, el comercio también entrega la posibilidad de adquirirlos decorados”, agrega Gerásismos Arvanitis, Gerente de Elideco.
Sin embargo las tradicionales bolas doradas con Papá Noel, renos y ángeles hacen parte del árbol. Muchos no pierden las costumbres que tienen desde niños y siempre le apuntan a los colores representativos de la época. Así mismo, las guirnaldas, el tapete para el pie del árbol y el tren que lo rodea son infaltables en varios hogares colombianos.
Una tradición milenaria
La existencia del árbol de navidad data del año 680 d.c., cuando San Bonifacio cortó un pino, lo puso como símbolo del amor de Dios y lo adornó con manzanas y velas. Las manzanas representaban el pecado original, las tentaciones, y las velas simbolizaban la luz de Jesucristo como salvación del mundo. Conforme pasó el tiempo las manzanas y luces se transformaron en esferas y otros adornos.
Es así como durante más de 1.000 años esta experiencia se ha convertido en una grata tradición que ha sufrido varias transformaciones, sobre todo en regiones tropicales como Colombia, donde el árbol de pino no es abundante y la gente opta por su versión sintética.
Es posible que el primer árbol de navidad, como lo conocemos en la actualidad se registre en Alemania, donde se implantó por primera vez en 1605 para ambientar el frio de la Navidad, comenzando así su difusión. A Finlandia llegó en 1800, mientras que a Inglaterra lo hizo en 1829 y en el Castillo de Windsor se vio por primera vez en 1841 de la mano del príncipe Alberto, esposo de la Reina Victoria.